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El martes, el Hospital Universitario del Valle inauguró una moderna unidad para rehabilitar a los discapacitados que deja la violencia en el sur occidente del país.

Fabio Posada
14 de junio de 2006

Jimmy y Pablo son buenos amigos. Se conocieron haciendo los ejercicios para recuperar sus atrofiados músculos en la Unidad de Medicina Física y Rehabilitación Integral de Cali. “Aquí nos tratan con amor”, dice cada uno por separado. Ellos son dos pacientes más con discapacidad física de los 9.646 que atendió el Hospital Universitario del Valle durante el 2005. Y están muy emocionados, como la mayoría de las 800 personas que se dieron cita ayer para estrenar la moderna unidad médica, pues para ellos ha sido el mejor refugio después de los accidentes que cambiaron sus vidas para siempre.

Jimmy, quien fue soldado durante cuatro años, estuvo 14 meses en coma luego de que milicianos del barrio Siloé de Cali, donde ha vivido toda su vida, le arrojaron una granada mientras dormía. Cuando despertó, no se acordaba de nada. Perdió la parte derecha de su cráneo por lo que ahora lleva una aleación que reemplaza el hueso y protege su cerebro. “Tengo la mitad de mi cabeza de plástico”, dice muerto de la risa mientras con el puño se da golpecitos.

Como consecuencia de las heridas y el tiempo que estuvo en coma, los músculos de Jimmy quedaron muy débiles. Además, tartamudea y las palabras se le pierden, por eso lleva dos años viniendo martes y jueves a terapia en el Hospital Universitario del Valle.

A Pablo le pasó algo muy distinto. Sufrió una convulsión en la ducha y el golpe que se dio al caer estropeó algunas de sus vértebras cervicales. Estuvo inconsciente un par de días y cuando abrió los ojos no podía mover ninguna parte del cuerpo. Gracias al año que lleva asistiendo a terapia ya puede levantar el brazo derecho, mueve la cabeza, habla perfectamente y está comenzando a mover sus piernas, aunque todavía necesita la silla de ruedas. “Se que voy a salir adelante porque estoy en las mejores manos”, dice lleno de esperanza.

Son las dos de la tarde y bajo un sol incandescente, los dos amigos esperan con paciencia la llegada de las personalidades que, al cortar una cinta tricolor, inaugurarán las modernas instalaciones de la nueva Unidad para Discapacitados. “Dizque viene el tal Juanes, ¿ustedes saben si va a cantar?”, le preguntan a los periodistas y fotógrafos que se ubican por ahí tratando de lograr una entrevista o la foto del cantante.

Una larga historia

El Centro de Rehabilitación para Víctimas de Minas y Violencia del HUV será el punto de encuentro y la referencia obligada para quienes sufren el flagelo de la guerra en el sur de Colombia. Atenderá los pacientes que lleguen de Valle, Cauca y Nariño. Su historia se remonta a 1966, cuando fue creado el servicio de medicina física y rehabilitación como parte del área de ortopedia del hospital. Desde 1973 es una unidad autónoma que, a lo largo de los más de 30 años que lleva funcionando, ha desarrollado programas de promoción, prevención y equiparación de oportunidades para las personas que por alguna causa externa sufren discapacidad.

Sólo durante el 2004, por ejemplo, los médicos tuvieron que anunciarle a una persona cada mes, que quedaba incapacitada en forma total por algún hecho violento. Cuatro personas quedaron con discapacidades medianas cada mes. Las lesiones que con mayor frecuencia se presentan son amputaciones, trauma raquimedular, avulsión y lesión de tejidos blandos, fracturas de huesos largos, lesión de nervio periférico, trauma craneoencefálico y trauma ocular, que producen situaciones de discapacidad severa.

Las instalaciones que se inauguran, con equipos totalmente nuevos, tuvieron un costo de 2.388 millones de pesos y son el resultado de unir voluntades y recursos. El gobierno del Japón aportó 1.563 millones de pesos, el HUV 524 millones de pesos y la Gobernación 300 millones de pesos. Gracias a la nuevas tecnologías con que cuenta esta moderna unidad se incrementaron los servicios que presta incluyendo diagnóstico y análisis de voz para curar problemas del habla; pronóstico ocupacional para definir de acuerdo a las capacidades de los pacientes su orientación vocacional; rehabilitación pulmonar para que los usuarios puedan sostener el máximo de independencia de respiradores artificiales y terapia acuática para mejorar las funciones motoras de los discapacitados.

Durante la inauguración, el embajador del Japón, Wataru Hayashi, felicitó a Juanes por ocupar la octava posición en los listados de popularidad musical de este país. El vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, señaló que con este centro se avanza en terapia y rehabilitación integral, pero todavía falta la reinserción laboral. El gobernador del Valle, Angelino Garzón, aprovechó su intervención y le pidió a las Farc que se sienten a dialogar con el reelegido gobierno de Álvaro Uribe. Y por último el cantante Juanes, quien emocionó al auditorio cuando dijo que “La paz tiene que ser la palabra. La filosofía. No podemos permitir que Colombia siga derramando tanta sangre. Es necesario el intercambio humanitario”.

Cuando acabaron los discursos, Jimmy y Pablo se quedaron solos de nuevo. Los asistentes y periodistas corrieron detrás de la estrella paisa y de los invitados de honor, entre los que también se destacaba el maestro vallenato Rafael Escalona. Pese a su soledad, estos dos amigos tenían una gran sonrisa. “Nunca habíamos visto tanta gente acá. Sólo queremos que se vayan rápido porque las enfermeras nos prometieron que podíamos estrenar la piscina, cuando ya no hubiera nadie”, explicaron con picardía.