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Con el fin de evitar el empantanamiento de la agenda del Congreso durante las sesiones extras, el uribismo propuso una tregua en el debate sobre la 'parapolítica'.

Nación

¿Por qué gobierno y oposición bajaron los guantes en crisis de la ‘parapolítica’?

El temor de que la euforia por los acontecimientos desvíe la discusión sobre el TLC y el plan de desarrollo obligó al gobierno a buscar una tregua en su pelea contra el Polo Democrático y el liberalismo.

8 de febrero de 2007

Por fin comenzó a bajar el nivel de la espuma desatada tras la pelea del presidente Álvaro Uribe con los sectores de oposición a propósito del anunciado debate sobre paramilitarismo en Antioquia. Tras cinco días de tormenta política por cuenta de las acaloradas discusiones a través de los medios de comunicación, el gobierno se dio cuenta de que su estrategia no era del todo acertada y optó por bajarle la temperatura al debate.

¿Por qué lo hizo? Si bien el cara a cara con el presidente del Polo Democrático, Carlos Gaviria, el jefe liberal César Gaviria y el senador Gustavo Petro le sirvió para contrarrestar el efecto del debate antes de que éste fuera realizado, también desconcentró a la bancada de los temas de la agenda prevista para las sesiones extras del Congreso.

Respecto al debate de Petro la idea era clara: obligar al congresista a esgrimir sus cartas antes de tiempo con el fin de controvertirlas anticipadamente. Y Petro cayó en el juego.

La desconcentración de la bancada, por otro lado, ocurrió porque los uribistas comenzaron a ponerle más atención al tema del paramilitarismo que a la agenda. Al fin y al cabo su jefe priorizó el tema ante los medios. Fue por eso que destacados uribistas pensaron incluso que el debate sobre la parapolítica se adelantaría para las sesiones extraordinarias. Así lo confesaba en privado la presidenta del Senado, Dilian Francisca Toro, quien alcanzó a consultar a sus asesores jurídicos sobre la viabilidad del tema.

En las condiciones en que estaba la discusión hace dos días era lógico que el debate no se limitaría a una sesión de trabajo. Uribe y Petro buscarían la forma de presentar testigos a favor de sus versiones y la jornada podría llevarse cuando menos dos o tres días. O una semana, en el lenguaje laboral de los congresistas

La Casa de Nariño se percató del efecto -hasta entonces no calculado- y decidió convocar a los legisladores para que retomen su agenda de trabajo: El TLC con Estados Unidos y el Plan de Desarrollo. Sobre el primero existe un remarcado interés de la administración Uribe, como quiera es una de sus banderas de gobierno. No será una discusión sencilla porque muchos sectores temen que el Congreso de Estados Unidos le haga modificaciones al texto acordado en la mesa de negociaciones y porque otros, especialmente de la oposición, se emplearán a fondo contra la iniciativa. El tema es tan sensible que muchos creen que ni siquiera alcanzará a ser aprobado en el próximo mes. De ahí la importancia de ir avanzando en la discusión.

En cuanto al Plan de Desarrollo, que definirá los recursos de inversión para el próximo cuatrienio, las dificultades son más o menos las mismas. La idea de la convocatoria a sesiones extras es ganar tiempo para evitar que los proyectos se enreden en las sesiones ordinarias. Como si fuera poco, el gobierno también tuvo que afrontar el fallecimiento del senador Luis Guillermo Vélez, quien encabezaría la defensa del TLC. Entre arengas y discusiones públicas y el apenas lógico homenaje al desaparecido ex congresista, se fue la primera semana de sesiones extras del Congreso.

Alertado por Palacio, el uribismo se pellizcó y decidió virar el rumbo. La senadora toro asumió la vocería y, previa concertación con las bancadas, tuvo que aceptar que no habrá debate sobre ‘parapolítica’ antes del 16 de marzo, cuando comienzan las sesiones ordinarias.

El Polo y el uribismo aceptaron la idea luego de una semana capitalizando adeptos y granjeándose enemigos políticos producto de la polarización. El liberalismo, que aunque salpicado por la discusión parecía más un tercero en discordia, fue el que más aplaudió la nueva directriz, pues el tono del debate los estaba borrando de un especto político en el que por una semana pareció que sólo había dos actores: un uribismo atizando el rechazo a los ex guerrilleros y un Polo Democrático asumiendo la bandera de líder de la oposición gracias a las banderas del desmantelamiento del régimen mafioso en el país.

Es por eso que analistas como el ex senador Rafael Pardo creen que es mejor volver a la discusión de fondo, bajarle al tono y a los adjetivos y concentrarse en el debate político con altura. Según Pardo, el presidente se enojó a propósito, graduó como contradictor a Petro y desvió la atención sobre graves temas de la actualidad nacional como la firma del acuerdo de Ralito y la revelación de Salvatore Mancuso sobre el rearme de 5.000 paramilitares. A esos temas es a los que le dedicará el liberalismo mayor énfasis en las próximas semanas.
 
La calma chicha se extenderá hasta el 16 de marzo. A partir de entonces gobierno y oposición volverán a acomodarse como en un cuadrilátero de boxeo. Entonces se reanudará el festival de epítetos y descalificaciones personales tras una graciosa adaptación de las reglas de la guerra a una triste disputa verbal producida por el inadecuado manejo de la controversia política.