A pesar de que todavía el gobierno no ha presentado las reformas que ha anunciado, y tal vez anticipando que el Congreso no las aprobará sin cambios profundos, el presidente ha invitado “a las fuerzas del cambio a convocarnos a discutir en las calles las reformas que se avecinan”(sic)
Existe una probabilidad no despreciable de que esas movilizaciones terminen, como ya ha ocurrido recientemente, en graves disturbios. Ahora se presenta un factor nuevo generador de riesgos: el presidente propone como fecha para la movilización de sus partidarios la misma que la oposición ha definido para realizar sus marchas. Es evidente, entonces, que el propio presidente está creando las condiciones propicias para que ambos bandos se enfrenten en las calles.
Es menester añadir que el mandato de preservar y recuperar el orden público -que es inmanente a la Fuerza pública- ha sido colocado en penumbra para darle un papel preponderante a la protección de los derechos humanos. Craso error. Una cosa es su misión y otra, muy diferente, los valores que deben plasmarse en sus acciones. Mientras la primera es exclusiva y excluyente, estos paradigmas son compartidos con otras entidades del Estado. Jueces y fiscales tienen el deber de investigar y juzgar los hechos delictivos, sin que sea menester que la ley diga, porque es obvio, que en su actuación deben proteger los derechos humanos de acusados y victimas.
De otro lado, ante la eventualidad de una nueva oleada de actos vandálicos, preocupa el posible deterioro del compromiso institucional de policías y soldados, explicable por las afrentas que han recibido del actual gobierno: retiro masivo de oficiales, descalificación de sus tareas e injustificadas ausencias del presidente en las ceremonias castrenses, que tan importantes son para los hombres que ostentan las armas de la República y sus familias.
Por último, es menester recordar que durante la peor de la ola vandálica ocurrida en el 2021, el Esmad se vio desbordado por los hechos, reaccionó por fuera de sus protocolos y se produjeron numerosos muertos. ¿Se habrán corregido esas fallas?
No es extraño que el presidente acuda a movilizaciones populares para desafiar a poderes del Estado que (por fortuna) no controla. Ahora lo hace frente al Congreso, que es quien tendría que aprobar sus iniciativas. Antaño lo hizo para impugnar decisiones de la Procuraduría cuando fue alcalde de Bogotá. En ese caso, más que una movilización de protesta, fue una toma, que duró semanas, de la plaza de Bolívar, un espacio público por antonomasia, por gentes afines al mandatario. Que Petro le haya ganado ese pleito a la Procuraduría no lo disculpa por haber acudido a mecanismos de coacción para impugnar decisiones de la justicia. El camino correcto era otro: la introducción de los recursos pertinentes, los cuales tergiversó mediante lo que desde entonces se llaman “tutelatones”, un claro abuso del derecho a litigar.
La convocatoria presidencial es censurable desde otras perspectivas. En otro trino dijo que “Se aprestan a dar un golpe de Estado. Esto no se responde simplemente en el Congreso. Un golpe de Estado se enfrenta en las calles con el pueblo movilizado”. ¿Se aprestan quiénes, presidente? Una acusación de ese calibre no puede lanzarla sin denunciar, aportando contundentes pruebas, a los integrantes de ese complot criminal. A falta de ellas tendríamos que imaginar que considera golpistas a sus adversarios políticos. Mientras esos actúen dentro de la ley, son elementos esenciales de la democracia.
Así mismo, llama la atención la invitación presidencial “a todas las enfermeras del país que se reunieran …este 14 de febrero a discutir como sería una reforma a la salud”. Quizás se las considera dotadas de un conocimiento esotérico del que los demás carecemos, o idóneas para integrar las “primeras líneas” callejeras.
Si ese fuere el camino -construir las reformas sociales en la calle- lo lógico sería escuchar también al personal administrativo, a las personas que trabajan en los laboratorios, a los conductores de ambulancias, a los pacientes y sus familias etc. Bajo esa metodología es difícil el surgimiento de un consenso, salvo en cuestiones de tal modo generales que de poco servirían. El demonio está en los detalles, dice el refrán. Y si lo hubiere no resultaría obligatorio para el Congreso, como lo pretende el gobierno con relación a las audiencias relativas al Plan Nacional de Desarrollo. Siempre que actúe dentro de la Constitución, nadie puede acotar sus potestades para escribir las leyes.
Para justificar en conjunto algunas de sus inminentes propuestas, el presidente ha dicho que: “La laboral para más estabilidad en el trabajo, la pensional para que ningun viejo muera de frío en la calle, la de salud para volverla un derecho real”. Ojalá las cosas fueran así de sencillas.
La estabilidad en el trabajo es deseable, propósito que debe entenderse en el contexto de una economía que crece con vigor. Más que la estabilidad de unos determinados empleos, lo que de veras importa es el auge del empleo productivo y formal.
Colombia tiene un elevado número de ancianos sumidos en la pobreza a los que la sociedad debe proteger. El debate, por lo tanto, no es de fines sino de medios. Mientras el gobierno quiere canalizar recursos que hoy son propiedad de los trabajadores aportantes a la Seguridad Social hacia ese loable objetivo, otros consideran que las fuentes deben ser fiscales. Para resolver este debate es necesario considerar factores de gran complejidad, tales como la sostenibilidad financiera del sistema y la equidad Inter-generacional.
Aunque por supuesto caben mejoras, decir que la salud no es hoy un derecho real implica negar méritos al sistema que hemos venido construyendo mediante sucesivas reformas. Las encuestas de opinión y las cifras demuestran otra cosa.
Estamos, es preciso reconocerlo, en una difícil coyuntura. Para resolverla tenemos unas instituciones a las que todos debemos lealtad. La calle no es un mecanismo propicio para la deliberación serena.
Briznas poéticas. Wislawa Szymborska nos hace pensar sobre la condición humana: “Se oye un grito: / ¡Somos inocentes! / ¿Quién grita? Corremos, / abrimos las ventanas. / La voz se corta de repente. / Detrás de las ventanas las estrellas caen / como cae después de una salva / el yeso de la pared”.