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20 de agosto de 2005

"La verdad es la única justicia que pido"

Josefina Chavita de Casanare, madre de 15 hijos, ha perdido siete en el conflicto: Jorge Enrique de 15 años, asesinado (1998); Faudy, de 22 años (1999), muerta en circunstancias poco claras; Dianny, desaparecida (2000); Luis Ariel, asesinado; José Orlando de 29 años, desaparecido (2002); José Orlando, de 29 años y John Alexander (2003), desaparecido. Sus tres hijos desaparecidos, hacen parte de los 385 secuestrados y desaparecidos que la Defensoría del Pueblo ha reportado entre 1998 y 2005 en Casanare.

"No supe más de John Alexander, después me dijeron que ese día se perdieron otros 17 muchachos en Yopal y que terminaron con los paras, por eso tampoco puedo decir si es cierto, la única verdad es que mi hijo no volvió", dice.  Todavía le debo 70.000 pesos a la Funeraria Santos de la última cuenta, porque a mí los entierros me los fían. La justicia la espera uno de Dios no de las demás personas, yo tengo que seguir adelante por los otros nueve hijos que me quedan vivos, y sólo quiero saber qué pasó, porque es muy duro enterrar hijos, pero es más terrible no saber qué pasó con los que desaparecieron".

Recuperar aunque sea los huesos

John Rojas de 16 años, de la vereda El Provenir, Rioblanco, Tolima, presenció el asesinato de su hermano y de su padre a manos de ocho paramilitares. Los crímenes fueron atribuidos a alias 'El Cirujano', llamado así porque usaba una motosierra para matar a sus víctimas. Las autoridades no dan cuenta de su paradero.

"No olvido las imágenes de mi hermano tirado en el piso bañado en sangre y un letrero que decía por auxiliar la guerrilla. Tenía siete tiros y le habían cortado la lengua y la de mi padre tratando de escapar. Lo obligaron a subirse a un carro y nunca volvió. Me parece imposible que los asesinos de mi hermano y mi papá se beneficien con medidas que les eviten pagar lo que han hecho, mientras que a mí nadie me ha respondido. Espero recuperar aunque sea los huesos de mi papá. Me gustaría que los que lo desaparecieron me dijeran adónde lo enterraron para vivir tranquilo conmigo mismo. Hasta se los agradecería".

Quiero saber qué paso

Jaime Peña, un vendedor de seguros, padre de Yesid, secuestrado y desaparecido a los 16 años, en Barrancabermeja, a manos de un grupo de por lo menos 30 hombres que ingresaron a los barrios populares, asesinaron a ocho personas y desaparecieron a otras 25. Alias 'Camilo Morantes', uno de los jefes paramilitares de las Autodefensas del Magdalena Medio, se atribuyó el hecho.

"Vi impotente desde la ventana de su casa, como un hombre encapuchado con fusil en mano se llevaba a Yesid. Hoy sólo sé que hay dos paramilitares capturados y varios miembros de la Fuerza Pública destituidos por omisión. Esto no me satisface porque aún no sé dónde está mi  hijo. No creo que algún criminal vaya a confesar el horror de sus hechos. Para mí y para mi familia la reparación no es una suma millonaria, sino saber la verdad, saber qué pasó con él. Mi última esperanza es la justicia internacional, pues el caso ya  fue admitido para estudio en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos".

¿Alguien nos ha explicado?

Tres hermanos de Alirio Paz de 30 años, de Pradera, Valle, secuestrado y golpeado brutalmente por paramilitares el 28 de febrero de 2002:

"Alirio era un destacado deportista y amaba los perros, tenía un labrador dorado. Se estaba bañando en el río Bolo, cerca del paraje El Edén, cuando los paramilitares se lo llevaron. Testigos de los hechos dicen que se resistió con dignidad y que por eso fue golpeado brutalmente. Desde ese día nadie lo ha vuelto a ver. No lo hemos dejado de buscar, incluso hablamos con varios comandantes del Bloque Calima de las autodefensas que nos dijeron. 'Mire con su hermano nos equivocamos y ahora es finado". 

"Dimos un dinero para que nos dijeran dónde lo habían enterrado pero nos engañaron y como ahora están desmovilizándose. Doce de los que se equivocaron con mi hermano ahora caminan tranquilos por el pueblo y le juro que lo del gobierno es una payasada. No es justo que nosotros, las víctimas, tengamos que seguir soportando dolor. ¿Alguien nos preguntó si queríamos esta ley de Justicia y Paz? ¿Alguien nos la ha venido a explicar?".

"Cada vez que termino de abrir un nuevo hueco en la tierra, porque llega la noticia de que Alirio está enterrado por tal vereda, digo: ¡malditos!".

"No vamos a olvidar"

Alfredo, familiar de siete víctimas de la masacre de El Salado, Bolívar, ocurrida entre el 18 y el 21 de febrero de 2000, dejó 100 muertos. Se le atribuye a un grupo de 400 paramilitares comandados por cinco personas que responden a los alias de 'Amaury', 'Cinco Siete', 'Nicolás', 'Codaza' y 'Rocoso'. En su salida del pueblo se dice que asesinaron a 50 personas más en las veredas La Sierra, El Cielito, Pativaca, El Bálsamo y otras veredas en donde nadie se ha tomado el trabajo de buscar nuevas víctimas. Diez y seis de los familiares de las víctimas que regresaron cuatro años después han sido detenidas acusados de ser colaboradores de la guerrilla. Un número similar de paramilitares está preso como autores de la masacre.

"Ese día reunieron a la gente en la plaza del pueblo en un pozo de agua llamado la Trampa, y los hacían numerarse para después rifar los números con los que escogían a sus víctimas. El que se ganaba la lotería era ejecutado frente a todos, a algunos los agachaban y le daban un tiro de gracia en la nuca, a otros los degollaban o ahorcaban, recuerdo que una madre comunitaria, Rosmira Torres Gamarra, fue apaleada en frente de todo el mundo. También violaron a varias mujeres.  

Hoy nos han señalado sin fundamento, como si fuéramos unos delincuentes peligrosos, se ha degradado el mismo proceso de retorno ya por esto muchos temen regresar por lo que está ocurriendo. Nosotros no vamos a olvidar lo que ocurrió en El Salado, aquí asesinaron a trabajadores, campesinos y mujeres, el país tiene que conocer lo que ocurrió aquí, que el Salado existe en Colombia y en el departamento de Bolívar. Queremos que se aplique la ley de Justicia y Paz, merecemos que nos garanticen los derechos que tienen los demás colombianos".

Espera en El Aro

Marta Restrepo*, cuyo padre, tendero y agricultor Antonio Restrepo*, de 60 años, fue asesinado en la masacre de El Aro sucedida en octubre de 1997, junto con otras 13 personas. Paramilitares al mando de Carlos Castaño y dos hombres apodados 'Cobra' y 'Junior' además destruyeron el pueblo. También violaron a una profesora. Hoy a El Aro sólo han regresado 28 de las 70 familias que lo habitaban. No hay energía eléctrica y la reconstrucción está a medias. Incluso, hubo tres incursiones más de los paramilitares: en las dos primeras saquearon los víveres y en la última ocupación, de febrero a abril de este año, acamparon en los alrededores del pueblo y en viviendas abandonadas.

"Mientras estaba en Yarumal, al otro lado de la cordillera, los paramilitares primero amarraron a mi papá de una cabina telefónica y lo golpearon hasta desfigurarlo con hematomas y cuchilladas. Luego lo llevaron al lado del cementerio, lo ataron a un árbol y lo despellejaron miembro por miembro. Cuando daba los últimos respiros, lo destriparon. Al corral de la casa le arrojaron una granada, volando los 30 cerdos en pedazos y también los últimos cuartos de nuestra vivienda. Al volver, un año después, sólo hallé en pie la puerta de la vivienda y las fincas de mi padre cubiertas por la maleza. Los niños en la escuela dibujan muertos y fusiles en los talleres de pintura. Aunque el caso está en manos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, espero que el Estado colombiano castigue a los culpables y reponga a mi familia y a la comunidad de El Aro el dinero y los bienes que perdimos".

*(nombre cambiado por razones de seguridad)