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A marchar el 21N

La movilización nacional del 21N está exigiendo un cambio que no se puede impedir con represión. La salida está en el respeto del derecho a la protesta, el diálogo, la participación ciudadana y la persistencia en la no violencia de todos los involucrados.

Clara López Obregón, Clara López Obregón
19 de noviembre de 2019

El Evangelio[i] enseña que hay que saber leer el signo de los tiempos. En la actualidad, algo nuevo despierta. Se trata de un sentimiento de unidad y empoderamiento que identificó con espontaneidad la recién coronada reina de belleza María Fernanda Aristizábal: “Marchamos por algo, para mover una causa que nos une” por lo que invitó al Presidente Duque a “apoyar y escuchar por qué estamos marchando.”

A sus 22 años, refleja el sentimiento compartido de la nueva época. Se equivocan quienes buscan una estrategia foránea en las movilizaciones de estudiantes, indígenas y trabajadores. El impulso está aquí, entre nosotros, pero también en Chile, Ecuador, Haití, Bolivia, Cataluña, Francia, Líbano y Hong Kong. Ya había aflorado en la Primavera Árabe y con los Indignados de la Plaza del Sol y Occupy Wall Street. Todas estas experiencias tienen en común que sectores de la sociedad despiertan y salen a marchar frente al fracaso del sistema de poderes en su vida cotidiana y por la necesidad de reorganizar la sociedad de manera más horizontal y participativa.

En esos países, como en Colombia, los poderes han estigmatizado y reprimido a los participantes de las movilizaciones, pretendiendo deslegitimar su accionar y sus reivindicaciones. Poco o nada entienden que cada participante, al salir de la impotencia solitaria para unirse al montón, se convierte en un protagonista, con aspiraciones de una vida diferente y aportando causas y propuestas al conjunto del movimiento.

La gente percibe el potencial emancipatorio de la movilización colectiva. Crece la audiencia de la solidaridad, del rechazo a la desigualdad y de la exigencia de libertad para vivir una vida buena. Decirle a esta nueva audiencia, como lo ha hecho el expresidente Uribe, que “el paro hace parte de la estrategia del Foro de São Paulo que intenta desestabilizar a las democracias de América Latina,” es perder el año.

Ese miedo al contagio de la gastada teoría del dominó que impulsó la fracasada guerra del Viet Nam, esta estimulando una respuesta equivocada. Las cuñas de televisión en contra de la protesta ciudadana, las campañas mediáticas orientadas a difundir miedo y la represión policial y judicial, no han cumplido su cometido. Todo lo contrario, como en las elecciones regionales, la esperanza vence al miedo, se amplía la convocatoria y se estimula la necesidad de participación. Ni el acuartelamiento del ejército, ni la concesión anticipada de algunos de los reclamos impedirán la realización de la movilización.

En efecto, al percibir que la campaña de deslegitimación de la protesta no estaba dando resultados, el Presidente Duque tomó la iniciativa de cambiar de táctica y anunció que “la protesta pacífica es un derecho que este gobierno protege y hay aspiraciones sociales válidas por las que hay algunos que quieren expresarse.”

Enseguida, a diferencia de su colega chileno, no esperó a que las cosas se le salieran de las manos y decidió sacar de la agenda gubernamental las reformas laboral y pensional que sus ministros, en compañía de los gremios, venían ambientando desde el comienzo del gobierno. Por ahora, no va la eliminación de Colpensiones, ni el pago del salario mínimo integral por horas, ni el salario mínimo diferencial por regiones. Esas medidas regresivas entraron al congelador lo que las convierte en un logro anticipado del paro.

Ese éxito temprano indica el camino. El desafío está en impedir que los violentos de los extremos expropien, con el uso de la fuerza, el carácter pacífico y no violento de la movilización colectiva. Ojalá los gobernantes entiendan que de la actuación de la fuerza pública depende que se contenga o se desborde la movilización. Esta debe proteger a los manifestantes y responder el accionar de encapuchados y los anunciados grupos de choque de derecha, sin disolver la movilización. Las marchas de la MANE del 2011 demuestran que si se puede.

La movilización nacional del 21N está exigiendo un cambio que no se puede impedir con represión. La salida está en el respeto del derecho a la protesta, el diálogo, la participación ciudadana y la persistencia en la no violencia de todos los involucrados.

 

[i] Mateo (Mt. 16, 4)