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Argentina tiene la mejor nómina, a Brasil no lo enloquece la Copa y de Bolivia nadie espera nada distinto a que haga bien lo que casi siempre ha hecho: ser la víctima.

Adolfo Zableh Durán
26 de junio de 2007

"Todos luchan solos por lo que buscan todos juntos”, (el aporte es de un poeta), y en esta Copa América el verso se aplica en su justa medida. Grandes y pequeños, favoritos y rellenos, el anfitrión y Colombia, todos jalan para su lado en busca de lo mismo. Once terminarán decepcionados, pero se preparan como si no lo supieran.

A Brasil no le enloquece la Copa, nunca lo ha enloquecido. Muchas veces prefirió no asistir y ahora que lo hace sin falta, suele dejar a sus mejores jugadores en casa, o como ocurrió esta vez con Kaka y Ronaldinho, son ellos los que piden no jugar. Pese a todo y casi sin querer, ha ganado tres de las últimas cuatro ediciones.

El amuleto de Argentina se llama Alfio Basile: cuando el de Bahía Blanca dirigió en Copa América el equipo nunca bajó del primer lugar. Ahora todo un país deberá seguir confiando y no preguntarse porque al “Coco” le dio por sentar a Carlos Tévez.

Localía obliga y Venezuela es la tercera en discordia. Solo ha ganado un partido en la historia del torneo, pero esta vez se esperan seis triunfos y un final feliz aunque por lo pronto preocupa la derrota contra País Vasco, que más que la representación de una república es un equipo arrejuntado. El día del sorteo de grupos Hugo Chávez alzó el trofeo y lo miró con ojos de codicia, señal que no debería pasar inadvertida.

A Colombia no parece importarle el torneo, a juzgar por lo que ha dicho por Jorge Luis Pinto. El santandereano ya se la jugó al decir que equipo estará en Sudáfrica 2010, pero sabe bien que lo que pase en estas semanas por venir será clave para el futuro.

Y así, cada uno apela a lo mejor que cree tener. Uruguay se vale de sus 14 títulos, de un efectivo Diego Forlán y del talentoso, intermitente y frágil Álvaro Recoba. Chile tiene a Humberto Suazo como punta de lanza; lo avalan su título como mejor goleador mundial durante 2006 y su reciente traspaso al Monterrey por cinco millones de dólares. En el club mexicano esperan que el chileno haga los goles que no pudo convertir Hugo Rodallega.

El peruano Jefferson Farfán quiere ser el goleador de la copa, pero tendrá en sus compatriotas Paolo Guerrero y Claudio Pizarro a dos rivales temibles y Luis Fernando Suárez le mete presión a sus jugadores al decir que Ecuador aspira a ganar el torneo… se le olvida que en Perú 2004 el equipo fue último. Y Bolivia, bueno, de Bolivia nadie espera nada distinto a que haga bien lo que casi siempre ha hecho: ser la víctima.

De la Concacaf llegan Estados Unidos y México, rivales a muerte por causas que tienen que ver más con inmigración y un muro que con el fútbol. Los “gringos” vienen de ganarles en la final de la Copa de Oro, pero es el Tri el que siempre ha estado cerca: cuatro semifinales en seis participaciones.

La idea es que La Copa América deje de ser ese torneo de segunda donde las estrellas aprovechan para veranear, los emergentes buscan figurar y el público muchas veces se aburre. La dinámica cumple más de una década de edad. Al final ganará el que sepa jalar hacia su lado sin romper nada.