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“Mi gol monumental”

Sus anotaciones con la Selección no fueron muchas, pero hizo uno de los más importantes en la Copa América de 1987: el segundo contra Argentina en la cancha de River.

Juan Jairo Galeano
22 de junio de 2007

El fútbol colombiano dio su primer campanazo de alerta en 1985, cuando el profesor Luis Alfonso Marroquín impresionó al continente con una selección juvenil que logró su cupo al Mundial de la Unión Soviética. Dos años después, en 1987, Francisco Maturana empezó a mostrar lo que se les venía a los rivales con una muy buena selección que tuve la oportunidad de integrar, y que dejó una grata imagen en el Preolímpico de Bolivia.

Ese mismo año, se disputó la Copa América en Argentina. Durante el proceso de convocatoria, el profesor Maturana acertó al reunir a un grupo de jugadores humildes, con grandes capacidades. A pesar de eso, sentíamos que el fútbol colombiano no había ganado nada y que rivales como Argentina y Brasil eran invencibles para nosotros. Dentro de la concentración, Maturana nos hizo ver que las distancias y las diferencias no eran futbolísticas, sino culturales y mentales.

Recuerdo que con vehemencia nos repetían: “¿Ustedes tienen dos ojos, dos narices, dos manos, dos piernas?” Y nosotros respondíamos: “¡Sí profe!” “¿Y los brasileños y los argentinos?”, decía Maturana. “También”, le contestábamos”.

El equipo tomó conciencia. Llegamos a la Copa América y nuestro fútbol impresionó a todo el mundo. Sin embargo, Chile nos eliminó en semifinales.

Salimos de la cancha devastados y derrotados, pero de inmediato en el camerino el trabajo de motivación rindió sus frutos y empezamos a preguntar contra quién íbamos a disputar el tercer puesto. La respuesta sorprendió: el rival era Argentina.
El grupo que llevó Maturana a esta Copa América contaba con diferentes clases de líderes. Los motivadores eran Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez, Andrés Escobar, Luis Fernando ‘Chonto’ Herrera y Leonel Álvarez. Estaban también los mediadores como Bernardo Redín y Carlos el ‘Pibe’ Valderrama. Y los temperamentales como Carlos Mario Hoyos y Luis Carlos Perea. Pero sin duda el que merece un capítulo aparte era Norberto Molina: era el de mayor experiencia. La alegría la aportaba Higuita, el ‘Loco’ más cuerdo que he conocido en la vida: excelente amigo y compañero.

Dentro de la concentración teníamos un sistema de rotación de habitaciones. Tuve la oportunidad de compartir con ‘El Pibe’, que era muy dormilón; con Carlos Mario Hoyos, un estudioso del fútbol; Bernardo Redín, un comprador de todo tipo de cosas, y con ‘Barrabás’ Gómez, en esa época, un enfermo por escuchar radio. Hoy supongo que debe tener un ipod de 80 gigas.

El 11 de julio de 1987 íbamos camino al estadio Monumental. En el camerino nos enteramos que los gauchos iban con toda su formación titular, es decir, Maradona con todas las estrellas que habían ganado la Copa del Mundo.
Recuerdo algo que fue la clave del partido: en la charla técnica Maturana nos prohibió que nos tomáramos fotos o le pidiéramos la camiseta o autógrafos a Maradona.
De entrada, Colombia asumió el control del partido y a los ocho minutos llegó el primer gol. Valderrama me pasó una pelota en la mitad de la cancha, yo la retuve, se la toqué corta a ‘Barrabas’ Gómez, y él sacó un zurdazo de 40 metros que fue inalcanzable para Luis Islas. Con el 1 a 0 el equipo tomó ‘berraquera’ hasta lograr el segundo gol en el minuto 27. Fue un pase espectacular del mejor jugador de la Copa América, el ‘Pibe’ Valderrama, quién me dejó solo frente al arquero y solo fue definir. Fue el gol más importante de mi carrera. No se puede expresar y hacer entenderle a la gente lo que en ese momento se puede sentir,empezando por la incredulidad que sentí por hacerle un gol histórico a Argentina en el Monumental.

Después de muchos años descubro la importancia que tuvo ese gol. En la cancha, con la pelota, hicimos olvidar a Maradona y a todas sus estrellas.

Prácticamente con ese triunfo le empezamos a mostrar a las futuras generaciones de Colombia que se puede jugar de igual a igual en cualquier estadio del mundo, y ante cualquier rival. Fue la ratificación de que éramos muy buenos, simplemente cambiando la estructura mental del jugador colombiano.