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Nada que aprenden

El paro promovido por los transportadores bogotanos contra el gobierno del alcalde Garzón, es un claro ejemplo de que los líderes gremiales del sector transportador no terminan de aprender la lección, piensa el ex concejal Juan Carlos Flórez.

Juan Carlos Flórez
5 de mayo de 2006

En la pasada administración, y ahora nuevamente, los transportadores han pretendido obligar a negociar a los alcaldes mediante la paralización de más del 80 por ciento del transporte público. En ambas ocasiones, sus demandas se han estrellado contra el rechazo tanto de las administraciones como de parte significativa de la ciudadanía.

Deficiencia gremial

La gran desgracia del transporte público bogotano es la deficiencia de sus líderes gremiales. Estos no han sido capaces, en su mayoría, de asumir la transformación que TransMilenio trajo consigo. Acostumbrados al maridaje con los políticos de todos los pelajes, cuyas campañas financian, y a controlar la Secretaría de Tránsito y el Concejo de la ciudad, los lideres gremiales no se capacitaron, no aprendieron de las experiencias de transporte masivo en otros lugares del mundo, no innovaron empresarialmente y se dedicaron solamente a ordeñar a los usuarios bogotanos. Por eso la actitud ante TransMilenio de la gran mayoría de los líderes gremiales ha sido reactiva. No han puesto sobre la mesa de negociación en los últimos años, ninguna propuesta solvente que ayude a poner al día al transporte público y lo convierta en mecanismo complementario de la inevitable expansión de Transmilenio.

Si hay un problema

El anticuado estilo de presionar a los gobiernos de la ciudad por parte de los transportadores, no debe llevarnos a ignorar que existe un problema en el transporte de la ciudad. La llegada del transporte masivo reduce paulatinamente los usuarios del sistema tradicional. Y este sistema no puede solamente extinguirse por la vía de la chatarrización, puesto que la plata finalmente la ponen los usuarios al pagar los pasajes. A su vez, Transmilenio no cubrirá hasta dentro de muchos años las grandes vías de la ciudad, y aun así, como ocurrre en otros lugares del mundo, necesitaremos de servicios complementarios de transporte urbano. Ese servicio podría ser brindado por muchos de los actuales transportadores, pero eso exigiría de un liderazgo gremial capaz de entender el cambio que vive la ciudad. Infortunadamente, la gran desgracia de la mayoría de los pequeños propietarios de buses es que ese liderazgo no existe.

El pez grande se come al chico

Aun cuando el folclor urbano imagina iguales a todos los propietarios de buses, busetas y colectivos, ese grupo no es homogéneo. La mayoría son pequeños propietarios, que no disponen ni de músculo financiero ni de herramientas gerenciales para asumir el cambio. Estos pequeños propietarios durante años han sido esquilmados por las empresas de transporte, que no les proporcionan nada y en cambio, se quedan con la parte más jugosa del negocio. Del otro lado están los peces grandes, los dueños de las empresas, que se han capitalizado en las últimas décadas y se han comido la tajada más grande, lo que les permite cebar a sus políticos aliados. Astutamente, en las protestas, los peces grandes se camuflan detrás de los peces chicos. Y lo que los grandes buscan es un negocio de gana-gana, pero sólo para ellos.

El gana-gana de los peces gordos
 
Varios de estos peces grandes son a la vez socios de TransMilenio. De una parte se han hecho multimillonarios con las jugosas concesiones de TM. Y a la vez, siguen jugando con sus empresas tradicionales, a perpetuarse con un buen pedazo del transporte tradicional de la ciudad. Escondiéndose detrás de las protestas de los pequeños propietarios, lo que quieren es seguir mangoneando el transporte bogotano. Como las concesiones de TM tienen un límite en el tiempo, se curan en salud manteniendo a la vez sus tradicionales emporios de poder, las empresas. Un auténtico gana-gana que no tiene la menor presentación. La Alcaldía debería exigir a esos grandes transportadores, los máximos beneficiarios de TM, no jugar a dos bandas.

Una salida necesaria
 
La ciudad necesita que el transporte tradicional se transforme y acompañe el proceso iniciado por TransMilenio. Los únicos empresarios beneficiarios de Transmilenio no pueden ser sólo los grandes transportadores del sector privado y algunos grupos especializados en las licitaciones públicas. Las decenas de miles de pequeños transportadores se merecen un mejor liderazgo y la posibilidad de emanciparse de las empresas parásitos, que cual rémoras han vivido de los usuarios bogotanos, sin contribuir en nada a la mejora del transporte. La Alcaldía, a través de su Secretaría de Tránsito, debería impulsar una renovación empresarial que beneficie a la masa de pequeños propietarios del transporte. Así empezaríamos a dar solución a un problema social que la modernización del transporte en nuestra ciudad ha traído consigo.