Ciudadano Global

El hardware y software de la paz

En esta oportunidad, quiero complementar el blog de hace unas semanas, para referirme a un aspecto del comportamiento humano que cada vez más me sorprende y me preocupa: la falta de solidaridad. Y quiero hacerlo desde el contexto de otro comportamiento fundamental: la falta de colaboración. Y los dos son claves, para el futuro del proceso de paz que se adelanta en la actualidad.

Semana
15 de marzo de 2014

En esta oportunidad, quiero complementar el blog de hace unas  semanas, para referirme a un aspecto del comportamiento humano que cada vez más me sorprende y me preocupa: la falta de solidaridad. Y quiero hacerlo desde el contexto de otro comportamiento fundamental: la falta de colaboración.  Y los dos son fundamentales, para el futuro del proceso de paz que se adelanta en la actualidad. 

Cuando se habla de los retos que la sociedad colombiana tendrá que enfrentar en los próximos meses y años, en el escenario de un post conflicto, como resultado de que el proceso en la Habana culmine exitosamente,  hay varios aspectos que se tendrán que trabajar. Muchos de ellos son obvios y serían los más visibles, pero otros, que no lo son, son fundamentales para el éxito del proceso.

Entre los primeros, la infraestructura  es una del ellos. Esta es necesaria para conectar físicamente a las regiones apartadas, para darle oportunidades a las poblaciones más marginadas y afectadas por años de violencia y descuido del Estado. Los servicios de salud, educación, seguridad, y justicia, son otros aspectos vitales, para recuperar la credibilidad de las entidades estatales. Todos ellos yo los llamaría el "hardware" del post conflicto colombiano. 

Pero los invisibles son los más preocupantes, porque sobre ellos no veo ningún trabajo consciente, mientras se adelantan las conversaciones con las FARC. Me refiero a los aspectos culturales que se deben de tratar,  requieren de mucho esfuerzo, y de un liderazgo que no lo veo por ninguna parte. Yo los llamaría "el software de la paz".

La cultura es el pegante que conecta emocionalmente a una comunidad. Está compuesta por los valores comunes, las creencias y los supuestos compartidos por los miembros de esa comunidad. Cuando esta está alineada con un propósito superior compartido, quienes son parte de la misma, tienden a colaborar y tienen la sensibilidad para ayudar a los demás.

Pero también, cuando esta cultura es disfuncional, se convierte en un factor negativo. El resultado es la desunión,  que impide alcanzar sistemáticamente los propósitos colectivos, que son componentes fundamentales, para alcanzar el bienestar de todos y para lograr el éxito en su desarrollo. 

La insensibilidad que mostramos los colombianos por lo que le pasa al otro, la facilidad con la que pasamos a las acciones violentas, la dificultad para manejar nuestras diferencias de una manera madura, demuestra que como sociedad,  tenemos una muy pobre capacidad de empatía, y por ende, un coeficiente emocional muy bajo

En este contexto quisiera hacer una afirmación: no tenemos el software adecuado para lograr los dos más grandes desafíos, que tenemos por delante. El primero de ellos,  pasar un capítulo sangriento de nuestra historia. El segundo, atrevernos a escribir el nuevo capítulo del futuro de un país viable y orgulloso en el contexto internacional. Y lo más grave aún, este es un tema que  es invisible y no parece que sea tema de preocupación mayor.

Y es tremendamente preocupante que haya este gran vacío por una sencilla razón: las estadísticas nos muestran que menos del 10% de las muertes violentas, son atribuibles a los grupos violentos, el saldo es el resultado de los comportamientos agresivos de una sociedad indiferente y anestesiada, que no es capaz de mirarse a sí misma. Es más fácil  achacarle a otros la responsabilidad de nuestra propia situación. 

La faceta violenta de nuestra sociedad, su incapacidad de manejar de manera más productiva sus conflictos diarios, esconde un tema más profundo: la desconexión entre todos los ciudadanos. El único mundo que importa, y no siempre porque hay casos aberrantes, es la familia. De hecho, la violencia en este ámbito, que debería ser sagrado, es responsable de un buen número de hechos violentos que aparecen en las páginas rojas de los medios locales. 

Aquí me gustaría igualmente hacer otra afirmación que posiblemente no va ser muy popular: en la familia colombiana y en el sistema escolar, están los gérmenes de la violencia  que llevamos todos en nuestra sociedad. Igualmente,este es un tema invisible, porque es más fácil echarle la culpa a otros que enfrentar la realidad.

La pregunta que surge a continuación es muy simple: ¿porqué nos cuesta tanto trabajo convivir en paz?...Me atrevería a formular una hipótesis: hay una gran insensibilidad por el otro. Y esta es una de las razones por las cuales nos cuesta tanto colaborar. Este rasgo cultural nuestro, es un freno que nos impide conectarnos con el sufrimiento del otro, tener una visión más sistémica de nuestro lugar en la sociedad.   

Parece que no entendemos un mensaje fundamental: no nos podemos escapar del hecho que somos parte de una comunidad cada vez más interconectada y global. Esto implica que la proximidad física viene acompañada de más oportunidades de interacción con los demás. Las posibilidades de conflictos aumentan exponencialmente, pero también las de lograr generar espacios de convivencia, si lo hacemos con una actitud diferente

Pero resulta que la reconciliación, la capacidad de  perdonar, esta condicionada a tener la posibilidad de conectarnos con nuestro entorno, de una manera diferente. Nos debe importar lo que le sucede al otro porque somos parte de un sistema cada vez más interconectado. Uno cuida lo que le importa, pero entonces la pregunta es: ¿qué se requiere para lograrlo?. 

El proceso de cambio que enfrenta la sociedad colombiana es enorme. Repito: perdón, reconciliación, aceptar las diferencias, incluir a otros que han sido marginados, son entre otras piezas del complejo rompecabezas que tenemos, que armar entre todos los colombianos. Y esto nos trae de nuevo al tema con el que inicie. 

Sin la sensibilidad necesaria para reconocer al otro en la diferencia, de colaborar para hacernos cargo entre todos de cambiar nuestra realidad, es imposible que esto suceda. Buscar cambiar los resultados sin cambiar nuestros comportamientos y nuestros hábitos, es la mejor definición de una esquizofrenia aguda. Y mientras esto no lo entendamos, esta es la verdadera tragedia de la sociedad colombiana.

Y finalmente quiero recodar un tema que lo traté hace varios meses en algunos de mis blogs sobre el tema del liderazgo: el reto en este campo consiste en desafiar a la sociedad, para ver la brecha que tiene entre los valores que dice profesar y sus comportamientos en la realidad. Aquí todo el mundo quisiera la anhelada paz, la pregunta es: ¿qué tanto estamos dispuestos a cambiar para lograrla?.