Maradona es fanático de Boca, y se dice que a Borges no le gustaba el futbol, sin embargo, ¿qué se sabe de las preferencias futbolísticas del músico que completa la “trinidad argentina”?

Hay equipos milongueros. Clubes que
por desgracia no han llenado sus vitrinas con tantos títulos como sus rivales,
pero que a pesar de la sequía, tienen la fortuna de contar con hinchas que
mantienen vivo el amor por los colores. No deja de ser una relación tan
melancólica como el tango, que tiene mucho de derrotas y otro tanto de
despedidas, como decía Gómez De la Serna.
A orillas del Manzanares, por ejemplo, por más de un siglo se han infartado
miles de corazones. El Atlético de Madrid le ha dado a sus hinchas el cielo y
el infierno. Lograron conquistar Europa en los años setenta con la misma
efusividad con la que descendieron a segunda a principios del siglo XXI. Esta
historia no deja de ser similar a la de Santa Fe, el equipo bogotano que logró
ser el primer campeón en Colombia, pero que tan solo hasta hace tres años
rompió una sequía de 37 sin lograr un campeonato nacional. Sus hinchas siguen
ahí.
También está aquel equipo argentino que solo ganó dos títulos en cuarenta años.
Esa es la historia reciente de Racing, el primer club del mundo en alcanzar
siete campeonatos consecutivos a principios del siglo pasado, gracias a lo cual
empezaron a ser conocidos como “La Academia”. Tan solo en 2001, cortaron 38
años sin dar una vuelta olímpica. Avellaneda fue por entonces una fiesta, y en
medio de los festejos, se repitieron imágenes de un hombre con saco y sombrero
que se hacía llamar Carlos Gardel.
La alusión no era gratuita.
Durante la década del veinte, Pedro Ochoa fue considerado por la revista El
Gráfico como el mejor jugador argentino de esos años. A decir verdad, Pedro
Ochoa no era Pedro Ochoa, era “Ochoíta”. El apodo se lo puso Gardel, y con ese
sobrenombre logró ser campeón con Racing, jugar en la selección, e inspirar a
una generación de niños argentinos, así como a su amigo cantante.
Por “Ochoíta”, y otros grandes
jugadores que hacían parte de ese gran equipo que era “La Academia”, Gardel se
hizo socio del equipo de Avellaneda en 1930. Ese mismo año, los tangos del
argentino amenizaron las horas previas a la final de la primera Copa del Mundo,
entre Uruguay y Argentina.
La admiración de Gardel por Racing y su amigo Ochoa, lo llevaron a interpretar
“Patadura”, un tango de 1928 compuesto por Enrique Carreras:
"Piantáte" de la cancha,
dejále el puesto a otro;
de puro "patadura" estás siempre en "orsay".
Jamas "cachás" pelota, la vas de "figurita"
y no "servís" siquiera para patear un "hand".
Querés jugar de "forward" y ser como Seoane
y hacer, como "Tarasca", de media cancha "gol";
burlar a la defensa con pases y gambetas
y ser como "Ochoíta" el crack de la afición."
El amor por Racing no le impidió a Gardel nombrar a “Tarasca” y a Seoane en una
de sus canciones. El primero, uno de los máximos goleadores en la historia de
Boca Juniors, y el segundo, ídolo eterno de Independiente de Avellaneda.
El talento y el tiempo le permitieron al argentino convertirse en un referente
de la música popular latinoamericana, tanto así, que sus temas fueron
declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. De sus orígenes aún se
discute. Algunos dicen que nació en Buenos Aires, otros que en Uruguay, y los
franceses aseguran que llegó a América en un barco de inmigrantes proveniente
de Toulouse.
Lo incierto de sus comienzos no lo es
tanto en su final. Gardel terminó siendo el ídolo de un equipo que hoy, tras
ser campeón, guarda la nostalgia de aquellos años en los que eran invencibles y
dueños del mundo. Una melancolía tan solo comparable con el tango.
Los de Racing adoptaron como suya la figura del músico, y junto a ello, sus
tangos y su amor por los caballos. Lo convirtieron en el más célebre de sus
hinchas, haciendo del celeste y blanco, los colores de Gardel.