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Todos los comerciantes del mercado de Barranquilla pagaban vacuna a los paramilitares de la Costa que, se presume, fueron quienes asesinaron al médico Antonio José Muñoz antes de que pudiera denunciar los manejos irregulares en las ARS de Sabanalarga.

Paramilitarismo

“No se cansaba de disparar”

8 de noviembre de 2006

(Sabanalarga, agosto de 2003)

Amalfi Patricia Henríquez Jiménez es una joven médica. Se presentó ante funcionarios de la Policía Judicial para informar sobre el ataque de unos sicarios en el que resultó muerto su esposo el también médico Antonio José Muñoz Vizcaíno. El galeno había detectado manejos irregulares en algunas ARS en el municipio de Sabanalarga y al parecer tenía programado un viaje a Bogotá para denunciar lo que estaba ocurriendo.

“El 9 de agosto de 2003, siendo las 21 horas mi esposo y yo estábamos sentados en la puerta de la casa, nos íbamos a tomar un trago de whisky, ya estaban servidos. Inicialmente yo me encontraba sola, sentada en la puerta y él estaba dentro.

Luego, la verdad es que no me di cuenta si había alguien alrededor, él se sentó conmigo, hablamos y lo noté bastante pensativo. Le pregunté qué lepasaba y me dijo que estaba bastante preocupado por la mamá que estaba recién operada. Lo último me dijo fue que se sentía orgulloso de su mamá, que era la mamá más linda y cuando estábamos hablando yo sentí al niño llorar, él estaba enfermo, tenía fiebre.

Le dije que me esperara mientras lo dormía, me levanté y entré al cuarto. La muchacha que trabaja conmigo estaba a mi lado, cuando yo me senté a dormirlo en la mecedora sentí los disparos e inmediatamente me asomé y le dije a la muchacha que se quedara en el cuarto con el niño.

Yo no estaba segura si era un tiro de revólver, pero los sentí muy cerca y por eso salí, cuando salí vi a un hombre que estaba disparando pero no me imaginé que era a mi esposo a quien disparaban, porque yo a él no lo veía.

Yo traté de ir hasta donde él para que no le siguieran disparando y la muchacha me aguantó, ese hombre no se cansaba de disparar, una y otra vez. Cuando se fue yo salí como a los 10 segundos y lo encontré ahí, tirado, y comencé a pedir auxilio a los vecinos, necesitaba ayuda él pesaba mucho, no podía con él. En seguida llegaron dos vecinos y uno de ellos me quitó las llaves del carro y nos trasladamos para el hospital y cuando llegamos ya estaba muerto.

De los sujetos que asesinaron a mi marido, yo vi a uno solo, era delgado, trigueño, tenía una camisa blanca por fuera con un jean azul desteñido, cabello corto y era bastante joven.

Estábamos tan tranquilos que cuando nos sentamos llegaron unas tías mías a visitarnos, pero ni siquiera se bajaron del carro. De pronto una moto pitaba insistentemente porque mi tía estaba obstaculizando la vía y los observé pero tenían las luces de la moto en alto y pude ver que el que manejaba tenía un casco cerrado y el parrillero tenía una camisa blanca pero no le vi la cara porque las luces de la moto me lo impedían. Cuando mi tía les dio vía para que pasaran, la moto se les apagó, la prendieron y se fueron”.