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'Mea culpa'

Andrea Cheer documenta el mea culpa de los medios norteamericanos respecto al cubrimiento de la guerra en Irak.

Andrea Cheer*
30 de enero de 2005

En un ambiente sospechosamente festivo, de bromas y risas sostenidas digno de la familia Adams, se realizó la rueda de prensa que Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos, convocó a los pocos días del ultimátum lanzado a Saddam Hussein para abandonar Irak con su familia o afrontar un ataque militar.

A partir de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, los medios norteamericanos adoptaron en su gran mayoría una línea editorial de unanimidad patriótica, muy en sintonía con el discurso del Pentágono y del Departamento de Estado. Tal era el grado de empatía, que durante la invasión a Irak la opinión publica nacional e internacional se preguntó qué había pasado con ese 'cuarto poder' al servicio de los ciudadanos para criticar, contrarrestar, cuestionar, debatir o rechazar, en un marco democrático, hechos inciertos, decisiones ilegales o injustas. ¿Dónde estaban los 'perros guardianes de la democracia' de los tiempos de Vietnam y del Watergate, y a dónde había ido a parar esa extensión de la libertad colectiva de expresión que son los medios de información? ¿Se habrían convertido acaso en cortesanos de la Casa Blanca?

Según el Washington Post, la consultora de medios McVay envió a sus clientes un 'Manual de comportamiento en tiempos de guerra' en el que recomendaba tocar el Himno Nacional todos los días a la misma hora y poner al aire temas que despertaran la sensibilidad patriótica y la emoción nacionalista durante el conflicto.

En medio de dicho auge nacionalista, ¿qué sector de la prensa norteamericana fue abiertamente solidario con su país en guerra y cuál conservó su deber de imparcialidad? A continuación, directores, jefes de redacción, reporteros y especialistas del periodismo de guerra responden a estas preguntas, cuestionan su actividad y analizan el cubrimiento de la guerra de Irak por los medios nacionales e internacionales.

Los periodistas 'embedded': ¿incrustados, embarcados o aliados?

Tras restringir el acceso de los medios a operaciones militares en 1991 durante la guerra del Golfo y en Afganistán, en 2003, el Pentágono convocó a los periodistas para que acompañaran a los soldados al frente.

Durante el conflicto en Irak o 'Guerra de liberación', en lugar de sancionar y censurar abiertamente, el gobierno de EE.UU. optó por una estrategia distinta y probablemente mucho más hábil : la de llevar con ellos a los periodistas encargados de cubrir el conflicto. Con este plan ideado por el Pentágono y el Secretario de Defensa, el gobierno de EE.UU. dejó asegurado que las historias de la guerra no sólo fueran las de las víctimas sino también las de sus tropas.

Unos 600 periodistas norteamericanos e internacionales embedded contaron la guerra. Todos firmaron un documento (www.defenselink.mil/news/Feb2003/d2003021embed.pdf) que delimitaba en 50 puntos lo que tenían derecho a escribir y a mostrar: prohibido mencionar nombres, fechas y lugares so pena de expulsión.

El sistema embedding no es una novedad. La figura ya existía desde la Guerra del Golfo en 1991, e incluso el conocido Robert Capa estuvo embedded durante el cubrimiento del desembarque de Normandia en 1944. La gran diferencia es que en Irak, los periodistas no estuvieron detrás de los combatientes sino con ellos, paso a paso, en el teatro de las operaciones militares. Así las cosas, todo parecía planeado para soldar periodistas y GI (soldados norteamericanos), pero ¿con qué propósitos?

François-Bernard Huyghe, del Observatorio de Información Estratégica de París, esboza una explicación: preservar el buen ánimo y la disposición a la guerra tanto de las tropas como de los civiles norteamericanos. Para ello es preciso evitarles noticias que puedan crearles dudas sobre la infamia de su enemigo o que pongan en tela de juicio su victoria final. Proteger a las tropas con tales cuidados conduce necesariamente a un ocultamiento completo de la verdad de los hechos. Esta estrategia viene a ser complementada por otro elemento: dirigir la atención. Llevarlos a ver lo mejor del espectáculo, para de esa forma atraerlos del lado de 'los buenos'. Por eso también era preciso orientar los sentimientos de compasión de los periodistas con mucho más cuidado que los cañones. Huyghe sostiene que los medios, tratados casi como perros a quienes sus amos calman con un buen hueso, tuvieron una visión maniquea del conflicto, una visión comunitaria: nosotros, nuestros campos, nuestras tropas.

Del relato de Miguel Molina, columnista de BBC Mundo, se desprende que los periodistas de guerra están en el deber de cuidar tres frentes: el ego, el conflicto que ven y el conflicto que les cuentan. La situación en Irak ha mostrado dos caras del periodismo: de un lado, gracias a la condición de que gozaron ciertos reporteros, se tuvo acceso privilegiado al frente de batalla, pero el reverso de la moneda fue que estos, vestidos de casco y uniforme, alteraron el equilibrio informativo: no dudaron, no preguntaron.

En este conflicto han estado presentes más periodistas que en ninguna otra guerra, pero todos dijeron y mostraron lo mismo. La pluralidad y diversidad de los medios fue extraordinaria, pero la desinformación y el rumor alcanzaron sus máximos niveles. Todo el acervo informativo captado en primera línea por los medios era filtrado, canalizado, centralizado y confiado a especialistas del POC (Point of Contact o punto de contacto con el Pentágono). A esta situación, Victoria Clarke, asistente de prensa del Secretario de Defensa de Estados Unidos, le llama "extraordinaria cooperación" con los medios internacionales.

Internet fue el medio revelación que cobró mayor credibilidad y respetabilidad por cuenta de los blogs o comentaristas especializados, quienes narraron en sus diarios digitales el acontecer diario del conflicto. Desde Internet se cuestionaron las intenciones del gobierno de Bush y se cubrió el ángulo iraquí. La red fue posiblemente el único medio que no relató la guerra como se comenta un partido de fútbol. Internet no se limitó a decir de qué lado del campo estaba la bola, ni a qué lado entraba la bala. No actuó ni como portavoz ni como promotor de la guerra.

Los sitios web de la BBC y del diario inglés The Guardian vieron crecer su trafico de visitantes en 47 y 83 por ciento respectivamente. Por su lado, las ventas del New York Times cayeron en 5 por ciento y las del Washington Post, en 2 por ciento a partir de la segunda semana de la invasión a Irak, según el reporte FAS-FAX del Buró de Circulación de la ABC.

La condición de embedded ha sido severamente cuestionada en el medio periodístico pues se convirtió en una labor titánica distinguir entre soldados y periodistas. Varios de los periodistas fueron acusados por la opinión pública y por sus propios colegas de ser cómplices de Bush y de su gobierno. Profesionales de los medios han coincidido en decir que el error de los periodistas consistió en no haberle dedicado suficientes recursos a buscar las explicaciones que fundamentaron la decisión de invadir Irak y de haber omitido explicarle a la opinión de manera clara y transparente los antecedentes de la guerra.

Uri Avnery, de Counter Punch, fue más severo. En una entrevista publicada por el diario argentino Clarín expresó que "nunca antes tantos periodistas traicionaron su deber como en esta guerra", y calificó de "press-titution" (prostitución de los medios) la relación de estos últimos con los militares. Los periodistas que aceptan ir a combate acompañando a las unidades militares quedan cautivos de dicha unidad. En inglés el término embedded suena a 'acostarse', y eso se aplica a lo sucedido, sostuvo Avnery.

En un foro realizado en la Universidad de Kansas, el director general de la BBC, Greg Dyke, criticó el patriotismo ciego de la FOX en el cubrimiento del conflicto. La cadena de noticias divulgó comentarios sesgados, como "El presidente Bush hizo lo que Jesucristo hubiese hecho para proteger al pueblo americano".

En el marco del quinto festival de Visa por la Imagen (Perpignan, Francia) se debatió ampliamente el cubrimiento de los periodistas en Irak. Chris Anderson, fotoperiodista para US News & World Report, defendió su condición de embedded. Expresó que solamente le prohibían decir dónde estaba y debía esperar 72 horas antes de difundir la foto de un norteamericano muerto con el propósito de avisarle previamente a su familia. Él se negó cuando le propusieron un arma para su defensa personal. Y subraya que el problema de ser un fotógrafo incrustado no era tanto la censura como el tema de la objetividad que queda atravesada por los lazos afectivos que se crean durante la convivencia con los GI. Anderson puso de relieve la lucha cotidiana por la objetividad cuando se depende de los soldados norteamericanos para alojarse, protegerse y comer.

En este mismo sentido, durante la conferencia realizada en el Cape (Centro para la prensa extranjera) en París, Yves Eudes, periodista de Le Monde, expresó su preocupación por la camaradería que se instalaba forzosamente con los militares, y manifestó la casi imposibilidad de llevar a cabo el principio del 'contacto y la distancia', uno de los pilares fundamentales del ejercicio periodístico. Concluye que la guerra de Irak ha sido más peligrosa para el periodismo que para los mismos militares.

Sin embargo, Teresa Bo, periodista de guerra para medios hispanos y colaboradora de la BBC en Medio Oriente, declaró para ese mismo diario que de su experiencia como periodista 'incorporada' rescataba el hecho de haber experimentado las vivencias de un ejército desde una cercanía privilegiada: "Sentí sus miedos, sus alegrías, sus tristezas, sus ganas de hablar con sus familias, con sus novias y en muchos casos la incomprensión sobre lo que estaba pasando". Y agrega que "tener a los periodistas en primera línea fue una muy buena fuente de información; hubiera sido peor si nos hubieran dejado esperando en la frontera de Kuwait".

Otros periodistas defienden la situación de embedded. Del artículo 'Satisfechos con los empotrados pero...', publicado por Periodistas 21, sitio web galardonado como uno de los mejores blogs periodísticos (Deutsche Welle International Weblog Awards 2004), se desprende que tanto los corresponsales integrados con las tropas como los editores están satisfechos con la estrategia. "Los primeros destacan en el Washington Post que los norteamericanos y el mundo entero están viendo y leyendo en directo el comportamiento profesional de las tropas. Los segundos señalaban al comienzo de la guerra su sorpresa por la libertad de información de los periodistas en el frente, pese a las normas impuestas por los militares".

Coincide con esta misma línea de opinión Colin Bickler, ex reportero de guerra y profesor de periodismo de la City University en Londres, quien explicó a la agencia Reuters que "de esa forma los reporteros reciben información que de lo contrario no obtendrían".

Pese a esta defensa de los periodistas incrustados, incluso en Estados Unidos hay quienes consideran que el cubrimiento de la guerra en Irak por la prensa norteamericana fue un fracaso. Según Evan Cornog, especialista en medios de la facultad de periodismo de la Universidad de Columbia, dicho fracaso obedeció fundamentalmente a que la Casa Blanca se encargó de manejar los medios imponiéndoles su propia agenda ideológica. Según las encuestas, entre el 60 y el 70 por ciento de la población norteamericana está convencida de que Saddam Hussein estuvo personalmente vinculado a los ataques del 11 de Septiembre, pues tal fue el argumento presentado por el presidente Bush. Reitera que en el caso de Irak, mensaje y mensajero se confundieron a la hora de entregar la información.

En el libro Tell me Lies (Cuéntame mentiras) se estudió el impacto y la cobertura del conflicto de los periodistas embedded. Escrito por unos 40 periodistas y comentaristas, el libro indica que la competencia entre los diferentes medios de comunicación desembocó tanto en la difusión rápida y ligera de la línea oficial del ejército como en la divulgación de imágenes 'limpias' de la guerra, con escasas bajas iraquíes. Según estadísticas registradas por la revista Editor and Publiher, de un centenar de profesionales, 43 por ciento está en contra del sistema embedding y un 19 por ciento considera que los periodistas que acompañan a las tropas pierden la perspectiva por su excesiva proximidad.

Uno de los eventos que da cuenta con mayor amplitud de la manipulación de los medios por las agencias gubernamentales es el derrumbe de la estatua de Saddam Hussein, un acontecimiento que ha sido descrito unánimemente por la prensa norteamericana como el símbolo de la caída de la capital iraquí. Los comentaristas de las principales cadenas de televisión se apresuraron a comparar la caída de la estatua de Saddam Hussein con la del muro del Berlín. "Este hecho histórico no fue una -mise en scène- como sí lo fue el derrumbe de la estatua, comenta John Mac Arthur, editorialista de la revista Harper's. En el lugar había más periodistas que bagdadíes y las cámaras de televisión captaron primeros planos de una multitud de personas para hacer creer a los televidentes que el pueblo bagdadí se sublevaba cuando en realidad sólo estaban presentes una buena docena de agitadores profesionales. Sin embargo, la imagen que le dio la vuelta al mundo fue la de un hombre colgado a la altura del cuello de la estatua de Saddam Hussein. Primero el rostro de esta apareció cubierto con la bandera de EE.UU. y segundos después se reemplazó por la bandera de Irak. Un error voluntario pero necesario para la campaña presidencial de reelección de George Bush.

Mea Culpa

Si bien como afirmó Scott Ritter, ex inspector de la ONU en Irak, "los periodistas estaban en el bolsillo de la Casa Blanca cuando era imperativa su presencia para cuestionar la decisión del gobierno de Bush de invadir Irak", durante el primer trimestre de 2004 los principales diarios y programas de opinión nortemaricanos lamentaron su falta de independencia, de rigor y de coraje en el cubrimiento de los hechos en Irak.

El 30 de abril de 2004, el periodista de la ABC Ted Koppel, en la emisión Nightline, uno de los programas con más alto nivel de audiencia en EE.UU., leyó durante 40 minutos uno por uno los nombres de más de 700 soldados norteamericanos caídos en combate durante el conflicto en Irak acompañado por la foto de cada GI. "Si he leído estos 721 nombres durante esta noche, no es ni para provocar una oposición a la guerra ni para avalarla. Algunos de ustedes están convencidos de que estoy contra la guerra y eso es falso, pero ese no es el punto. Estoy contra el hecho de sostener la ilusión de que una guerra puede llevarse a cabo sacrificando a algunos hombres sin sentirnos concernidos por ello", aclaró Koppel durante la emisión.

El viernes de esa misma semana, el diario USA Today les dio la portada a las imágenes de los soldados caídos en combate y en el diario publicó el listado de nombres. El Washington Post publicó también las fotos en tres páginas interiores.

La ola de reivindicación periodística continuó en mayo de 2004 con Dan Rather, periodista de CBS, quien transmitió las irregularidades y los abusos cometidos por los militares norteamericanos en la prisión de Abu Ghraib a los presos iraquíes. Mac Arthur, de la revista Harper's, calificó de "vergonzosa" la actitud del periodista Rather pues si bien con este reportaje televisivo -que causó el mayor impacto en la opinión publica-, Rather trató de recuperar algo de su credibilidad, califica de "imperdonable" el que haya silenciado los hechos de AbuGhraib durante dos semanas so pretexto de que el jefe de las fuerzas militares les pidió a las directivas de la emisión 60 Minutes que ahogaran la historia so pretexto de que había un soldado americano secuestrado.

Helen Thomas, defensora de los periodistas políticos norteamericanos, recordó la experiencia del cubrimiento mediático en Vietnam en una entrevista realizada por el documentalista francés Yves Boisset. Tal cubrimiento fue el que puso fin a la guerra, anotó Thomas, dado que por primera vez, el pueblo norteamericano vio cómo la guerra entraba en sus casas a través de sus pantallas de televisión. Los soldados quedaron convencidos de que su derrota se debió en gran parte a la labor de cubrimiento de los periodistas.

Ecología de la información

Los medios masivos de comunicación (radio, prensa y televisión), en manos de emporios económicos como News Corps, Viacom, AOL, Time Warner, Bertelsmann, Microsoft o Disney, se han vuelto expertos en hilvanar realidades y mentiras. Cada día participan más activamente en el gran juego de la comunicación y cada vez menos en su deber de información. ¿Cómo resistir a la ofensiva de ese poder emergente que utiliza una meditada estrategia de disuasión y manipulación por medio de una pesada artillería de información-propaganda? ¿Cómo hacer un periodismo social y profesionalmente 'rentable' cuyo resultado satisfaga tanto los intereses de los inversionistas como las exigencias de la profesión?

En un articulo titulado 'El quinto poder', Ignacio Ramonet, director del diario francés Le Monde Diplomatique, expresa la necesidad urgente de reflexionar sobre la manera como los ciudadanos pueden exigir de los medios una mayor deontología que les permita ejercer su oficio en función de sus propias convicciones, sin ceder a los intereses de los grupos económicos para los cuales trabajan. Desarrolla su punto de vista sobre lo que llama el surgimiento necesario de una "ecología de la información". Ramonet utiliza como punto de partida el paralelo de las épocas en que la comida era un bien escaso en varios lugares del planeta y aquella en que en los campos hubo bonanza y por ende, sobreproducción de alimentos por la revolución agrícola que se produjo en particular en Europa del Oeste y en Norteamérica. Se constató que varios productos alimenticios estaban envenenados con pesticidas que perjudicaban gravemente la salud de los consumidores. Con la información ocurre el mismo fenómeno, anota Ramonet. Lo que antes era escaso y de difícil acceso hoy en día intoxica, contamina, asfixia... La ecología de la información surge entonces con el propósito de hacerle un contrapeso a la tiranía de la comunicación y al exceso de poder de los grandes grupos mediáticos. Para tales fines se creó el Observatorio Internacional de Medios (Media Watch Global) con sede en París, cuya misión consiste por un lado en luchar contra la confiscación del derecho a la libre expresión y por el otro, en limpiar y descontaminar el material informativo. El Observatorio Internacional de Medios será quizás el punto de arranque que permita volver a los tiempos del periodismo de la información que tanto ha cedido durante la última década al entretenimiento, al periodismo-publicidad y a la mera comunicación.

* Periodista free lance en Francia