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"Si vamos a segunda vuelta podemos dar la sorpresa"

El candidato del Polo Democrático inscribió su aspiración presidencial. Dice que si gana, impugnará el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y que gusta del régimen parlamentario. Entrevista.

Élber Gutiérrez Roa
27 de marzo de 2006

A Carlos Gaviria no le da pena decir que es radical. Considera que más que defecto ésta es una virtud escasa en la clase dirigente del país. Tampoco le ve asidero a los comentarios de quienes dudan sobre sus dotes de demócrata y está convencido de que en junio llegará a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales contra el hoy jefe de Estado, Álvaro Uribe Vélez.

Se dice malgeniado en extremo cuando detecta impuntualidad o injusticias y es de los que prefiere refugiarse en la música clásica para apaciguar el ánimo cuando ello ocurre. En los demás ratos escucha música popular española, portuguesa o latinoamericana. Sigue creyendo que el mejor libro que leyó es la Decadencia de Occidente (de Spengler) al que define como una visión estética de la vida y la historia.

Con su tono afable de catedrático y pocas horas después de inscribirse ante la Registraduría Nacional como candidato presidencial del Polo Democrático, Gaviria habló con Semana.com sobre su visión de la democracia y lo que, según él, le hace falta a Colombia para vivirla a plenitud.

Semana.com: ¿Por qué dice que usted es un radical sabiendo la carga significativa que tiene esa palabra en Colombia?
Carlos Gaviria: Porque yo no soy radical en el sentido peyorativo de la palabra. Yo soy radical en la defensa vehemente de mis convicciones, de mis ideas, que es lo que realmente significa ser radical según sus orígenes. Radical viene de una palabra en latín que significa “raíz” y por lo tanto si una persona defiende con pasión sus convicciones estamos ante una persona radical. Lo otro sería hacerlo de manera epidérmica.

Semana.com: Pero ¿cuánto va del radicalismo al sectarismo?
C. G. Ah, es que eso es otra cosa. Y es lo que hay que rechazar porque el sectarismo es creer que la verdad de una persona es la verdad de todos y eso no sólo es equivocado sino que conduce a la violencia. Yo prefiero a los radicales y no a los sectarios.

S. ¿Y no será que en el Polo Democrático hay mucho sectario?
C. G. en la coyuntura que se presentó para mi elección como candidato presidencial vi radicalismo pero no sectarismo. Había unas personas que defendían sus ideas con vehemencia, pero todos respetaron las reglas de juego a las cuales se sometieron y que incluso ellos habían diseñado.

S. ¿Qué tanto de democrático tiene el Polo y qué tanto de alternativo?
C. G. Creo que mucho. El Polo es Democrático porque está jugando en las reglas de la democracia y porque acudió a ellas incluso para escoger su candidato. Y realmente es alternativo, porque se llama así a una solución, a una postura, a una actitud en contra de lo predominante. Y lo predominante hoy es la economía de mercado, la restricción de las libertades y el autoritarismo. Lo predominante es todo aquello para lo cual se presenta una alternativa.

S. ¿Y qué tan demócrata es Carlos Gaviria?
C. G. Por supuesto que mucho. Soy un demócrata.

S. Pero algunas declaraciones suyas en torno a temas como la democracia parecen haber sembrado dudas en ciertos sectores….
C. G. La democracia empieza en los niveles elementales como la familia, y la mía se ha regido por siempre por este ese tipo de reglas: igualdad, permisividad, debate, discusión, controversia, no imposiciones ni prohibiciones, normas claras pero convenidas. Ese es el ejemplo más claro de democracia desde la cotidianidad de una persona.

S. Pero hay personas más demócratas que otras. En el Polo decían que Antonio Navarro, por ser de centro, correspondía más al demócrata que usted…
C. G. Hay más de un error en ese tipo de apreciaciones. Primero, porque equivale a vincular la democracia con posiciones ajenas a la izquierda. La democracia es una actitud política liberadora según la cual toda comunidad que va a estar sometida por las leyes es la que debe hacerlas. Pensar eso no es ser de derecha ni de izquierda.

S. Entonces en Colombia no hay problema, porque sus gobernantes son elegidos por voto popular…
C. G. Es que no es sólo eso. Además, si lo del voto de las mayorías se cumpliera serían las mayorías las que gobernarían y por lo tanto las mayorías no estarían en la pobreza ni discriminadas.

S. Pero de ahí, a decir que en Colombia no hay democracia…
C. G. En Colombia hay ciertos espacios democráticos y una división de poderes que funciona precariamente porque hay exceso de presidencialismo, que en este periodo ha llevado a cierta desinstitucionalización. No hay relaciones de equilibrio entre el gobierno y el Congreso sino de amistad entre el presidente y quienes lo apoyan. Las decisiones no se toman en los debates del Congreso sino en los desayunos de Palacio.

S. Ese es el eterno problema de cultura del que hablan siempre los candidatos…
C.G. Sí, pero no es sólo de cultura política, sino también de institucionalidad. Si existiera un régimen parlamentario los roles estarían mas delimitados y no habría tantos excesos.

S. Entonces usted sí quiere darle un vuelco al régimen, porque está pidiendo régimen parlamentario…
C.G. Pienso que es necesario. Casi todas las democracias modernas lo buscan, porque garantiza que no habrá tanta concentración de poderes. El problema es que en Colombia existe una hipertrofia llamada presidencialismo.

S. Si usted gana las elecciones ¿dará el giró hacia el régimen parlamentario?
C. G. No está dentro de mis prioridades, pero pienso que debe introducirse en algún momento.

S. ¿En algún momento de su gobierno?
C. G. No creo que sea necesario, porque nosotros seremos mucho más respetuosos del Estado de derecho que el actual gobierno.

S. Un caso concreto ¿qué hará frente al TLC?
C. G. Cuando lleguemos al poder, si el TLC no ha sido debatido en el Congreso, voy a convocar una consulta popular para que sean los colombianos los que decidan si lo quieren o no. Y si ya ha sido debatido intervendremos en el momento del proceso conocido como `de fijación en lista´ para impugnar las cláusulas que atentan contra los derechos adquiridos de los colombianos.

S. Y en caso de que la Corte acoja su reclamo se caería todo el acuerdo
C. G. La Corte también puede declarar inexequibles sólo los artículos en cuestión o todo el acuerdo.

S. Conclusión: En su gobierno no hay TLC.
C.G. Como está planteado, éste TLC no.

S. Pero ese mensaje debe tener alerta a Estados Unidos como un desafío de Chávez…
C.G. De ninguna manera. Yo no soy antigringo. Creo que Colombia debe mantener muy buenas relaciones con todo el mundo, incluidos los gringos. Pero eso no significa que deba ser exclusivamente con ellos, también hay que mirar hacia la Unión Europea, hacia el Pacífico, hacia la misma América Latina. Y sí debemos tener muy buenas relaciones con Estados Unidos, pero en condiciones de igualdad y eso no sucede hoy.

S. ¿Pero cómo puede echar para atrás algo que ya está pactado?
C. G. Si es en defensa del supremo interés de los colombianos no podemos quedarnos pensando. Y si los colombianos mismos lo rechazan, con mayor razón.

S. ¿Será su gobierno un nuevo desafío para Estados Unidos en el continente?
C. G. Será un gobierno de buenas relaciones con todos los países aliados, pero sin medias tintas en defensa del interés nacional.

S. A algunos gobiernos de izquierda se les tilda de populistas…
C.G. Yo traigo propuestas concretas. Le diré sólo cuatro: Derogación de la flexibilización laboral, permitir que en dos años haya cobertura social de salud con equidad, convocar a consulta popular para el TLC y servicios públicos para las personas de menores recursos.

S. ¿Y cómo hace la gente para saber que no son propuestas populistas?
C.G. La flexibilización laboral por filosofía es incompatible con el Estado social de derecho porque parte de la idea de que para generar empleo hay que deteriorar el salario de los empleados. El hilo conductor para la eliminación de la pobreza es el empleo. No hay que verlo sólo como estímulo a la producción. Que todos tengan un ingreso derivado de un trabajo digno. Y en segundo lugar, la tributación también debe verse como generador de empleo.

S. Pero el problema es cumplir con la expectativa de generar el empleo, de bajar las tarifas de los servicios públicos….
C. G. Hay que hacerlo. Ya que toca el tema de los servicios públicos, la privatización está llevando a que sean impagables para las personas de escasos recursos. Hay que impedir la privatización del agua porque es un bien esencial y existe derecho de todos al goce y uso de la misma. En Colombia marchamos hacia la privatización de manera similar a como ocurre en Bolivia. ¿Cómo más?, poniéndole un techo a las tarifas de los servicios públicos.

S. Esas son propuestas que había hecho Navarro.
C.G. Con Navarro es más lo que nos une, aunque tenemos dos diferencias claras. La primera, que yo soy más crítico frente a la seguridad democrática y no me gustan los informantes ni los policías campesinos. Y en economía, es más fuerte mi propuesta de que el Estado recupere la dirección de la economía para evitar el efecto negativo que viene produciendo.

S. Pero la gente parece percibir una mejora en la economía.
C.G. Eso es lo que creen las encuestas, pero si la gente que no gusta ni está beneficiada con las propuestas del modelo del presidente Uribe sale a votar, llegamos a segunda vuelta.

S. ¿Eso significa que usted le jalaría al acuerdo con el liberalismo para derrotar al presidente?
C. G. Yo prefiero ponerlo más en términos programáticos y le reitero que si la gente sale a votar vamos a segunda vuelta. Y si vamos a segunda vuelta podemos dar la sorpresa.