Alquería es una de las empresas del país que producen mayor transformación económica y social. Tiene 8 plantas industriales: 2 en Cajicá, otra en Cota y las demás en Bucaramanga, Medellín, Palmira, Aguachica y Santa Marta. Cubre cerca del 12 por ciento del mercado de productos lácteos, procesa 1,2 millones de litros en 21 sitios del país, emplea a más de 5.000 personas y en 2017 superó la barrera del billón de pesos en ventas.Pero no siempre fue así. A lo largo de la historia, Alquería ha experimentado altibajos que ha superado con trabajo, innovación y riesgo. Cuando Jorge Cavelier junto a su hijo Enrique compraron una fábrica en Rionegro, Antioquia, en 1959, enfrentaban muchas pérdidas porque los envases de vidrio se rompían en los trayectos para distribuir la leche. Trasladaron entonces la planta a Cajicá y pasaron del vidrio a la caja de cartón y más adelante a la bolsa plástica.En 1995 bajo la dirección de Carlos Enrique, el nieto de Jorge Cavelier, la compañía lanzó la línea de productos larga vida y logró convertirse en la planta de pasteurización más moderna y con mayor capacidad. Importaron la tecnología UHT (ultra alta temperatura) que permite consumir la leche sin hervirla, una técnica que revolucionó el mercado lácteo del país.Eso sí, ese avance les generó una deuda de 15 millones de dólares que por poco los lleva a la quiebra. Incluso, en 1999 tuvieron que acogerse, a instancias de la Superintendencia de Sociedades, a la Ley 550, que les permitía hacer una reestructuración financiera a aquellas compañías viables, pero al borde del colapso.En 2005 lograron salir de esa lista y dieron tal giro, que tres años más tarde la Universidad del Rosario les otorgó el premio Ave Fénix por haber resurgido de las cenizas. Abrieron nuevas plantas, se aliaron con la francesa Danone –experta en yogures– y lanzaron una línea de leches especializadas: deslactosada, baja en grasa, cero grasa y digestive. También vinieron innovaciones en las presentaciones de los productos y la certificación de calidad de Quality Chekd.“La única forma de hacer empresa es arriesgar e innovar. Y la innovación no se da si los colaboradores no sienten la confianza de hacer algo distinto y de proponerle al jefe. Deshacer las jerarquías y tener cercanía con los colaboradores ha sido esencial para lograr esto”, explica Carlos Enrique Cavelier.