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¿Acaso se perdió el honor?

La famosa frase de Francisco I, “todo se ha perdido menos el honor” debía ser recordada ahora en que el honor ha sido enviado por algunos al cuarto de San Alejo.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
2 de enero de 2020

Cuando el siglo XVI en la batalla de Pavía, el rey de Francia, Francisco I fue derrotado, tomado prisionero y conducido a Madrid por las tropas de Carlos V, escribió la emblemática frase “todo se ha perdido menos el honor”. 

En 1996 la opinión pública norteamericana quedó conmocionada, cuando el comandante de la marina de guerra, el carismático almirante Jeremy Boorda, en un dramático episodio, se suicidó con el disparo de una pistola calibre 38 en el corazón. 

El almirante Boorda era el primer oficial que, habiendo ingresado como simple marinero y desempeñado todos los cargos en la marina, alcanzaba esa posición, llenando de orgullo a miles de miembros de las fuerzas armadas. 

El motivo de tan fatal determinación fue que un periodista de la revista Newsweek, le había seguido los pasos para publicar un artículo. Durante sus investigaciones verificó que entre las numerosas condecoraciones que lucía el almirante, en dos de ellas, que le habían sido otorgadas por acciones de combate a bordo de los buques USS Broke y USS Craig durante la guerra de Vietnam, aparecían superpuestas las letras “V” que, para portarlas, se requería que hubiera mediado una citación especial por “valor en combate”, de la que Boorda no había sido objeto.  

Antes de publicar el artículo, el periodista le solicitó una entrevista a Boorda para aclarar el caso de las “V”. El almirante le dio la cita, pero minutos antes, sorpresivamente prefirió suicidarse, conmocionando desde el presidente Clinton hasta el último marinero norteamericano. 

Dejó dos cartas, una para su esposa e hijos y otra para sus comandantes y compañeros, en las que, afirmaba que por honor prefería quitarse la vida. 

Con angustia se observa en nuestro país la generalización de la corrupción en sus diferentes modalidades. No simplemente en la administración pública, sino en todos los estamentos de la sociedad. En muchas localidades del país es imposible construir un andén sin que un corrupto cobre la “coimba” y el otro la de y la “cargue a la cuenta”.  Para no hablar que los que logran “tumbar” al vecino o engañar al maestro, merecen la admiración de sus amigos. 

Que decir de los colados en Transmilenio, del conductor que debe acceder a pagarle al “limpiavidrios” para que no le raye el carro si no acepta “sus servicios” o del facineroso que lo amenaza con quitarle el espejo del carro, sino no le da diez mil pesos.  

¿Será que algunos padres infunden a sus hijos a ser “avispados”? ¿Será que se nos olvidó enseñarles a los muchachos a querer a Colombia, a descubrirles las maravillas de su geografía y de su extraordinaria historia? ¿Será que los himnos, como “¿Salud adorada bandera…” y la poesía patriótica “¿Patria te adoro en tu silencio mudo…” que antes se cantaban y recitaban en las escuelas y que inspiraron a muchos de nuestros tribunos, son cosas totalmente ridículas…?

¿O acaso será, que se perdió el honor?

(*) Decano de la facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario   

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