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Para los niños y jóvenes del barrio Lovaina, en Medellín, la prostitución, las drogas y la muerte hacen parte del día a día. Sin embargo la corporación Talentos trabaja desde hace 10 años para que esos menores recuperen la confianza y logren salir adelante. Vea un reportaje gráfico del tema.

Natalia Botero*
15 de septiembre de 2003

"Un desarrollo humano sostenible requiere un aumento de las opciones de todas las personas y la creación de las condiciones necesarias para lograr la igualdad, de modo que todos puedan alcanzar su pleno potencial. Esta meta es irrealizable si no se promueven, preservan y defienden todos los derechos humanos: económicos, sociales, culturales, civiles y políticos". Unicef

En la ciudad de Medellín existen infinidad de barrios, cuadras y calles que tienen diversas personas y múltiples dificultades pero hay un lugar en esta ciudad al nororiente que es único, San Pedro, para todos Lovaina. Un barrio con una tradición en sus calles, en su memoria y en sus habitantes muy difícil de borrar. La prostitución, los negocios ilegales, los expendios de drogas y los trabajos indebidos han hecho que quienes viven allí carguen en su historia el estigma de su pasado que desplaza de toda realidad social, laboral, educativa y moral no sólo a quienes lo fundaron sino a esos nuevos pobladores que están de alguna manera siendo réplica de esta situación: los niños.

Sebastián es un joven de 15 años que vive en el barrio Lovaina, en medio de un ambiente lleno de tristeza, angustia y ansiedad, donde su mamá es la persona más importante para él. Sebastián no tiene papá. Vive con siete hermanos entre las drogas, el robo y la desescolarización. "Yo estudiaba en la escuela Juan del Corral hasta quinto de primaria pero me salí porque me dio pereza seguir. Tenía unos amigos que eran muy desjuiciados, con ellos probé la marihuana y comencé a caminar en la calle, me colgaba de los árboles y de los buses". Pero para él como para otros 150 jóvenes del barrio entre los 5 y 16 años existe la corporación Talentos, institución no gubernamental que abrió sus puertas desde hace 10 años y desde entonces trabaja con la comunidad en aspectos como la recuperación de la confianza de sus habitantes y en la reinserción social de una comunidad afectada por el desplazamiento, la drogadicción, el desempleo y desamor por la ciudad.

Allí no sólo los jóvenes tienen un lugar de encuentro para el estudio y el esparcimiento, también los ancianos y cualquier otra persona que busque un bien común. La institución se ha preocupado por cultivar las raíces del barrio y en fomentar en los niños valores como la honestidad, el respeto y el perdón.

"Andrés me ayudó a recuperar las ganas de volver a estudiar porque un día me lo encontré lavando taxis y me contó que ya había pasado al sexto grado de bachillerato. A mí me dio mucha tristeza y decidí volver al colegio", cuenta Sebastián mientras que recuerda lo que fue su vida con los amigos de andanzas.

Los jóvenes dejan el estudio por problemas disciplinarios, por la situación económica de sus familias o la dificultad en el aprendizaje. Pero Talentos se encarga de motivarlos para que vuelvan a estudiar con tres programas educativos: Aceleración, programa apoyado por la fundación Laubch, en el cual los profesores voluntarios del barrio ayudan a que los niños aprendan a leer, escribir y matemáticas básicas para luego poder pasar a Validación, en el cual pueden hacer la primaria en un año y tener la posibilidad de ingresar a sus estudios de bachillerato. Y también está la Hora del Cuento, espacio en el cual algunas madres del barrio junto con los sicólogos, les enseñan por medio del juego y actividades como la lectura, la reconstrucción de la confianza y a potencializar la convivencia con los demás. "Nos gusta mucho jugar y caminar, nos gusta mucho aprender cosas nuevas porque las aplicamos en la calle y con la gente de la casa", dicen los niños mientras juegan en La Hora del Cuento.

Los profesores que allí trabajan en su mayoría son voluntarios, jóvenes del mismo barrio que dedican parte de su tiempo a enseñar y a desterrar en los niños esas viejas costumbres del barrio que tanto daño les han hecho. "Para mí la labor ha sido muy difícil porque estos jóvenes son muy limitados, con problemas de desnutrición, violencia intrafamiliar, algunos de ellos responden por sus hermanitos económicamente, o que tienen que cuidarlos en la noche porque sus madres son prostitutas y salen a trabajar. Muchos de ellos son jíbaros y sus padres no hacen nada pues se acostumbraron a recibir el dinero", cuenta Catalina, una de las profesoras quien agrega que con algo de optimismo que recibe mucha satisfacción por el progreso de cada uno de ellos. "Lo más importante es enseñarles a ser personas dignas que sirvan a la sociedad".

Una de las cualidades de Talentos y de los habitantes del barrio es la lucha por aprender de las experiencias de vida, de educar bajo la confianza para dar solución a un conflicto personal y de la misma comunidad. De trabajar con sencillez y valentía por los jóvenes que sufren por el abandono y la falta de afecto, no sólo de sus familias, sino también de la administración municipal.

* Corresponsal de SEMANA en Medellín
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