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El presidente Álvaro Uribe en el momento de lanzar su propuesta de crear una zona de encuentro de 150 kilómetros cuadrados para dialogar con las Farc. FOTOS: JUAN CARLOS SIERRA / SEMANA

PAZ

La fórmula para el intercambio planteada por Uribe no es nueva, pero hay una razón para que funcione

La diferencia radica en que la presión internacional sobre las Farc y el gobierno es mucho más fuerte ahora que hace dos años. Uribe ya retiró su “inamovible”. ¿Harán las Farc lo mismo? Análisis de Semana.com

Élber Gutiérrez Roa
7 de diciembre de 2007

El 13 de diciembre de 2005, hace dos años, el presidente Álvaro Uribe reunió a la prensa en la Casa de Nariño para explicarle lo que es ese momento fue calificado como una novedosa y audaz propuesta para destrabar los contactos con las Farc de cara al acuerdo humanitario. Les dijo a los presentes que los gobiernos de Francia, España y Suiza le habían pedido crear una zona de encuentro de 180 kilómetros en un caserío de apenas 30 familias de nombre El Retiro. Los países europeos exigían que en dicha zona no hubiera presencia de las Fuerzas Militares ni de guerrilleros armados y planteaban que el tema de la seguridad sería verificado por 40 delegados internacionales.

Casi dos años después de aquella ocasión, el desenlace que tuvo la propuesta se antoja más que previsible: no funcionó. El gobierno la aceptó, pero las Farc no. Y dijeron que no por las mismas razones que esgrimen aún dos años después cada vez que se refieren al tema: no confían en el gobierno Uribe.

Este viernes, en víspera del segundo aniversario de la audaz propuesta de entonces, el presidente Uribe le dijo al país que acaba de hacer una concesión en sus históricos inamovibles para los acercamientos con las Farc y que ésta consiste en que está dispuesto a avalar la creación de una zona de encuentro de 150 kilómetros, sin presencia de guerrilleros armados, con escasa o nula población ciudadana, con verificación de delegados internacionales y en la que probablemente no haya presencia militar (sin que esto signifique que tenga que retirar soldados de ninguna parte).

La propuesta desató júbilo general por su carácter “novedoso”. En medio de la desazón por las recientes fotos de Íngrid y los demás secuestrados, el ambiente este fin de semana se sintió más optimista. Hay muchas esperanzas ciudadanas en que pueda resultar efectiva para poner solución al drama de esos 47 rehenes de las Farc incluidos en el listado de canjeables.
 
La gran diferencia

Sin embargo la idea no es tan nueva como puede parecer en medio del alborozo de los medios de comunicación. Para comprobarlo bastaría acudir a la justificación que Uribe dio hace dos años al aceptar la propuesta de los tres países amigos: “El gobierno colombiano acepta esta propuesta. Confieso que implica, lo confieso humildemente, una concesión por parte del gobierno que presido. Lo hago con humildad pero también con responsabilidad. Aceptamos esta modificación a la postura que hemos tenido tradicionalmente, porque confiamos en la comunidad internacional”.

¿Cómo es posible que Uribe esté renunciando ahora a un inamovible que hace dos años ya había dejado de lado?

Hoy, como hace dos años está de acuerdo con la zona de encuentro, la intención de que sea en un sitio con escasa población para evitar que ésta sea afectada por los contactos con las Farc, la verificación internacional y, especialmente la imposibilidad de retirar militares y la exigencia de que los guerrilleros acudan sin armas a los contactos. Así las cosas, la importancia del anuncio de Uribe no está tanto por lo novedoso de su contenido.

Lo clave de su “nueva” propuesta es que revive una idea que de entrada –se sabe– tiene apoyo internacional y especialmente de Francia, país que contribuyó a diseñar el proyecto inicial presentado al gobierno el 12 de diciembre de 2005. Más importante aún, lo hace en una coyuntura bastante diferente a la de hace dos años.

Aun cuando es previsible que las Farc tendrán, como en 2005, reparos al hecho de que les exijan llegar sin armas hasta la zona de ubicación, en esta oportunidad cargan sobre sí una presión internacional sin precedentes a favor del intercambio humanitario. Las descarnadas imágenes de Íngrid y los demás secuestrados sin ánimos de vivir, diezmados en su salud y sin fuerzas siquiera para reprochar o exigir algo a sus captores y al gobierno son el verdadero ingrediente novedoso en la propuesta de Uribe a la guerrilla.

Es una obligación
 
Tanto el Ejecutivo como las Farc tienen la obligación de buscar alternativas para poner fin al sufrimiento de las familias de los plagiados. Por eso Uribe desempolva la propuesta de los países europeos y la presenta con el ánimo de que haya, como lo reclama hasta la oposición del Polo Democrático y el liberalismo, una respuesta positiva por parte de los plagiarios.

Desde su lógica bélica, las Farc tienen razones militares para responderle al Presidente que no aceptan. Las conoce el país. Pero con el escenario que sucedió a la revelación de las pruebas de supervivencia tienen aún más razones políticas que antes para aceptar y quitarse de encima el riesgo de que sus principales fichas de negociación –los secuestrados– se les mueran en cautiverio.

Y, ante todo, tienen la obligación de aceptar por razones humanitarias, lo cual de paso les daría la ventaja de demostrar que en medio de la barbarie de la guerra prima el respeto por la vida de las personas, sean quienes sean.