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Yo acuso

Estos son algunos de los principales apartes de los argumentos expuestos durante la audiencia del 25 de mayo por parte del fiscal Daniel González sobre el caso de Jamundí.

2 de septiembre de 2006

... Estos 11 ciudadanos murieron todos como consecuencia de heridas por arma de fuego, proyectil, y algunos de ellos con heridas adicionales por granadas de fragmentación. Tememos que su muerte no obedeció a un hecho natural y que fue causada por otra persona.
 
También tememos que los protocolos de necropsia que la gran mayoría, entre ocho y nueve de las víctimas, recibieron los impactos que finalmente acabaron con sus vidas en una trayectoria atrás-adelante. La trayectoria atrás-adelante significa que el tirador estaba a espaldas de la víctima. También en un gran número de víctimas los impactos recibidos afectaron su cabeza. Muchos de ellos aparecen con exposición de su masa encefálica.
 
También la Fiscalía ha podido determinar que algunos de estos policiales, servidores públicos, miembros de un grupo prestigioso de la Policía Nacional, dedicado al combate del narcotráfico, a pesar de llevar su armamento no tuvieron oportunidad alguna de utilizar las armas que llevaban como dotación porque fueron sorprendidos con disparos que les segaron la vida como puede ser el caso del señor mayor Elkin Leonardo Molina, a quien las fotografías tomadas por los investigadores que asumieron la escena de los hechos muestran con su fusil y su pistola al cinto.
 
Esas armas del mayor nunca fueron disparadas y él presenta heridas en abdomen de atrás a adelante y adicionalmente presenta esquirlas. Pero además de las graves heridas que presentaron los cadáveres, como se evidencia en el álbum fotográfico que voy a poner a su disposición con el interés de que su señoría perciba de primera mano las consecuencias de este ataque inmisericorde, nos muestran las heridas a nivel de cabeza con las graves consecuencias. Pero además de eso, señoría, lo que se quiso presentar ante la opinión pública como un mal llamado fuego amigo fue algo que no se presentó.
 
Y eso, su señoría, lo podemos extraer de las varias diligencias que la Fiscalía a través de sus investigadores pudo recoger hasta este momento.

En primer término quiero referirme de manera breve y sucinta a unos elementos que seguramente la defensa ya conoce porque provienen de los mismos imputados (los ex militares). Son sus versiones, suministradas a través de documentos, unas, suministradas a través de diligencias legalmente practicadas ante la Procuraduría en la investigación disciplinaria que se ha abierto para tal caso. Adicionalmente por una información que suministran nuestros peritos balísticos que comprometen de manera grave y directa a algunos de los imputados.

Refirámonos en primer término al señor teniente (Harrison) Castro, comandante del grupo, del pelotón especial, quien rindió un informe de los hechos en el batallón de Alta Montaña y que fue recopilado mediante inspección judicial. En dicho informe señala lo siguiente: que el objetivo de la presencia militar en Potreritos, Jamundí, era porque se habían informado de la realización de un secuestro. A lo largo de su informe manifiesta que el 21 de mayo de 2006 a las 19 horas se recibe la orden de operaciones y procede a cumplirla. Esta fecha del 21 de mayo es bien importante, su señoría, porque posteriormente la vamos a concatenar con otra versión que aparece dentro de la investigación.
 
Dice que el 22 de mayo a las 18 horas escucha ruidos de varios carros, lo que no es normal, porque al lugar donde llegan es una calle destapada y ciega. Que a las 18:05 horas da la orden al cabo tercero Osorio para que baje a revisar, que se escuchan cargas de diferentes tipos de armas, que todo el personal estaba alertado y él (teniente Castro) le da la orden al sargento Palacios y al cabo Gutiérrez que lo siguieran y a Montenegro que se quedara asumiendo la seguridad en la parte alta de Potreritos, el lugar en donde supuestamente estaban.
 
Dice (el teniente Castro) en la narración que cuando él sale a un claro empiezan los disparos y que provienen del sitio en donde estaban los vehículos, que el combate duró aproximadamente 20 minutos, que ellos se identifican de viva voz como miembros de (el batallón) Alta Montaña y que en respuesta reciben un ataque que dura aproximadamente 10 minutos que es cuando se escucha la explosión de una granada de mano y cesan los disparos.
 
Es en ese momento, dice el teniente Harrison Castro, que ingresa a la fuerza la Policía, la Emcar (Escuadrón Móvil de Carabineros). Cuando el señor Harrison acude a rendir su versión ante la Procuraduría menciona que entre las 17:45 y 17:50 se escuchó el ruido de un carro y que con cinco soldados de su equipo de combate, que son Homero, Erazo Rosero, Carvajal, a una distancia de 80-100 metros vio a unas personas que estaban bajando de un vehículo.
 
Observamos ya en este relato dos contradicciones esenciales. Primero que en el informe de operaciones (el teniente Castro) menciona las 18 horas cuando escucha los ruidos de los carros y en la versión que da ante la Procuraduría ya habla de 17:45 a 17:50 horas, lo cual es explicable en la medida que existen múltiples versiones que el ataque se presentó a las 17:45 horas. Pero aquí nos dice otras cosas. Nos dice que él ve a 80 metros bajarse a unos individuos de unos vehículos y que escuchan cuando golpean a la puerta de un hogar que se llama Mi Casita y de manera brusca tratan mal a una persona que los atiende y que estaban sin ninguna identificación, dice, para que abrieran. Que en ese momento es cuando esos hombres, dice el teniente, sin ninguna identificación, y como lo podrá ver su señoría en las fotografías que se han tomado de cómo quedaron los cadáveres con sus chaquetas de Policía Nacional-Dijín y sus cachuchas de igual forma, sí estaban plenamente identificados.
 
Pero dice (el teniente Castro) que fue en ese momento cuando esos hombres vieron al cabo Osorio y empezaron a disparar y se tiraron al piso y perdimos toda visibilidad con los sujetos y los vehículos que se encontraban a su alrededor. Esta afirmación, en primer término, nos pone a pensar de la gran habilidad de estos hombres (los militares) para que sin ninguna visibilidad pudieran asestar los proyectiles de sus armas de fuego en las cabezas de sus víctimas. Eso no tiene ninguna explicación que vaya con la lógica ni con el sentido común.
 
Como tampoco puede tenerla, su señoría, que estas personas (los policías), sean quienes inician el ataque y el comandante de ellos, el señor mayor (Molina) ni siquiera alcanza a utilizar su arma de fuego para protegerse porque cae ultimado al lado de la camioneta en la que se transportaba. Después dice (el teniente Castro), que a las 18:40 horas, en esa misma versión, recibe el ofrecimiento de apoyo por el capitán Cañón a lo que le dijo que no y que 10 minutos más tarde lo llamó el coronel Carvajal. Reconoce, eso sí, dentro de esa versión, que en ese operativo se disparó fusil, ametralladora y seis granadas de mano.
 
Habrá necesidad, señoría, de profundizar en la responsabilidad que en el momento emerge comprometedora dentro de estos hechos cuando refiere que su grupo fue atacado de improvisto y todos sus hombres salen indemnes y sus atacantes todos caen muertos.
 
Pero en el primer informe que él (teniente Castro) realiza cuando llega al lugar de los hechos Policía judicial y es que anota como hora en que se inician los hechos las 18:20. ¿Con qué objeto?. Ya tenemos tres horas distintas de una sola persona. ¿Cuál es el objeto, su señoría? Decir que hubo una confusión y que se presentó un fuego amigo. Frente a esto tenemos distintas versiones que nos dicen todo lo contrario.
 
El mayor Mario Antonio Celemín de la Policía de Jamundí, en una versión ante la Policía de Jamundí, refirió que a las 5:50 escuchó detonaciones y disparos y que a las 6:25-6:30 llegó al sitio de los hechos, intentó ingresar, pero había soldados que impidieron el ingreso de los policías por lo que él se vio obligado que con su camioneta y utilizando lo que la Policía llama la ‘jagüallana’, es decir las luces en la parte superior de la misma, identificándose como policía, intentó ingresar al sitio y fue recibido por una ráfaga. El personal del Ejército, dice el mayor Celemín, y haciéndose de valor, finalmente ingresó al sitio solo, caminando, en el lugar de los hechos estaba el Ejército en grupitos y caminando por el lugar de los hechos.
 
¿De dónde provenía la ráfaga si estaba el Ejército caminando en grupitos por el lugar de los hechos? ¿De las personas que yacían caídas en el lugar o de los miembros del Ejército? Esta versión es corroborada por varios miembros de la Policía, entre ellos el patrullero Juan Carlos Parra, quien dice que fueron a apoyar entre las 5:40 y las 6 de la tarde al lugar, y que cuando llegaron eran aproximadamente las 6 de la tarde. También refieren todos los policiales cómo el vehículo de la Policía no pudo ingresar al lugar, ni aun haciendo todas las advertencias correspondientes.
 
En la misión táctica, numero 27 Ballesta, con la que se pretende justificar la presencia de los miembros del Ejército en el lugar se lee que la misión era someter mediante el empleo legítimo de la fuerza a un grupo de narcoterroristas del frente 30 de las Farc, las cuales mediante las informaciones irían a realizar un secuestro en el sector de Potrerito. Vale la pena resaltar dos cosas. Que el fin era el de capturar o el de someter mediante el empleo legítimo de la fuerza a un grupo de narcoterroristas.
 
No hay tal grupo de narcoterroristas. Hay un grupo de funcionarios públicos que estaban cumpliendo con su deber. Y tampoco hay un uso legítimo de la fuerza porque muchos policiales ni siquiera pudieron utilizar sus armas. En cambio los miembros del Ejército, según lo reconoce el propio teniente Castro utilizaron por lo menos seis granadas de fragmentación, lo que es excesivo. Y si dijéramos que el grupo de la Dijín era un grupo de narcoterroristas, será posible que se pueda avalar el uso excesivo de la fuerza para reducir al enemigo. Pero la justificación de que hablan de un supuesto secuestro es algo que también ha llamado la atención de la Fiscalía. Y ahí nos vamos a referir a la versión que da el coronel Carvajal, quien para aquellos que no lo conocían salió a la luz pública por llegar en un traje poco adecuado para un comandante de esta fuerza, en sudadera.
 
Dice el coronel, y aquí viene la primera anotación que yo le había señalado a su señoría. En una versión que rindió ante la Procuraduría en la noche del 25. Dice: en la noche del 20 de mayo se efectuó el movimiento del cuarto pelotón de la compañía C al mando del teniente Castro para atender las situaciones de voladuras de torres y del secuestro de una familia española en el sector de Potrerito. Obsérvese que el teniente mencionó no que su movimiento había iniciado el 20 sino que fue en la noche del 21 de mayo. Y eso cobra importancia por lo siguiente: porque la misión táctica fue fechada el 21 a las 20 horas del 21 de mayo de 2006. Es decir que este documento suscrito por el señor teniente coronel Bayron Carvajal, comandante del batallón del Alta Montaña número tres, desmienta la versión del propio coronel dada ante la Procuraduría. Empieza uno a cavilar: será que el comandante de un grupo operacional como este tiene tal grado de lealtad con sus hombres que frente a un hecho tan grave pretende justificar sus conductas. O será que lo que tiene es un compromiso con este tipo de actos.
 
Dentro de la misma versión dice que el teniente Castro había salido con dos días de raciones y él tomó la decisión de mandar al cabo tercero Alzate con un día más de comida. Para qué un día más de comida, su señoría, si el teniente Castro nos había dicho que apenas había iniciado su desplazamiento la noche anterior y aún tenía dos raciones de comida. Ello va a tomar importancia, su señoría, adicionalmente, cuando le entre a explicar algunas informaciones que inteligencia técnica ha obtenido en este caso. Surge dentro de la versión que da el coronel ante la Procuraduría que sí conocían en el batallón de Alta Montaña al NN que falleció en el lugar de los hechos.
 
Al NN que valga decirlo, llegó al lugar de los hechos con un pasamontañas y valga decirlo fue encontrado en el lugar de los hechos a un lado del cadáver, pero que contenía unos rasgos de violencia que a Medicina Legal le permitían demostrar que esos rastros de violencia correspondían a pólvora y que esos rastros de violencia se ubicaban en un lugar del pasamontañas con una herida en la nuca que este ciudadano recibió. De acuerdo con los peritos, cuando un elemento como este pasamontañas aparece con rastros de pólvora, puede estimarse que la distancia a la que se sitió el disparo desde la boca del cañón del arma al objetivo no fue superior a los tres metros. Dice el coronel que a Eduardo (el NN, informante), iban a secuestrar para la primera semana de mayo a una familia de españoles en Potrerito. Que esa información la había dado el 2 ó 3 de mayo. El 22 de mayo (día de la masacre) no son los primeros días de mayo y son 20 días desde que se dio la información, y son 18 días después de que el teniente Castro partió a evitar un secuestro que estaba programado para la primera semana de mayo.
 
A folio 188 de esa versión ante la Procuraduría, dijo el coronel Carvajal: “a las 4 de la tarde regresé a la Brigada y cuando me disponía a asistir a una cita médica, al dispensario, se presentaron los hechos materia de investigación y me dirigía a Potrerito”. La Procuraduría amplió lo dicho por el coronel Carvajal y el 31 de mayo nuevamente le preguntó. Y el coronel Carvajal olvidó lo que dijo el 25 de mayo porque dijo que él no había salido de la tercera brigada sino que salió de un centro médico estético donde la doctora Luz Helena Hernández y que se demoró 50 minutos en llegar entre Cali y Potrerito. Dentro de la inteligencia técnica, su señoría, se realizó por miembros técnicos de la Fiscalía una verificación a unos teléfonos celulares que fueron entregados voluntariamente por los soldados involucrados en los hechos.
 
Aparecen unos mensajes que se tratan de referir a las raciones que generosamente el coronel Carvajal dice le enviaría al señor (teniente) Castro. Se encuentra dentro de estos teléfonos, por ejemplo en del sargento viceprimero Jaime Montenegro Castañeda, del 22 de mayo a las 2:35 de la tarde, recibe dos mensajes idénticos de textos provenientes del abonado celular identificado como del TC Carvajal, abro comillas: “pendientes que Pupo viene con el pollo para que salga uno a reclamarlo para que salga uno a reclamarlo Vitara cafecito”. Ese es el pollo o las raciones de las que habla el señor teniente coronel. Pero es una expresión en la cual la Fiscalía está tratando de ahondar en sus indagaciones porque la invitación al pollo, también al mismo equipo celular, a las 10:39 de la mañana de ese 22 de mayo, proveniente del celular del coronel Carvajal dice: “retire emboscada la gente a los sitios reconocidos. Anoche había mucha tropa y se avisparon. Todo quedó para esta noche. Más tarde le llevo pollo”.
 
Esos elementos señoría nos permiten observar cómo el teniente coronel está dando unas órdenes para retirar unas emboscadas y cómo de manera cifrada está enviando información. Pero en su declaración el teniente coronel, como lo había dicho, dijo tomé la decisión de enviar al cabo Alzate con un día más de comida. Esos elementos y muchos otros con los que cuenta la Fiscalía permiten considerar que la responsabilidad del señor teniente Carvajal se encuentra seriamente comprometida en estos hechos. Y que no fue un acto de solidaridad el haber mentido cuando dijo que el teniente inició su desplazamiento el 20 de mayo porque también dentro de estas comunicaciones el señor teniente coronel Carvajal habla de un Vitara y dentro de la escena de los hechos se pudo establecer que uno de los vehículos utilizados por los miembros de la Policía para llegar al sitio de los hechos es un vehículo Vitara, lo cual no puede pasar desapercibido.
 
Estamos hablando de un Vitara y de unos mensajes cifrados que no tienen una explicación lógica y estamos hablando de la existencia de una emboscada preparada desde la noche anterior como lo sugieren estos mensajes. Pero no sólo a este señor Montenegro el coronel Carvajal le envió los mensajes. También se los envió al teniente Harrison quien lo tiene registrado como Cosaco seis y le dice a las 10:37 del 22 de mayo: “retire la emboscada”. Y al soldado Emilio Riaño le dice: “retire la emboscada”, idéntico mensaje al que le envió al señor teniente Harrison Castro. De tal manera señoría que la Fiscalía tiene elementos suficientes para considerar la responsabilidad de estos ciudadanos como posibles autores de estos homicidios que por el hecho de no haberse tratado de un combate entre dos fuerzas enemigas escapa a los atentados contra el Derecho Internacional Humanitario, pero que bien puede denominarse como una masacre. Con relación a los otros ciudadanos nuestros peritos han presentado un informe preliminar con relacion a las experticias que están llevando a cabo, en el que claramente identifican las armas como armas utilizadas en este ataque.
 
Es así como en el informe presentado se establece que en las labores de escena del crimen se pudieron recuperar 156 vainillas calibres 5.56 por 45, nueve vainillas calibre 308, dos vainillas de pistola 9 milímetros. Se realizaron patrones de ocho fusiles y 10 pistolas y cinco subametralladoras de la Policía Nacional, que era su armamento en total. Y de 24 fusiles, cuatro pistolas, tres ametralladoras y un rifle del Ejército Nacional. El rifle de asalto del Ejército Nacional, que es el calibre 308, no fue referido por el teniente Castro en su versión. Pero los expertos encontraron los siguientes hallazgos, su señoría. De una sola arma, la que fue entregada por el señor José Alfredo Porras, salieron 43 vainillas calibre 5.56. De 140 vainillas recuperadas de ese calibre, 43 vainillas salieron del arma de José Alfredo Porras. Estamos hablando que un solo individuo disparó, por lo menos el 35 por ciento de los disparos que sucedieron en ese lugar. Diez vainillas calibre 5.56 del fusil asignado a Carlos Erazo Riascos.
 
Dieciséis vainillas calibre 5.56 del fusil de Nelson Enrique David Roso. Treinta vainillas, también un elevado número su señoría, del fusil de José Peñaranda Díaz. Tres vainillas calibre 5.56 del fusil de Luis Eduardo Carvajal. De los fusiles y de las armas de la Policía Nacional se recuperaron en total 22 vainillas calibre 5.56. Y ahí vuelva a preguntar la Fiscalía si puede entrar dentro de la lógica, su señoría, que siendo el policía, en versión del teniente Castro, el que inicia el ataque, solamente hubiera empleado 22 vainillas mientras que ellos (los militares) que se suponía se estaban defendiendo y causaron las 11 bajas utilizaron aproximadamente 118 vainillas más las seis granadas de fragmentación. Cotejadas las dos vainillas del calibre 9 por 19 de la Policía Nacional y las cuatro pistolas calibre 9 por 19 del Ejército Nacional se logró establecer que dos vainillas de nueve milímetros fueron disparadas por una pistola de la Policía Nacional.
 
Ello nos indica que hay siete vainillas cuya arma no fue entregada para el estudio. Y si todas las armas de la Policía fueron recogidas dónde están las otras armas. También fueron encontradas nueve vainillas calibre 308 que dieron positivo para el rifle del Ejército. No se pudo establecer identidad para otras ocho vainillas calibre 5.56. Es decir que existe la posibilidad que alguna arma de fuego fue cambiada antes de ser entregada. Este dictamen nos ha señalado que el señor sargento y los soldados profesionales emplearon armas dentro de ese procedimiento, si es que se puede usar ese apelativo. Llama también la atención, señoría, que el señor sargento Montenegro, que según el teniente Harrison Castro, fue dejado en la parte superior de la montaña cubriendo la seguridad, aparezca con su arma disparada dentro de estos hechos cuando él dijo a la Procuraduría que no había disparado su arma. Son estos elementos los que le permiten a la Fiscalía que sí existen razones que estamos frente a una serie de delitos que infringieron el derecho sagrado a la protección de la vida y que existen elementos para ver comprometida la situación de estos ciudadanos.
 
Pero adicionalmente cuando la Fiscalía anunció el estado de indefensión no solamente lo hizo por la gran desproporción de los grupos que allí se encontraban, por las heridas certeras que causaron y porque algunos policías no pudieron disparar sus armas. También lo hicieron porque los miembros de la Dijín, alguno de ellos, mediando el sistema de comunicaciones Avantel, según lo manifestado por el señor mayor Camacho, pidieron apoyo porque estaban siendo atacados. Pero lo más grave es que según la versión que existe dentro del proceso no sólo pidieron apoyo sino que la persona que estaba haciendo esa manifestación angustiosa por el Avantel, al parecer pudo observar la presencia de soldados del Ejército y dijo “ya llegó el apoyo” y en ese momento cesó su reclamo angustioso. Ahí está la indefensión. Ante la gravedad de los hechos también se da la obstrucción a la justicia.
 
También tenemos elementos dentro de la inteligencia técnica que nos dicen cómo utilizando sus teléfonos celulares cuando los soldados están dando su versión ante la Procuraduría, la noche de los hechos, se mandaban mensajes para cuadrar lo que tenían que decir ante la Procuraduría. Esa es una clara obstrucción a la justicia. Pero también podemos decir que representan un peligro para la comunidad y en este caso la palabra peligro cobra una real dimensión porque si un grupo de estos fue capaz de segar la vida de 10 funcionarios públicos también dedicados, como el Ejército, a la protección de la vida y la seguridad nacional, cómo no decir que los testigos de los hechos que pueda encontrar la Fiscalía puedan recibir atentados cuando se ha demostrado la capacidad de daño que tienen. Es evidente que estamos hablando de 11 homicidios.