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“Presidente, si tiene un corazón grande, no se olvide nosotros”

Los estudiantes de Comunicación Social de la Universidad de la Sabana Carolina Jiménez y Juan Sebastián Duque adoptaron a Wilson Rojas, secuestrado por las Farc en 1999. Este es el perfil que hicieron de él.

11 de junio de 2008

Aún no me cabe en la cabeza, ¿por qué se priva de la libertad a las personas y se les cortan las alas en su lucha por ver un país cada vez mejor?

Todo empezó el 13 de diciembre de 1970 cuando Griselda Medina dio a luz a un pequeño e indefenso bebé. Un chiquillo “muy alentado” que nunca se enfermaba como nos dijo ella. Creció siendo un niño muy activo y lleno de alegría.

A medida que trascurría el tiempo iba creciendo y le iba rondando una idea en su cabeza, la idea de ser policía. Esa venita con la que nació se hizo más fuerte cada día. Este chico nunca ocasionó ningún tipo de problema, era una persona muy pacífica y como dice su madre, Griselda: “Es muy juicioso, colaborador, buen compañero con sus hermanos y amigos y sobre todo, buen hijo”. Pasaron los años y este joven seguía con ese sueño de ayudar a la sociedad y de prestar un servicio que fuera útil para todas las personas.

Aparte de su sueño de ser policía, tenía fervorosa pasión por el ejercicio y el deporte, en especial el fútbol. Consuelo González de Perdomo, recientemente liberada por las Farc, en una visita a la Universidad de la Sabana comentó que estuvo con Wilson un tiempo de cautiverio y resaltó: “Es una persona muy fuerte físicamente, es muy disciplinado con sus ejercicios, los hace diariamente”. Es fanático del Deportes Tolima. En 2003, cuando su equipo quedó campeón, no pudo verlo. Sólo lo supo por radio y tuvo una pequeña alegría dentro de tanto dolor, y todo porque era la primera vez que este equipo levantaba la copa del fútbol colombiano.

Aquel sueño que desde años atrás retumbaba en la cabeza de este joven, todavía seguía latente y luego de mucho tiempo, por fin se cristalizó. Terminó su bachillerato y salió directo a pagar servicio militar y un año después, gracias a su perseverancia, entró a la Policía. Supongo que desconocen de quién les hablo, pues bien, es Wilson Rojas Medina, un policía secuestrado que cumple 9 años en las selvas colombianas, el próximo 10 de julio. Fue tomado como rehén de las Farc en el ataque a la estación de policía de Puerto Rico, Meta. Fue capturado cuando tenía 28 años y, hoy por hoy, está por llegar a los 40 y sin poder disfrutar de su libertad.

Wilson se convirtió en padre siendo muy joven pero por esa guerra absurda, por la insensibilidad y tiranía de unos, no tuvo la fortuna de ver crecer a GianFrai Dayana, quien ya tiene 12 años. Wilson no pudo disfrutar los mejores años de su hija, pero con ese amor de padre, espera recuperar todo ese tiempo algún día.

Este hombre que lleva casi nueve años en las selvas colombianas hoy no pierde su sentido del humor. Sigue haciendo bromas y sigue con las ganas de vivir intactas. Sueña con su libertad. Consuelo González corrobora diciendo: “Es muy activo y tiene una fuerza increíble y admirable para afrontar el secuestro, eso es lo más bonito de él.”

En su última prueba de supervivencia, hace ya cuatro años y medio, Wilson mandó un mensaje al Presidente Uribe: “Si usted tiene un corazón grande, no se olvide de nosotros los que permanecemos aquí en la selva.”

Griselda, su madre, clama por la libertad de Wilson y hace todo lo que esté a su alcance. Se reúne constantemente con dos madres como ella, a las que les secuestraron a sus hijos, en la misma toma que a Wilson. Ellas son las madres de Carlos José Duarte y José Libardo Carrero quienes también padecen el dolor y la injusticia del secuestro. En sus encuentros oran, marchan, discuten y buscan la manera de llegarle a sus captores y al presidente para que a través de ellos pronto vuelvan a tener a sus hijos en libertad.

Doña Griselda sabe que su hijo volverá y no parará de luchar para volver a verlo. Sin embargo, él, en una carta que le envió a su familia, les dijo: “Hagan de cuenta que estoy en una comisión y que me demoro un poco. Cuando llegue la Navidad bailen y diviértanse mucho.”

Hoy por hoy, no se tienen noticias de él, pero tenemos la certeza de que está rodeado de bendiciones y que Dios no lo abandonará a él ni a sus compañeros, y aseguramos dar todo de nosotros para buscar su libertad. Al mismo tiempo, buscaremos la mejor forma para que los demás colombianos dejen la indiferencia con las víctimas del secuestro. Lo más doloroso para un secuestrado es la maldad del malo y la indiferencia del bueno.