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Entrevista

"La negociación no fue un fracaso": Alto Comisionado de Paz

Camilo Gómez fue alto comisionado de Paz durante los últimos tres años del gobierno de Andrés Pastrana. Hasta que se rompió el proceso de paz, en febrero de 2002, Gómez viajó al Caguán y al sur de Bolívar casi todas las semanas para hablar con las Farc y el ELN, respectivamente. Sin duda Gómez fue uno de los grandes protagonistas de este gobierno. SEMANA lo entrevistó para conocer en detalle el balance que hace de estos dos procesos de paz que, aunque fallidos, dejan importantes lecciones.

22 de julio de 2002

SEMANA: ¿Cuál es su balance del proceso de paz?

Camilo Gómez: La paz está hoy en un punto muy diferente al que estaba hace cuatro años. El nuevo gobierno tiene un camino recorrido y la sociedad colombiana tenía que pasar por unas etapas para llegar a la paz. La paz no llega de un día para otro y tres años de proceso no es un tiempo muy largo si se compara con las negociaciones de otros países.

SEMANA: ¿Cuáles diría usted que son los tres principales avances que se dieron durante este gobierno en ese campo?

C.G.: Al comienzo era impensable que la comunidad internacional participara. Al final estaban sentados en la mesa como facilitadores. Las Farc no veían posible un cese del fuego sino hasta que se negociara el 80 por ciento de la agenda, al final se dio en este campo un avance sin igual.

El tercer avance fueron los acuerdos. Con el Acuerdo de San Francisco las Farc se dieron cuenta de que tenían que negociar sin estar en medio de la confrontación.

Por último, se dio una madurez en la conciencia del país. Hace cuatro años nadie tenía conciencia de la dimensión del problema, hoy una gran cantidad de colombianos son conscientes de la necesidad de la paz.

SEMANA: A juzgar por las encuestas parecen más conscientes de la urgencia de una salida militar que de una negociación política para llegar a la paz.

C.G.: No es eso lo que decía la encuesta de opinión que presentó Fescol en una conferencia reciente en Estados Unidos, en la que el 60 por ciento de la gente creía que la solución debía ser negociada.

Más que una encuesta era un opinómetro, que no es tan confiable como, por decir algo, la elección de Uribe Vélez y su propuesta de mano dura.

Es evidente que se presentó un cansancio en la opinión pública. Se confundió la causa de lo que sucedió en el conflicto con el proceso. El proceso era la fórmula para que cesaran el secuestro y los ataques a la población civil pero la política fallida de las Farc llevó a que la opinión le achacara la violencia al proceso.

SEMANA: Teniendo en cuenta estos avances, ¿no fue un error terminar el proceso?

C.G.: La decisión del Presidente fue acorde con el momento y las circunstancias. Fueron las acciones de las Farc las que nos llevaron a eso. Pero yo sigo y seguiré pensando que la negociación era la salida. Estoy convencido de que la opción militar sola no es viable. Pero desafortunadamente las últimas acciones de las Farc nos llevaron a esa decisión.

SEMANA: ¿Por qué precisamente rompieron con el secuestro del senador Gechem y no, por ejemplo, con el asesinato de Consuelo Araújo o cualquiera de las otras graves infracciones al DIH cometidas antes por las Farc? ¿Qué cambió?

C.G.: No fue sólo ese acto, fue una sucesión de hechos de la misma guerrilla lo que condujo al rompimiento. Después del acuerdo de enero, que buscaba disminuir la intensidad del conflicto, se dedicaron a volar torres, puentes. Era un desafío. No fue sólo el secuestro del doctor Gechem en el avión, era el abuso en la zona de distensión, el asesinato de Consuelo. Era imposible pensar que en las Farc estaba ganando la línea que quería la paz.

SEMANA: Esa es la responsabilidad que le atañe a las Farc. ¿Cree usted que el gobierno se equivocó en el diseño del proceso? ¿Que usted, por ejemplo, terminó actuando más como mediador entre la guerrilla y los militares que como negociador?

C.G.: Nunca hice el papel de mediador. Por el contrario, si algo hice fue negociar y ser firme en defender la democracia y los principios de la Constitución. No estaba allá para ser el vendedor de la guerrilla ante nadie. Una de las paradojas de este trabajo es que yo llegaba al Caguán y los guerrilleros me decían que yo era el representante de los militaristas, del Establecimiento, de los enemigos de la paz. Y aquí me criticaban por ser componedor y por vender la idea de que la guerrilla era buena. Pero mi posición siempre fue la de representar a los colombianos.

Desde el punto de vista del diseño, no hay manuales para negociar con guerrillas como las colombianas. Hay fallas pero se logró mucho.

SEMANA: ¿Qué cambiaría si pudiera devolver estos tres años y arrancar de nuevo?

C.G.: Las circunstancias de la intensidad del conflicto complicaron las discusiones en la mesa. El día a día del conflicto no debería afectar tanto el proceso.

SEMANA: ¿Sería entonces mejor negociar afuera?

C.G.: Comparado con el proceso del ELN, la presión era mucho menor porque la negociación era afuera.

SEMANA: ¿Quizás un mediador hubiera ayudado?

C.G.: Cada instrumento de negociación tiene su momento. En el momento en que negociamos no era necesario un mediador. Este se requiere cuando las partes no pueden hablar entre sí y este no era el caso nuestro. No me refiero en todo caso a la propuesta del Presidente electo. Sólo digo que nosotros no requeríamos un mediador porque teníamos conversaciones directas.

SEMANA: Sin embargo la mesa parecía tener una incapacidad real para producir acuerdos. El acuerdo de Los Notables o la liberación de los soldados y policías, que fueron los dos logros más grandes del proceso, no se alcanzaron en la mesa de negociación.

C.G.: Eso no es verdad. Desde julio de 2000 la mesa propuso un cese del fuego y de hostilidades. La mesa discutió todo el Acuerdo de los Pozos, la participación de la comunidad internacional, los acuerdos metodológicos, se discutieron problemas importantes del proceso. La mesa sí operó.

El acuerdo para liberar a los soldados no era de la mesa y no se quiso discutir allí precisamente para no entorpecer su trabajo. En una negociación se dan conversaciones de distintos niveles pero la mesa sí discutió temas de la agenda como el del empleo.

Al principio en la mesa estaban representados los partidos, la Iglesia, los gremios. Luego, cuando avanzó el proceso, se vio que se requería una mayor presencia de técnicos del Estado y por eso se cambió el equipo negociador.

SEMANA: ¿No cree que el presidente Pastrana sobredimensionó la confianza que había entre él y 'Marulanda' y que quizá hizo falta una estrategia de mayor alcance?

C.G.: No, el proceso siempre tuvo una estrategia clara. La quiero resumir porque la paz no estaba sólo en la negociación en el Caguán. La estrategia de paz integral estaba basada en cinco puntos. El primero era la inversión social, basada en el desarrollo del Plan Colombia como el plan de inversión social más ambicioso que ha habido.

Segundo, la lucha contra el narcotráfico, que sin duda es el mayor generador de violencia en Colombia. Para eso logramos toda la parte de lucha contra el narcotráfico del Plan Colombia, todo lo que se hizo internacionalmente para que se aceptara el principio de la corresponsabilidad en la lucha contra el problema de las drogas y todo lo que se intensificó en el tema de la lucha contra los cultivos ilícitos, industriales y no industriales.

Tercero, la paz pasaba también por el tema internacional. Nadie en Colombia puede dudar que la diplomacia para la paz no haya sido un acierto importante del gobierno.

Cuarto, uno de los puntos más importantes que iba de la mano con el proceso de paz ha sido el fortalecimiento de las Fuerzas Militares. Esto no es una contradicción. Si uno quiere un Estado fuerte quiere que el monopolio de las armas regrese a sus Fuerzas Militares. Para ello tienen que estar más capacitadas y mucho más fuertes, como en efecto lo logramos.

Y, por último, estaba la negociación, que era uno de los cinco puntos de la estrategia de paz. Y que ese sí no dependía solamente de nosotros, dependía también de la guerrilla y la guerrilla le falló al país.

Creo que de los cinco puntos de la estrategia cuatro se cumplieron muy bien y hoy nadie puede dudar que el Plan Colombia y la inversión social, la lucha contra el narcotráfico, la diplomacia por la paz y el fortalecimiento de las Fuerzas Militares son un éxito. Y en la parte de la negociación también hubo cosas importantes, como ya lo he mencionado. No fue un fracaso la negociación. Sentamos a los dos grupos guerrilleros durante tres años a una mesa. Ese solo hecho ya es muy significativo.

SEMANA: Algunos críticos anotan que a las Farc igual les convenía sentarse a la mesa a hablar, como una estrategia para ganar tiempo y fortalecerse militarmente. Tres años después la guerrilla tiene más combatientes, más dinero y una capacidad de intimidación bastante grande. Entonces es posible que el solo hecho de sentarlos sólo los beneficie a ellos.

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