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Un espejo del país

La manera como se desarrolló la asamblea de socios del club El Nogal refleja el momento de crisis que atraviesa la sociedad colombiana.

Pedro Medellín *
24 de marzo de 2003

Fue una pequeña fotografía de lo que ocurre en el país. Los asociados aguardaban con ansiedad que se diera inicio a la asamblea. Esperaban una explicación de lo ocurrido. Sólo habían recibido un par de lánguidas cartas que no decían nada.

La asamblea reflejó lo que es el país. El presidente del club inició su discurso con un asombroso reconocimiento: "El terrorismo tocó a nuestras puertas. Nos tocó a nosotros que nos creíamos inmunes". Los miembros de la junta directiva asentían con semblante trascendental, ratificando lo dicho por su presidente.

La asamblea se fue desenvolviendo como la vida del país. Los directivos dedicaron largo tiempo a presentar informes sobre temas de poca importancia. Mientras que las responsabilidades se iban diluyendo, las explicaciones se llenaban de anécdotas, pero no de respuestas. Lo esencial se eludía. Como para producir tranquilidad se insistía en que los aseguradores lo tenían todo cubierto. Las primeras señales sobre el asunto que más interesaba a los directivos se revelaron cuando uno de los miembros dejó en el ambiente la idea de que para no generar incertidumbre en las empresas aseguradoras lo mejor era reelegir a la actual junta directiva para el siguiente período.

A medida que los directivos presentaban sus informes se hacía más evidente esa cultura del atajo que hace que en Colombia nadie sea capaz de renunciar como un acto de gallardía con el que se reconocen errores, improvisaciones o laxitudes éticas. "Arellán nos engaño", repetían, como justificando lo ocurrido, pero nunca aceptando la responsabilidad de los que están al mando y se han equivocado.

Como un candidato en campaña, el presidente de El Nogal ofrecía toda clase de planes para evitar en el futuro lo que en el presente ya era irreparable. Una y otra vez se ratificaba la decisión de evitar que indeseables con dineros de mala procedencia se colaran como socios. Inclusive argumentaban que ya lo habían hecho en el pasado: 43 'socios' ya habían sido retirados. Y mientras quedaba en el ambiente esa cultura del vivo de 'recibir la plata y luego despacharlos', el presidente del club insistía en que en adelante no le temblaría la mano para impedir el ingreso de los indeseables. Qué paradoja. Quienes le habían escurrido el bulto a la responsabilidad ahora se mostraban como los portadores de un futuro promisorio.

Mientras tanto, como ocurre en el país, los socios trataban de entender lo que se les decía de manera atropellada y como aceptando su destino justificaban a sus directivos. Con su habitual paciencia escuchaban el 'informe de gestión', en el que inexplicablemente se detallaban toda suerte de actividades grandes y pequeñas que durante el último año se habían organizado. Y lo esencial nada que se discutía.

Finalizando su intervención, como ha ocurrido con nuestros gobernantes, el presidente del club rompía el orden del día para proponer que los asociados no pagaran las cuotas ordinarias. El aplauso no se hizo esperar. Se aprobó de inmediato. Quienes se atrevieron a pedir explicaciones fueron poco menos que repudiados.

Como ocurre con el país, el presidente pasó por encima de los llamados y dio paso al punto de preguntas y respuestas. Muchos tenían la esperanza de saber lo que había pasado. Pero la primera intervención reveló de nuevo los apetitos. Un socio leyó un papel que invitaba a renovar el mandato de la junta directiva. Como ocurre en el país, mientras que la mayoría no entendía bien qué pasaba, los que sí sabían comenzaban a expresar la razón de ser de su presencia: la lucha por el control del club. Es mucho el dinero que se moverá en la reconstrucción y muchos los interesados en los contratos para hacerlo.

Otro socio intervino para pedir explicaciones sobre la relación que existía entre quien vendía las acciones (la Promotora El Nogal) y quien aceptaba los socios (el club). Un matrimonio comercial que muy pocos entendían. La explicación del presidente del club había dejado clara la responsabilidad que tuvo la Promotora en la venta de la acción a Arellán. Pero no la responsabilidad del club por su aceptación. La respuesta del presidente quiso tranquilizar a todos sobre el futuro de esa relación: "La junta directiva del club El Nogal se compromete a hacer un examen absolutamente riguroso para aceptar a las personas y empresas a los que la Promotora les vendiera acciones". Lo repitió una y otra vez a quienes insistían en saber qué pasaría con las 220 acciones que todavía están para la venta.

Después de reconocer -entre dientes- que él y algunos miembros de la junta directiva también eran socios "minoritarios" de la Promotora, el presidente del club puso en evidencia una ética que también rige al país. Nunca les dijo a los socios que él y los miembros de la junta se declararían impedidos para participar directamente en el "examen riguroso" de los candidatos que presentara la empresa de la que eran socios (la Promotora) al club que él mismo presidía.

Mientras que el presidente trataba de ordenar las intervenciones, quienes habían ido por el control del club reclamaban suficiente ilustración. Un socio, cuyo nombre se había visto recientemente envuelto en un escándalo relacionado con la venta de unas acciones, se levantó enérgico para pedir la renovación inmediata del mandato para la junta directiva. Y otro intervenía para exigir que no era hora de hacer reclamos por cosas tan inocuas como la de confirmar una dirección de un candidato a socio, como había sucedido con John Freddy Arellán.

En medio de los reclamos por el uso de la palabra, como ocurre en el país, el presidente forzó el paso a la elección de directiva para los próximos dos años. Con el apoyo de algunos asistentes, que acallaron a la socia que quiso exigir una respuesta al informe sobre las fallas de seguridad presentado por la firma Atempi, el presidente procedió a llamar a los representantes de cada lista para que en tres minutos se presentaran ante la asamblea.

Los dos primeros candidatos intervinieron con la convicción de no ganar la elección. El primero, porque no se hallaba en medio de semejante simulacro y el segundo porque sólo buscaba reivindicar su nombre frente al atropello que decía le habían cometido. Los dos siguientes intervinieron por cumplir. Y finalmente, la junta actual se presentó argumentando renovación. Ninguno de los constructores que se presentaban como candidatos en las listas hicieron expresa su disposición a no participar en la puja por el contrato para la reconstrucción del edificio.

Como en el país, los socios votaron con la esperanza de un cambio que asegurara la rápida reconstrucción. Como en el país, ganó de manera aplastante la lista que controla el club desde hace años y que, a pesar de eludir responsabilidades, quiso mantenerse al frente como si nada. Como en el país, nadie reparó en los tres mil millones y pico de pesos registrados como perdida del 2002, ni siquiera en el crecimiento desproporcionado de los gastos administrativos por más de mil millones de pesos. Tampoco se quería saber si el club (que minutos antes había decidido no cobrarles las cuotas a sus socios) se había aprovisionado para enfrentar las demandas de responsabilidad civil que seguramente deberá enfrentar. Todos votaron con la promesa de que los directivos esta vez no fallarían, como lo hicieron en el pasado. Como ha ocurrido en el país.

* Analista político y director de la Fundación Ortega y Gasset en Colombia