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"No creo que haya una fuerza capaz de desestabilizar a Occidente"

El historiador Luis Eduardo Bosemberg, profesor del cultura islámica en la Universidad de los Andes, explica por qué descarta un gran conflicto entre religiones.

15 de agosto de 2004

SEMANA.COM: ¿Por qué se habla de un choque entre Islam y Occidente?

Luis Eduardo Bosemberg: La historia entre los dos ha sido de amores y odios. Allí ha habido momentos de conflicto y al mismo tiempo épocas de conciliación, de intercambio comercial y cultural. Eso nos da una idea de que no todo ha sido blanco y negro. No es que, por un lado, el Islam no haya sido una cultura con intenciones de controlar Occidente o viceversa. Ambas han creído tener la verdad. Hace mil años, por ejemplo, el cristianismo era la religión por excelencia, era la religión predominante en Europa y el papado tenía una importancia inmensa. Estaban convencidos de ser una verdad única y revelada.

SEMANA.COM: ¿Ese convencimiento también lo tiene el Islam?

L.E.B.: El Islam es posterior al cristianismo, nace en el siglo VII y hereda eso. Los musulmanes creen que ellos son la última revelación. Mahoma, dicen ellos, es el último de los grandes profetas, antes vinieron Jesús, Moisés y otros tantos. Pero Mahoma fue el último gran profeta que recibió la última gran revelación. Ellos dicen que cristianos y judíos recibieron parte de la verdad, pero la verdad se completó con Mahoma. Entonces es obvio que choquen dos religiones que se creen universales, que inclusive persiguieron disidentes.

Las cruzadas son un ejemplo de lo que estoy diciendo. En la Edad Media, el mundo cristiano estaba convencido de que en los territorios habitados por los musulmanes había unas tierras santas invadidas por los infieles. Entonces llevaron a cabo las cruzadas. Éstas son claves, porque fueron el primer gran enfrentamiento entre el mundo occidental y el islámico, que las mantiene en el recuerdo colectivo. De hecho la palabra 'cruzada' en Medio Oriente todavía recuerda las épocas medievales y representa a Occidente cuando conquista el Medio Oriente.

SEMANA.COM: ¿A partir de eso, hay otras pruebas que sustenten un futuro choque de civilizaciones entre Islam y Occidente?

L.E.B.: La raíz de esta teoría del choque de civilizaciones está en los 80, cuando el fundamentalismo islámico comenzó a tener fuerza con hechos muy precisos. Por ejemplo, en 1979 triunfó en Irak la revolución islámica, que para Estados Unidos fue un horror y en 1980, los americanos, los saudíes e incluso los Ben Laden fueron a Afganistán a luchar en contra del enemigo soviético. Esos movimientos reforzaron la ortodoxia islámica, según la cual había que retomar ciertos valores que se habían perdido. La desviación de ésta se convirtió en el fundamentalismo que se vive hoy en algunos sectores.

SEMANA.COM: ¿Ese fundamentalismo, sumado a la resistencia contra Occidente y otros hechos permitirían hablar entonces de un gran conflicto?

L.E.B.: Es difícil. Sobre todo porque no hay un Islam unido y nunca lo ha habido. Ellos siempre se han dividido en grupos; los más representativos son los chiitas y los sunitas, que están divididos desde el momento mismo de la consolidación de la religión y que siempre se han enfrentado. Y, si bien todos los musulmanes comparten ciertas creencias y ciertos libros clásicos, a partir de eso hay interpretaciones diferentes que dividen la religión. Una prueba de ello es la Liga Árabe, una unión de países en Medio Oriente. Ellos son débiles y carecen de toda fuerza. Por eso, desde el punto de vista político y militar es imposible que haya una alianza en contra de Occidente.

Por eso yo no veo ni a corto ni a mediano plazo algún tipo de unidad en la región y tampoco una capacidad destructiva en contra de Occidente, ni por parte de los Estados, ni de estos pequeños grupos como Al Qaeda y otros minoritarios que hacen ruido pero no logran consolidar una gran fuerza.

SEMANA.COM: ¿Entonces cómo ve lo que está pasando ahora?

L.E.B.: Lo que se ve hasta el momento es que hay una resistencia hacia Occidente. Pero no creo que haya una fuerza capaz de desestabilizar al mundo, sobre todo porque Occidente es muy sólido económica y militarmente.