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José Antonio Sánchez Pineda, su esposa Marlén López de Sánchez y sus tres niñas Jessica Estefanía, Erika Julieth y Karen Daniela, en una foto del archivo familiar. Todos murieron junto al niño Anderson Rodríguez, que ese día iba a visitar a sus primitas.

TRAGEDIA

La muerte de una familia por inhalación de monóxido de carbono hunde en el dolor al sur de Bogotá

La escena es conmovedora: En una habitación pequeña de Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá, yacen todos los miembros la familia Sánchez López y del niño Anderson Rodríguez. Un accidente casero los mató.

Jessica Morales Segura
9 de abril de 2007

José Antonio Sánchez Pineda, de 32 años, abraza a su hija menor Karen Daniela, de 10. Los dos están en el piso, al lado de la puerta de la habitación. Por la posición del hombre puede entreverse que posiblemente hizo un último esfuerzo para intentar salir. Otras dos niñas y un infante más están en un camarote. Se trata de Jessica Estefanía, de 14; Erika Julieth, de 13; y Anderson Rodríguez, de 11. Y cerca, en la cama matrimonial, está la madre: Marlén López de Sánchez, de 34. Es probable que ellos, a diferencia del papá, nunca despertaron y no se dieron cuenta de lo que ocurrió. Los seis están muertos. Nadie sabrá cuánto sufrieron. Pero lo cierto es que allí yacen, en medio de una tristeza y una pobreza tan grande, que sobrecoge a cualquiera que crea que ya lo ha visto todo.

Entre las diez y once de la mañana del Domingo Santo –el día ocho de abril-, una llamada telefónica de un tío de José Antonio alertó a su madre, quien dice que nunca tuvo un mal presagio. Ella hasta el instante final creyó que su hijo, su nuera, sus nietas y el primo invitado se habían acostado el sábado a altas horas de la noche. Que por eso no se habían levantado temprano y, por lo tanto, ella tampoco quería interrumpirles su sueño, ni hacerlos levantar temprano en su único día de descanso.

El familiar, sin embargo, insistió. Le dijo que estaba llamando a José Antonio al celular y que no le contestaba. La situación alarmó a la señora Julia Pineda. Entonces ella misma fue hasta su habitación y empezó a tocar y a tocar de manera fuerte y seguida en la puerta. Tras varias veces sin respuesta, se asustó.

Salió de su casa y se asomó por la ventana del cuarto de la familia que da hacia la calle. Aunque no se percibía bien, y lo único que veía era todo negro, la señora Julia corrió a la parte trasera de su casa y tras llamar desesperadamente a su esposo y a su hijo menor, abrieron la puerta de madera de la pequeña cocina, que colinda con un pasillo de la vivienda, con fuertes golpes.

Una gran capa de humo salió por la parte trasera de la cocina, y en medio de la humareda Los familiares entraron corriendo a la habitación, pero ya era demasiado tarde. Todos los que dormían ese cuarto se habían ido para siempre, pero ellos los llamaban insistentemente con la vana ilusión de que estaban desmayados y que podrían despertar.

La desesperación, la angustia y la tristeza de los padres y el hermano de José Antonio invadió la casa de los Sánchez Pineda. En medio del dolor por la pérdida de seis integrantes de su familia, hallaron la explicación al hecho: una olla grande de maíz peto totalmente quemada.

La pareja de esposos había dejado la olla con maíz sobre una pequeña estufa de cuatro fogones para tenerlo listo al día siguiente, molerlo y hacer las arepas que venderían; y se fueron a dormir junto con sus hijas y el sobrino. Así, y como usualmente lo hacían cerraron puertas y ventanas de la primera habitación de la casa ubicada en el barrio Galicia Casa Loma, en la localidad de Ciudad Bolívar en el sur de Bogotá.

Una ayuda para la casa

El Viernes Santo, José Antonio decidió reunir a toda su familia en su casa de tres cuartos, dos cocinas y una terraza donde vivían con sus padres, un hermano, una hermana y las dos hijas de ella. Él los invitó a almorzar y sus familiares le ayudaron a pintar el carro y el molino, que harían parte de su nuevo entrada económica: Un puesto de arepas.

Al día siguiente, la familia Sánchez López hizo realidad sus más recientes meta. José Antonio Sánchez de 32 años y su esposa Marlén López de 34, querían empezar a pagar las cuotas de su casa, que habían obtenido a través de un subsidio de vivienda y la cual sería entregada en diciembre.

Por eso el sábado muy temprano la familia salió muy entusiasmada de la casa con todo listo para inaugurar su carro de arepas. José Antonio no fue ese día a su trabajo como instalador de vidrios. Su intención era la de no dejar a su esposa sola el primer día.

Al final de la tarde, la familia llegó muy contenta a la casa, pues las expectativas habían sido superadas. José Antonio hablaba de invertir más y de salir adelante con su puesto.

Por eso antes de acostarse pusieron a cocinar un maíz que terminó rebosando la olla donde se cocinaba y apagó la llama del fogón. La boquilla quedó abierta y el gas inundó la habitación sin ninguna ventilación.

“La familia pudo haber muerto por inhalar monóxido de carbono, producido por una olla de maíz peto que se quedó prendida en las estufa de la casa y se quemó. También pudieron inhalar humo”, afirmó María Lucía Lloreda, gerente de relaciones externas de Gas Natural.

La familia de padres jóvenes, tres de niñas que disfrutaban de su infancia y un niño que quiso pasar las cortas vacaciones de Semana Santa en casa de sus primas, pasó a ser uno de los 40 casos que se han registrado en lo corrido del 2007 por intoxicaciones similares.

Entre el lunes y el martes de esta semana la familia Sánchez Pineda, envuelta en la tristeza y sin recursos para darles santo sepulcro a sus familiares, pide ayuda a su comunidad. Mientras tanto, un pequeño cartel con la foto de Jessica Estefanía, Erika Julieth, Karen Daniela y sus padres, Marlén y José Antonio está pegado en la pared del frente de la casa.

Mientras llegan los cuerpos a la residencia, la familia espera recoger lo suficiente para enterrarlos lo más pronto posible. Por ahora, las condolencias van y vienen, los vecinos contribuyen en la causa y las amigas del colegio de las tres niñas sin saber por qué les tuvo qué pasar eso a sus compañeras, se resignan a saber cuándo serán entregados sus cuerpos para darles un último adiós.