OPINIÓN

De Panamá a Corea del Norte: 28 años después

Hay capítulos en las relaciones internacionales que, a pesar del paso de los años y del cambio de circunstancias, deben tenerse en cuenta para no equivocarse.

Semana.Com
19 de marzo de 2017

Desde Panamá se informa que el general Noriega se encuentra en grave estado de salud. Este “líder”, bien conocido en Colombia, fue en su país el “hombre fuerte”, que quitaba y ponía a su acomodo presidentes y manejaba a Panamá como su finca.

Noriega, que adquirió su poder como jefe del temido G-2, el servicio secreto panameño, estuvo involucrado en el asesinato de sus contradictores, incluso de oficiales de la Guardia Nacional que habían sido sus colaboradores, en el tráfico de drogas y en la operación de laboratorios en la frontera con Colombia. Sin embargo, los Estados Unidos se hicieron “los de la vista gorda”, no sólo porque Noriega había pertenecido a la CIA, sino porque les ayudó en varias operaciones en Centroamérica.

El embajador norteamericano, lo llamaba afectuosamente “Tony”, mientras que el general comandante del Comando Sur, mantenía una cordial relación con él. De pronto Noriega, prevalido de su poder y capacidad para manipular la constitución como quería, con el apoyo de la asamblea panameña -no había tribunal supremo ni cortes- que controlaba mediante intimidación y halagos, comenzó a desafiar a los Estados Unidos: incluso en un grotesco show televisivo, blandiendo amenazante un machete en medio de los gritos eufóricos y los aplausos de sus áulicos.

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El 15 de diciembre de 1989, cuando ya el Presidente Bush había decidido invadir a Panamá, la asamblea declaró el “estado de guerra contra los EE. UU” y le dio a Noriega poderes omnímodos, aunque él de facto los venía ejerciendo.   Los Estados Unidos invadieron: se calcula que el número de bajas panameñas en la operación “Causa Justa” (¿?) fue por lo menos de un millar, en su inmensa mayoría, población civil de bajos ingresos.   

Noriega que tantas amenazas había proferido, lejos de hacer frente a la invasión, se asiló en la nunciatura apostólica y luego se entregó sin oponer resistencia a las fuerzas norteamericanas. Todos los miembros de su estado mayor hicieron lo mismo.

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Han pasado 28 años y aunque el mundo ha cambiado dramáticamente, los desplantes al “estilo Noriega” se repiten no sólo en nuestra vecindad inmediata, sino en otras latitudes.

Trascendió la pasada semana que un grupo de los SEAL, comandos de elite de la armada de los Estados Unidos, los mismos que dieron muerte a Osama Bin Laden, llegará a Corea del Sur para participar en un ejercicio “para estimular la remoción” del “líder” de Corea Norte, Kim Jong-un. No se explica en que consiste el ejercicio, ni tampoco cual sería el “estímulo” que se aplicaría.

No obstante, el regordete “líder”, compitiendo con el presidente Trump, cada semana produce una noticia diferente. Lanza cohetes que caen en el mar del Japón; amenaza con atacar a Europa y a los Estados Unidos con armas nucleares; “fusila” con un cañón de 120 milímetros a alguno de sus colaboradores por dormirse en un acto público o manda asesinar a su díscolo hermanastro en un aeropuerto en Malasia, con procedimientos que ni siquiera conocía el agente 007 o cualquiera de sus rivales, Goldfinger o Spectre.  

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También hace estos desafíos por televisión, rodeado por un séquito de militares que lo aplauden desaforadamente y ríen a carcajadas para evitar correr con la misma suerte de sus predecesores. Cuando “el líder” aparece en público genera lágrimas y escenas de histeria entre los hambrientos manifestantes, que se cuidan en no aparecer somnolientos.   

El problema es que uno de los pasatiempos preferidos de Trump, es ver noticias por televisión…que Kim Jong-un no sabe historia de América Latina y que no ha pertenecido a la CIA…que se sepa…

(*) Profesor de la facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario