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¿A qué le teme Maduro?

¿Quién es más peligroso para el régimen de Nicolás Maduro: ¿la oposición, el coronavirus o Wilexis?

Poly Martínez, Poly Martínez
14 de mayo de 2020

LA OPOSICIÓN:  a la llamada oposición venezolana -como si fuera un monolito-, no hace falta presentarla. Se ha dejado ver de todas las formas posibles desde tiempos de Chávez, pero con especial despliegue internacional en los últimos años. Por el camino, además de dividirse, la oposición se ha radicalizado. La posibilidad de sostener una negociación con Maduro para buscarle una salida es impensable para los más furibundos, cosa que algunos cuestionan y relacionan con su cercanía al ala radical del uribismo colombiano. Pero más allá de impensable, pareciera hoy irreal pues Maduro tiene el respaldo de las Fuerzas Armadas y de seguridad, y la oposición no tiene capacidad concreta de negociación con el régimen ni con quienes lo sostienen.

La disparatada operación Gedeón y las salidas en falso de su liderazgo no son exactamente una muestra de capacidad estratégica o de refinamiento político. Todo es desconcertante.  El precio de darle prioridad al escenario internacional y sus sanciones ya es alto. Y lo más trágico: pensando en que otros van a salvar la patria, la oposición ha perdido capacidad de imaginar salidas que no sean maximalistas; no ha logrado conquistar el respaldo interno a pesar de las carencias y la profunda crisis generada por el régimen. Se ha burocratizado, como dijo Michael Penfold. Mientras tanto, en su remedo de democracia, Maduro ayer anunció elecciones legislativas y retó a la oposición a presentar sus candidatos.

EL CORONAVIRUS: esta sí parece ser una amenaza seria para el régimen. Tanto así que ayer mismo, tras un informe de la Academia de Ciencias de Venezuela sobre el alcance real de la covid-19 (el control de los datos económicos, sociales y de salud ha sido una obsesión del madurismo), Diosdado Cabello amenazó a los científicos pues presentan una proyección de contagios entre un 63 % y 95 % superior a las cifras oficiales. Calcular entre 1.000 y 400 enfermos diarios para el mes de julio les valió “una invitación a un tun tun”, como les dijo ayer el segundo a bordo, quien antes comentó: “Esto es una invitación a que los organismos de seguridad visiten a esta gente”. Se sabe de periodistas detenidos por informar sobre la pandemia.

El coronavirus es, a su manera, un riesgo de golpe de Estado. Por donde pasa va descabezando líderes políticos o empresariales; quita el velo a las cifras sobre el real estado de la sanidad de los países, evidencia la corrupción y manipulación política y económica. Así ha dejado por el suelo la popularidad y credibilidad de muchos que hoy, además de tener que lidiar con la pandemia, empiezan a sentir la rabia de la gente. Maduro y su régimen no están inoculados contra esta realidad; saben que cuando se desate la covid-19 perderán el control de los datos y quedará al desnudo la realidad. Como en tantos otros lugares del mundo, no se trata simplemente de la guerra contra la pandemia, sino de una tremenda confrontación política.

WILEXIS: antes de pasar al “y tú no sabes quién soy yo” de Petare, el barrio más teso de Venezuela, vale la pena hacer una parada en la autopista Caracas-Guarenas, que ayer fue bloqueada nuevamente por conductores y ciudadanos desesperados por la escasez de gasolina, varados en la economía en ruinas que tiene el país. Venezuela no tiene gasolina, está inmóvil, además bajo llave por cuenta del virus. Sin embargo, ayer también hubo protestas por falta de agua en otra zona de Caracas y ha habido más revuelos en el resto del país ante la crisis de servicios públicos. La gente desafía el confinamiento oficial y al coronavirus extraoficial.

Ahora sí: Wuilesys Alexander Acevedo Monasterios, 33 años, es un delincuente de marca mayor, un pran (preso rematado, asesino nato) y líder de toda la delincuencia en Petare, con una población cercana al millón de habitantes. Los pranes han sido instrumentales al régimen por su capacidad de control territorial, del narcotráfico, de la minería ilegal y sus rentas, entre otros negocios ilícitos. También han sido útiles para amedrentar a la gente y para desatar la violencia -sin responsables-  contra los venezolanos que han marchado en contra del régimen.

Hace unas semanas, el ministerio para el Servicio Penitenciario dejó en libertad al gran enemigo de Wilexis. Meses atrás Maduro lo acusó de cómplice de la DEA y vendido a Guaidó porque empezó a promover protestas ante la crisis de los servicios públicos. ¿Una coincidencia? Para nada, por eso se desató la guerra: el viernes pasado el FAES, la unidad élite de la policía, se tomó Petare en busca del criminal, dejando 12 personas muertas a su paso. Acevedo, que lidera una banda armada de 200 personas, juró venganza.

Esto parece anecdótico de prensa roja. Pero revela un aspecto más complejo y riesgoso. Los grupos criminales que el régimen ha promocionado o permitido empiezan a voltearse, y van cargados de armas y poder local. “Todos los barrios de Caracas y del país tiene que organizarse. El lunes todos a tomar las calles de Venezuela por la falta de luz, de agua, de comida, de gasolina, de gas, de dinero, de empleo, de medicinas, de toda mierda que falta. La solución somos todos”, dijo hace unas semanas Wilexis.

La historia, cuando se desconoce, puede repetirse:  Guarenas, ciudad satélite a 32 kilómetros de la capital venezolana, fue la cuna de El Caracazo de 1989, respuesta popular a las medidas económicas tomadas por Carlos Andrés Pérez. 19 días que estremecieron a Venezuela, semilla del chavismo y el fin de una era política y económica venezolana. No hacen falta invasiones extranjeras.

@Polymarti

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