Home

On Line

Artículo

ideología

Lo que va de Garzón a Mitterrand

"Lucho Garzón, como Mitterrand, significa para Colombia la posibilidad de construir un progresismo desprovisto de viejas cargas y culpas, que sea alternativa real a una futura derecha", opina Elkin Velásquez.

Elkin Velásquez Monsalve*
22 de noviembre de 2005

François Mitterrand fue el último de los grandes presidentes de Francia. Recuerdo una joven estudiante de la Universidad de Grenoble, en los últimos años Mitterrand, relatándome cómo en 1981 la llegada de Mitterrand al poder fue "como el paso de la oscuridad a la luz". Tal fue el sentimiento de una buena parte de la sociedad francesa, la misma que luego se sintiera en parte defraudada de que el sueño de la sociedad igualitaria no hubiera sido posible y menos después de la caída del muro de Berlín. Con Mitterrand cobró importancia la idea de un Partido Socialista no revolucionario sino reformista, a través de su desempeño gobernando.

Hace algunos meses la era Mitterrand volvió a la mente de los franceses con 'Le promeneur du Champs de Mars' (El caminante del campo de Marte), película del director Robert Guédiguian que expone los últimos años de vida del Presidente. Esta obra, basada en el libro 'Le dernier Mitterrand' (El último Mitterrand, del escritor Georges-Marc Benamou), reconstruye los diálogos entre el Presidente y un joven periodista que le ayuda en la elaboración de sus memorias.

Los diálogos muestran a un Mitterrand humano enfrentado a la muerte próxima e inefable y que revela en retrospectiva posiciones desapasionadas sobre la crisis de las ideas socialistas y la personificación del poder. Estos diálogos permiten comprender que el mayor significado de los años Mitterrand fue la construcción de confianza, en el seno de la sociedad francesa, hacia planteamientos socialistas.

Luego de muchos años de derecha durante la V República, esta sociedad entendió la alternancia política como una posibilidad cierta, como una necesidad y casi como un patrimonio de la democracia. Este hombre, gran gobernante, de gran carisma y con aspecto de ciudadano del común, probó contar con un "sentido de la historia" propio de los estadistas y entendió que la construcción de confianza entre la izquierda y los franceses fue su papel y su aporte más importante a la democracia francesa.

Luis Eduardo Garzón es el primero de los gobernantes de origen progresista en el segundo cargo en importancia en el país. Garzón ha representado en su momento una gran expectativa para las clases populares y acaso para alguna porción del establecimiento bogotano. También ha estado en la base de algunas paranoias en las extremas del espectro político: desde el vaticinio de un descarrilamiento de la ciudad por parte de la derecha, hasta la expectativa de cambios revolucionarios para una parte de la izquierda. Garzón, como entendiendo el "sentido de la historia" y su papel en la reconciliación de los colombianos, ha desarrollado un esquema de continuidad sin continuismo; continuidad del proceso de modernización de Bogotá, dándole importancia crucial al manejo de las finanzas, a la consolidación de Transmilenio y a proyectos impensables en épocas anteriores, como la valorización; y esto acompañado de un sello de "ciudad humana", a través de importantes programas sociales, que aún se deben consolidar antes de llegar a un punto de no-retorno (Bogotá sin Hambre, Salud a su hogar, atención a las víctimas de las violencias, etc.). Garzón representa, como el presidente Mitterrand en su momento, reformismo, que no revolución. Y de mantenerse esta administración con resultados satisfactorios hasta el final, se podrá hacer una comparación con aquellos balances franceses de construcción de confianza entre la sociedad y sus alternativas políticas.

Garzón, tan cerca del carisma del Mitterrand de los años lúcidos, significa para Colombia la posibilidad de construir un progresismo desprovisto de viejas cargas y culpas, que sea alternativa real a una futura derecha, ojalá evolucionada y sin excesos. Acaso la historia, paradójicamente, registre estos tiempos no sólo como los de la paramilitarización del país, sino como aquellos en los que la sociedad colombiana construyó y aceptó la alternancia política como una necesidad de la democracia.

*Investigador Universidad Externado y consultor