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Uribe enfrenta en Washington a un Congreso hostil al TLC y al Plan Colombia

Tras el día de trabajo de los presidentes Álvaro Uribe y George W. Bush, ahora viene las citas más cruciales del jefe del Estado colombiano. ¿Cuáles son los retos que tendrá en las próximas horas? Análisis de Alfonso Cuellar, editor general de SEMANA, enviado especial a Estados Unidos

2 de mayo de 2007

El presidente Álvaro Uribe llegó a un Washington D.C. inmerso en una de las mayores polarizaciones políticas de los últimos años. A la misma hora que aterrizaba el avión presidencial colombiano en la base aérea Andrews, su aliado y colega estadounidense George Bush anunciaba su veto al proyecto de ley que obligaría el regreso de las tropas de ese país de Irak antes del primero de abril de 2008. La decisión del republicano Bush, aunque previsible, generó un inmediato y enérgico rechazo de la líder de los demócratas, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. Lo acusó de precipitado e irresponsable -se demoró menos de dos horas para devolver el proyecto al Congreso-.

Obviamente, esta confrontación enardecida entre los dos partidos no facilita el ya difícil trabajo de cabildeo de Uribe. No es precisamente el mejor ambiente para gestionar la aprobación de un tratado de libre comercio y para convencer a los congresistas que Colombia merece nuevamente unos 600 millones de dólares de su presupuesto.

Pero aún sin esta nueva batalla verbal entre Bush y Pelosi, el reto para el presidente Uribe es inmenso y creciente, como se lo comentaron a SEMANA varios asesores de congresistas y analistas políticos. Para empezar, en los próximos tres días debe cerrarle las puertas a una alternativa que está cogiendo vuelo en los corredores del Congreso. Varios demócratas e incluso algunos republicanos estudian la posibilidad de aprobar los TLCs de Panamá y Perú y congelar el de Colombia. Su razonamiento: esos dos países no tienen temas tan polémicos ni grupos de interés tan radicalmente en contra, como sí ocurre con Colombia. Como premio de consolación, se extenderían las preferencias andinas por dos años al país y también a Ecuador y Bolivia.

Frente al Plan Colombia también hay presiones. Los demócratas buscan cambiar no el monto sino el cómo se asignan los recursos. Quieren darle mayor prioridad al componente social y reducir la plata asignada a fumigaciones y mantenimiento de aeronaves. Esperan que el gobierno colombiano asuma esos costos. Una petición lógica, pero no tan fácil de implementar.

La percepción en la capital estadounidense sobre Colombia ha cambiado radicalmente desde la última vez que vino Uribe. Los escándalos de la parapolítica han hecho mella en la confianza de algunos congresistas. Hay preguntas al por mayor. Pero no quieren detalles sobre las acusaciones ni estadísticas, sino promesas. Promesas de que el gobierno apoyará las investigaciones hasta el final. Promesas sobre cómo el gobierno incrementará la protección de los sindicalistas. Promesas y más promesas que reflejen transparencia.
 
Según pudo constatar SEMANA, varios de los congresistas – y en especial sus asesores, quien al fin al cabo son quienes más le prestan atención a Colombia- están pendientes no sólo del fondo sino también de la forma. ¿Reiterará el Presidente sus ataques contra los opositores colombianos?¿Será defensivo? Un error, dicen en unísono las fuentes de ambos partidos consultados por esta revista.

En 72 horas Uribe se reunirá con varias docenas de congresistas demócratas, muchos de los cuales no saben casi nada de Colombia. Y lo que han escuchado, generalmente, no es positivo. Del presidente colombiano, saben poco, pero sí un hecho irrefutable: que es el mejor aliado de Bush. Y esto, infortunadamente, en el Washington de mayo de 2007 resta puntos. Muchos puntos.