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La 'desmaterialización' del futuro

Mientras la sociedad latinoamericana busca parecerse cada vez más a la potencia del Norte, Estados Unidos y Europa tratan de cambiar esa tendencia frenética de consumo por una cultura de servicios.

Carlos Cortés Castillo
30 de octubre de 2004

por ciento de la electricidad y el 85 por ciento de los metales y químicos. Es además responsable del 70 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono.

Nuestro planeta no aguantaría que los países del Tercer Mundo tuvieran un proceso de crecimiento similar al que tuvieron las potencias actuales. Ni los recursos alcanzarían ni los niveles de contaminación serían manejables. Las estadísticas sobre calentamiento global señalan que en los últimos 60 años la temperatura de la Tierra ha aumentado 0,7 grados centígrados. El uso de combustibles contaminantes para el año 2000 era de alrededor de 6.000 millones de toneladas. Y de más de 13 millones de kilómetros cuadrados de áreas de hielos polares en 1900, en el año 2000 éstas apenas alcanzaban los 10 millones.

El tema tiene enfrascados a economistas y ambientalistas en un serio debate: la 'desmaterialización' de la economía. En pocas palabras, esta teoría aboga por usar menos recursos naturales para obtener bienestar; por la reducción de materias primas para obtener beneficios económicos. Y sobre todo, promueve la disminución del consumo y cambiar la oferta de productos por servicios.

Europa, con Alemania e Inglaterra a la cabeza, y Estados Unidos -a pesar de sus cifras en rojo- han iniciado el proceso de 'desmaterialización' con algunos buenos resultados. El inconveniente futuro que tienen es que al no ser países productores de materias primas (hierro, petróleo, níquel), dependerán cada vez más de aquellos que sí las producen. Es decir que a la vuelta de unos años las potencias podrían estar a merced de una monarquía asiática o de una dictadura latinoamericana.

Las mediciones pueden parecer tan relativas como simples: para saber si han reducido el uso de materias primas comparan el peso de sus importaciones con el de años anteriores. Estados Unidos y Alemania tienen reducciones en sectores concretos, como el hierro en el primer caso y el petróleo en el segundo. Inglaterra por su parte logró estabilizar su importación de materias primas sin afectar el crecimiento del PIB.

En Alemania, por ejemplo, la Rank Xerox Company ideó un sistema para que sus clientes no adquieran la fotocopiadora sino el servicio de copiado y de distribución de las copias. Así, la empresa ahorra materias primas en la producción de maquinaria, en su transporte y mantenimiento sin perder ingresos. En el mismo sentido, Electrolux Euroclean regaló 7.000 lavadoras para que los usuarios únicamente paguen lo que consumen a través de una base de datos que se conecta con la empresa. El mercado no se ve inundado de lavadoras y repuestos, y la empresa establece una relación de fidelidad con el cliente.

Un ejemplo más representativo que se originó en Estados Unidos -que además marcó un hito y definió una generación- es la música en Internet. La posibilidad de descargar al computador canciones y grabar sólo las que se quiera en un disco compacto representa un ahorro inmenso en materias primas: millones de carátulas, empaques, discos y hasta facturas de almacenes menos. La idea no es quebrar a las industrias musicales y a los artistas, sino cambiar el producto por el acceso a un servicio. Pagar por el material pero recibirlo de otra forma.

Así mismo, con los portales de Internet los bancos y las universidades han prescindido de toneladas de concreto, espacios físicos y personas. Y tecnologías como la fibra óptica y las conexiones inalámbricas han permitido prescindir de materiales escasos.

La industria de telefonía móvil también sirve de muestra, tanto de manera positiva como negativa. En muy poco tiempo este sector ha logrado avances asombrosos, como la tecnificación de los equipos, la reducción de tamaños y por lo tanto, el ahorro de materias primas. Pero así mismo, ha creado una oferta vertiginosa de teléfonos, cámaras accesorias y navegadores portátiles donde las estrategias publicitarias generan la necesidad de tenerlos. No sólo usarlos, sino poseerlos. Así, pocas personas dejan pasar más de un año sin cambiar su celular.

Para los críticos de esta teoría, no todo es tan claro. Un informe del Centro para Estudios Energéticos y Ambientales de la Universidad de Boston confirma que si bien los indicadores de peso de las importaciones han caído, no se sabe ciertamente qué significado económico tiene eso, ya que se refiere a sectores aislados. También dice que no está muy claro qué efecto ambiental puede tener el cambio a los materiales que ahora se usan, como la fibra óptica o los elementos artificiales. Por esa razón, el economista y profesor ecuatoriano Fander Falconi dice que los beneficios de la 'desmaterialización' de la economía no están comprobados.

Según Alejandro Boada Ortiz, experto en gestión y política ambiental de la Universidad Externado de Colombia, y autor de Las empresas y el medio ambiente, el otro problema es que muchos consideran absurdo hablar de 'desmaterialización' en países sin dinero y sin crecimiento como los de Suramérica, que no tienen alternativa diferente a exportar sus recursos para sobrevivir. La teoría supone la reducción de la producción y por lo tanto, de las fuentes de empleo.

"Lo grave es para nosotros, que exportamos materias primas. La economía mundial tiene demandas gigantescas, y lo que ofrecemos nosotros es apenas un sorbo. Mientras las potencias disminuyen las importaciones, nosotros no adquirimos conciencia de que tenemos que ahorrar los recursos de Colombia para el futuro cercano", afirma Alejandro Boada.

Sin embargo, este proceso ya se ha iniciado en algunos sectores, como el de las flores. "Las flores son 70 por ciento agua, lo que significa que Colombia exporta agua. Y los informes de la CAR dicen que los terrenos de la sabana están secos. Estamos trabajando con los floricultores para que cambien sus cultivos de lugar, a un departamento con más recursos hídricos, porque por tener negocio un par de años no va a haber nada más adelante", concluye Boada.

También se refiere a otro ejemplo que vemos en Colombia de lo que es cambiar la venta de un producto por la de un servicio. La oferta de minutos de celular, en calles y tiendas, no representa sólo un rebusque de los desempleados. "¿Por qué tengo que poseer el aparato para usarlo? El problema de las empresas es que no ven que exista mercado en la gente pobre. Para éstas todo tiene que poseerse".

Polémico o no, este movimiento ha puesto de acuerdo a varios economistas y ambientalistas. Pero más allá de sus posibilidades macroeconómicas, lo que se requiere es un cambio en la cultura de consumo de la sociedad. Los países latinoamericanos estamos bombardeados por el 'estilo de vida' norteamericano, por la necesidad de adquirir carros, ropa, computadores, herramientas, juguetes, y de estarlos renovando constantemente.

Los adeptos más radicales de la 'desmaterialización' atacan esa cultura de consumo, y buscan de manera utópica que se desmonte del todo el modelo económico actual. Por el momento es imposible que lo logren, pero sus campañas ya se sienten en Inglaterra y 50 países más , con eventos difundidos a través de Internet como el por ciento de la electricidad y el 85 por ciento de los metales y químicos. Es además responsable del 70 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono.

Nuestro planeta no aguantaría que los países del Tercer Mundo tuvieran un proceso de crecimiento similar al que tuvieron las potencias actuales. Ni los recursos alcanzarían ni los niveles de contaminación serían manejables. Las estadísticas sobre calentamiento global señalan que en los últimos 60 años la temperatura de la Tierra ha aumentado 0,7 grados centígrados. El uso de combustibles contaminantes para el año 2000 era de alrededor de 6.000 millones de toneladas. Y de más de 13 millones de kilómetros cuadrados de áreas de hielos polares en 1900, en el año 2000 éstas apenas alcanzaban los 10 millones.

El tema tiene enfrascados a economistas y ambientalistas en un serio debate: la 'desmaterialización' de la economía. En pocas palabras, esta teoría aboga por usar menos recursos naturales para obtener bienestar; por la reducción de materias primas para obtener beneficios económicos. Y sobre todo, promueve la disminución del consumo y cambiar la oferta de productos por servicios.

Europa, con Alemania e Inglaterra a la cabeza, y Estados Unidos -a pesar de sus cifras en rojo- han iniciado el proceso de 'desmaterialización' con algunos buenos resultados. El inconveniente futuro que tienen es que al no ser países productores de materias primas (hierro, petróleo, níquel), dependerán cada vez más de aquellos que sí las producen. Es decir que a la vuelta de unos años las potencias podrían estar a merced de una monarquía asiática o de una dictadura latinoamericana.

Las mediciones pueden parecer tan relativas como simples: para saber si han reducido el uso de materias primas comparan el peso de sus importaciones con el de años anteriores. Estados Unidos y Alemania tienen reducciones en sectores concretos, como el hierro en el primer caso y el petróleo en el segundo. Inglaterra por su parte logró estabilizar su importación de materias primas sin afectar el crecimiento del PIB.

En Alemania, por ejemplo, la Rank Xerox Company ideó un sistema para que sus clientes no adquieran la fotocopiadora sino el servicio de copiado y de distribución de las copias. Así, la empresa ahorra materias primas en la producción de maquinaria, en su transporte y mantenimiento sin perder ingresos. En el mismo sentido, Electrolux Euroclean regaló 7.000 lavadoras para que los usuarios únicamente paguen lo que consumen a través de una base de datos que se conecta con la empresa. El mercado no se ve inundado de lavadoras y repuestos, y la empresa establece una relación de fidelidad con el cliente.

Un ejemplo más representativo que se originó en Estados Unidos -que además marcó un hito y definió una generación- es la música en Internet. La posibilidad de descargar al computador canciones y grabar sólo las que se quiera en un disco compacto representa un ahorro inmenso en materias primas: millones de carátulas, empaques, discos y hasta facturas de almacenes menos. La idea no es quebrar a las industrias musicales y a los artistas, sino cambiar el producto por el acceso a un servicio. Pagar por el material pero recibirlo de otra forma.

Así mismo, con los portales de Internet los bancos y las universidades han prescindido de toneladas de concreto, espacios físicos y personas. Y tecnologías como la fibra óptica y las conexiones inalámbricas han permitido prescindir de materiales escasos.

La industria de telefonía móvil también sirve de muestra, tanto de manera positiva como negativa. En muy poco tiempo este sector ha logrado avances asombrosos, como la tecnificación de los equipos, la reducción de tamaños y por lo tanto, el ahorro de materias primas. Pero así mismo, ha creado una oferta vertiginosa de teléfonos, cámaras accesorias y navegadores portátiles donde las estrategias publicitarias generan la necesidad de tenerlos. No sólo usarlos, sino poseerlos. Así, pocas personas dejan pasar más de un año sin cambiar su celular.

Para los críticos de esta teoría, no todo es tan claro. Un informe del Centro para Estudios Energéticos y Ambientales de la Universidad de Boston confirma que si bien los indicadores de peso de las importaciones han caído, no se sabe ciertamente qué significado económico tiene eso, ya que se refiere a sectores aislados. También dice que no está muy claro qué efecto ambiental puede tener el cambio a los materiales que ahora se usan, como la fibra óptica o los elementos artificiales. Por esa razón, el economista y profesor ecuatoriano Fander Falconi dice que los beneficios de la 'desmaterialización' de la economía no están comprobados.

Según Alejandro Boada Ortiz, experto en gestión y política ambiental de la Universidad Externado de Colombia, y autor de Las empresas y el medio ambiente, el otro problema es que muchos consideran absurdo hablar de 'desmaterialización' en países sin dinero y sin crecimiento como los de Suramérica, que no tienen alternativa diferente a exportar sus recursos para sobrevivir. La teoría supone la reducción de la producción y por lo tanto, de las fuentes de empleo.

"Lo grave es para nosotros, que exportamos materias primas. La economía mundial tiene demandas gigantescas, y lo que ofrecemos nosotros es apenas un sorbo. Mientras las potencias disminuyen las importaciones, nosotros no adquirimos conciencia de que tenemos que ahorrar los recursos de Colombia para el futuro cercano", afirma Alejandro Boada.

Sin embargo, este proceso ya se ha iniciado en algunos sectores, como el de las flores. "Las flores son 70 por ciento agua, lo que significa que Colombia exporta agua. Y los informes de la CAR dicen que los terrenos de la sabana están secos. Estamos trabajando con los floricultores para que cambien sus cultivos de lugar, a un departamento con más recursos hídricos, porque por tener negocio un par de años no va a haber nada más adelante", concluye Boada.

También se refiere a otro ejemplo que vemos en Colombia de lo que es cambiar la venta de un producto por la de un servicio. La oferta de minutos de celular, en calles y tiendas, no representa sólo un rebusque de los desempleados. "¿Por qué tengo que poseer el aparato para usarlo? El problema de las empresas es que no ven que exista mercado en la gente pobre. Para éstas todo tiene que poseerse".

Polémico o no, este movimiento ha puesto de acuerdo a varios economistas y ambientalistas. Pero más allá de sus posibilidades macroeconómicas, lo que se requiere es un cambio en la cultura de consumo de la sociedad. Los países latinoamericanos estamos bombardeados por el 'estilo de vida' norteamericano, por la necesidad de adquirir carros, ropa, computadores, herramientas, juguetes, y de estarlos renovando constantemente.

Los adeptos más radicales de la 'desmaterialización' atacan esa cultura de consumo, y buscan de manera utópica que se desmonte del todo el modelo económico actual. Por el momento es imposible que lo logren, pero sus campañas ya se sienten en Inglaterra y 50 países más , con eventos difundidos a través de Internet como el
Buy-nothing day -Día de no comprar nada- que se celebrará el próximo 24 de noviembre: "El reto es tratar de vivir de manera simple por un día, invierta tiempo en su familia, haga un pacto consigo mismo para darle una tregua a las compras. Lo mejor de todo es que es gratis", anuncia la publicidad del evento que ya prepara algo más ambicioso para fin de año: