Home

On Line

Artículo

MARZO 9, 5:00 P.M.

Polo a tierra

El principal rival para la consolidación del Polo Democrático como actor decisivo en las elecciones presidenciales es el mismo Polo. La consulta interna del domingo pondrá a prueba las verdaderas intenciones integracionistas de sus miembros.

Élber Gutiérrez Roa
9 de marzo de 2006

Con la consulta interna del 12 de marzo al Polo Democrático Alternativo le llegó la hora de la verdad: la de superarse a sí mismo y demostrar en las urnas que tiene el suficiente empuje para proyectar con fuerza decisiva en las elecciones presidenciales el proyecto político que ya estrenó en las alcaldías de Bogotá y Cali.

Navarro es más político, Gaviria, más académico. El primero, ex guerrillero del M-19, constituyente, ex alcalde y uno de los congresistas más votados del país, tiene 52% en la intención de voto para la consulta, mientras que el profesor, ex presidente de la Corte Constitucional y también senador tiene el 40.3% y va en ascenso. Ambos dicen que respaldarán al otro si son derrotados en la consulta. Y los dos tienen el reto de mantener cohesionada a una fuerza política históricamente dispersa en Colombia.

Por eso la jornada del domingo es tan importante para el Polo. La consulta será el primer escenario de medición nacional que tendrá ese partido desde cuando se produjo la fusión de sus dos grandes fuerzas (el Polo Democrático Independiente y Alternativa Democrática) para buscar la Presidencia de la República. Y aunque dicho objetivo parezca inalcanzable en esta elección –ni el Polo tiene los votos, ni parece viable que los consiga de aquí al 28 de mayo- una integración real de la izquierda sí podría definir la presente elección y catapultaría al partido para competir por el primer puesto dentro de cuatro años.

¿En qué condiciones llega el Polo a la consulta?

Revitalizado, al decir de su presidente, el senador Samuel Moreno. Desgastado por las peleas y debilitado ante el repunte del liberalismo en las encuestas, dice el jefe liberal César Gaviria. Con más ganas que orden, agregan ex miembros del Polo como el senador Javier Cáceres, quien decidió adherir a Cambio Radical ante las diferencias con las directivas de su partido.

Lo cierto es que también llega con mucha incertidumbre frente al fantasma de lo desconocido y los amagos de división. Un escenario parecido se vivió hace cuatro años, cuando la izquierda desbordaba optimismo con la candidatura presidencial de Lucho Garzón, a quien le pronosticaron millón y medio de votos y al final sólo logró la mitad.

El Polo llega a la consulta luego de un tortuoso camino que incluyó la disolución de la unión antes de su nacimiento, el renacimiento de la unión que se había muerto, las peleas por la integración de las listas, el llamado a nuevas fuerzas políticas, las peleas por la llegada de nuevas fuerzas políticas, la renuncia de uno de los precandidatos y el regreso del precandidato que había dimitido.

El representante Gustavo Petro, a quien un sector del Polo acusa de radical por su oposición a una integración con el liberalismo -idea que defiende el ala “luchista” del partido-, dice que no hay por qué alarmarse: “Las diferencias de ideas son naturales en un partido demócrata. Lo contrario sería unanimismo o dictadura. Me critican por oponerme a una fusión con el liberalismo y defender un acuerdo con Álvaro Leyva y Antanas Mockus, con quienes tenemos mayores puntos en común. ¿Acaso sólo el liberalismo nos ofrece la posibilidad de sumar?”.

Aunque el “petrismo” y el “luchismo” tengan cada uno su parte de razón, si no saben manejar las diferencias terminarán igual que los partidos tradicionales a los cuales tanto cuestionan. En las mismas prácticas de atomización partidista, en las mismas rencillas por el poder y con la frustración de haber dejado pasar la oportunidad histórica de consolidar un proyecto en grande.

Ante este panorama, la gran virtud de los precandidatos presidenciales del Polo ha sido mantenerse al margen de la confrontación interna, al menos públicamente. Con ello evitan desgastes innecesarios y mantienen su imagen de conciliadores. Hace tres semanas, Antonio Navarro decidió salirse de ese formalismo y sorpresivamente anunció su renuncia a la candidatura ante las dificultades internas para ordenar la lista al Senado. Los seguidores del alcalde Garzón proponían a María Emma Mejía como cabeza de lista, pero Petro se oponía y la puja ya le estaba restando puntos a la izquierda en las encuestas. Lo malo para Navarro fue que una hora después de su renuncia, el Polo definió la lista y él se quedó sin razones para justificar su dimisión. Por eso regresó tres días después.

El senador Carlos Gaviria ha sido más ponderado en sus comentarios al respecto, manteniendo buenas relaciones con el alcalde de Bogotá, pese a que ideológicamente parece más cercano a Petro. “No me parece malo ni equivocado que a alguien le digan radical cuando defiende con firmeza sus convicciones. Cosa distinta es el sectarismo, pero de eso no hay en el Polo”, responde cuando se le interroga sobre el tema. Prefiere concentrarse en la argumentación de sus críticas al gobierno Uribe.

Superarse a sí mismo y lograr una fuerza decisiva son pasos de un proceso que implica avances en la competencia electoral frente a los demás partidos pero también frente a los problemas internos asociados a la integración de la izquierda democrática. Desde los asuntos ideológicos hasta las vanidades personales.