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Las firmas, otra trampa al elector

Una nueva modalidad de engaño al sufragante está de moda en Colombia. Se trata de la recolección de firmas para supuestas obras sociales que terminan favoreciendo candidaturas políticas.

Élber Gutiérrez Roa
10 de agosto de 2007

Si usted es de los que gustan de respaldar causas sociales, proclamas libertarias y cuanta manifestación de apoyo le piden firmar en la calle, ya va siendo hora de que se vuelva un poco más prudente a la hora de estampar su nombre en la primera planilla que le ponen al frente.

Las autoridades electorales informaron este jueves que más de 259 candidaturas para alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas y juntas administradoras locales fueron inscritas en las últimas horas mediante “avales o apoyos ciudadanos”. 259 candidaturas significan cuatro veces más iniciativas o partidos de los que había antes de que el Congreso aprobara la reforma política, que buscaba acabar con los partidos de garaje o microempresas políticas.

A primera vista esto puede parecerle intrascendente, especialmente si es usted –como muchos de los que firman manifiestos en la calle- un inconforme político. Pero si le dijeran que la rúbrica que estampó para evitar la suspensión del alumbrado público, hacer una obra comunal o clausurar el burdel del barrio terminó en las arcas de un candidato político, la cosa cambiaría. Se sentiría engañado, burlado y arrepentido por haber apoyado una aspiración que ni siquiera conoce o muchas veces no comparte.

Aprovechando que la ley permite la inscripción de candidatos por doble vía (aval de un partido político o apoyos ciudadanos) muchos dirigentes convirtieron en norma general lo que en principio fue pensado como la excepción a la regla y se lanzaron a las calles a buscar incautos que los apoyaran, así fuera sin saberlo. Por eso la sorpresa de las autoridades ante la aparición de tanto candidato y la de los ciudadanos al ver que ni les construyen la cancha de fútbol que pidieron, ni cierran el prostíbulo que tanto ruido hace en le vecindario.

En democracia, más candidatos significa más opciones de elegir para los ciudadanos, eso es cierto. Pero cuando se trata de dirigentes que desde el inicio mismo de su inscripción incurrieron en engaños al elector es mucho lo que se puede perder. Desde los costos de la logística electoral (tarjetones, propaganda política, etc) que son los de menor cuantía, hasta los de tener a gobernantes ineptos al frente de un municipio.

Un periodista de Semana lo comprobó. Frente a Carulla del barrio Morato, en el norte de Bogotá, el comunicador fue abordado por un grupo de activistas vestidos con chaquetas de colores fosforescentes, quienes dijeron ser impulsores de un proyecto de ley para “mejorar la movilidad en la ciudad”. El periodista pidió la planilla y encontró que, al respaldo de la misma, se anunciaba la postulación de un candidato al concejo de la ciudad. Al quedar en evidencia los manifestantes se pusieron del color de sus ropas, ofrecieron excusas por “la pequeña omisión” y siguieron buscando incautos. ¿Por qué no dicen desde el principio que la firma es para tal o cual candidato?

El tema de los apoyos no está suficientemente regulado en el país y las autoridades parecen carecer de dientes para actuar en este tipo de situaciones. Oficialmente tampoco existe queja ante el Consejo Electoral. Sin embargo algunos dirigentes regionales comenzaron a llamar la atención respecto al asunto.

Firmatón en Medellín

En Medellín, el senador Bernardo Alejandro Guerra anunció que pedirá una investigación sobre la firmatón emprendida por los candidatos de la ciudad. Según el congresista, muchas de esas firmas son para supuestos arreglos de alcantarillado y obras similares y la gente no tiene idea de que son usadas para inscribir candidaturas electorales.

Guerra dice haber conocido información sobre irregularidades de este tipo en la campaña del ex alcalde de Medellín Luis Pérez Gutiérrez, quien inscribió su candidatura reelecionista con el respaldo de 420 mil ciudadanos. “Muchas de las personas que firmaron esas planillas creyeron que estaban apoyando obras, no candidatos”.

En similar sentido se pronunciaron familiares de funcionarios públicos de la ciudad quienes denunciaron presiones políticas que los obligaban a conseguir firmas para respaldar inscripciones. Otras personas dijeron que en el complejo de la Alpujarra existen funcionarios que aprovechan la afluencia de público (allí se pagan los impuestos) para recolectar apoyos para la postulación de Pérez. Los congresistas que apoyaron la candidatura del ex alcalde dicen que se trata de cortinas de humo para enlodar su imagen. Algunos hasta creen que detrás de los señalamientos está el temor de candidatos que ven a Pérez como su rival más fuerte en la contienda.

El que los funcionarios incurran en dicha práctica irregular no compromete al candidato, pero sí dice mucho de quienes acuden a esta estrategia. Si la practican ciudadanos anónimos, se configura una inducción al voto mediante engaño, que cuando mucho podría convertirse en constreñimiento al elector. Pero tratándose de empleados públicos de lo que se trata es de una falta disciplinaria por intervención en política.

La práctica es especialmente usada en los municipios más pequeños del país y resulta curioso que tome fuerza en tiempos en que el márketing político es muy avanzado y existen empresas legalmente constituidas especializadas en recaudar firmas.

Aunque el número de apoyos no es garantía de éxito electoral sí ayuda a crear tendencias de votos. No es lo mismo llegar a una elección con el respaldo de medio millón de personas que sin ellas. Por eso, como en el caso de las encuestas, los candidatos se ven tentados a inflar las cifras de apoyos recibidos. Y, como ocurre con las encuestas, corren el riesgo de estrellarse por ignorar que al candidato no lo hacen las firmas sino que él mismo se construye.

Gerardo Cañas, veterano dirigente conservador antioqueño, se inscribió como candidato a la gobernación con el apoyo de 150 mil firmas. Las recaudó en 35 libros foliados que presentó con amplio despliegue mediático. Dos semanas después tuvo que adherir a la candidatura de Luis Alfredo Ramos porque no marcaba ni el 1% en las encuestas sobre intención de voto. ¿Dónde quedaron entonces aquellas personas que respaldaban su aspiración?

En el caso de Pérez, las 420 mil firmas que inscribió para la alcaldía son casi equivalentes a la totalidad de votos que históricamente tiene la ciudad. En Medellín hay poco más de un millón de personas aptas para sufragar. 450 mil de ellas votaron en las pasadas elecciones para alcalde y 200 mil de ellas lo hicieron por Sergio Fajardo, a la postre ganador. Para que Pérez logre refrendar en las urnas el número de firmas que lo apoyaron en el momento de la inscripción sus rivales tendrían que sacar cero votos. Y eso no es lo que muestran las tendencias electorales.

Algunos de los dirigentes opositores a la candidatura de Pérez aseguran que el problema está en que cada concejal que lo apoya recaudó firmas (en promedio 17 mil) y se las entregó en acto público al candidato, sin aclarar que eran apoyos para el concejo y no para la alcaldía.

La palabra final está en manos de los votantes. Son ellos quienes pueden refrendar o no los apoyos que dice tener cada aspirante. Mientras tanto, va siendo hora de que las autoridades electorales tomen cartas en el asunto.