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Ni ruptura ni continuidad

El acuerdo no debilitó la institucionalidad como obsesiva e impensadamente sostienen algunos. La reta.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
22 de octubre de 2018

Estabilización es el nombre que el actual gobierno da a la presencia efectiva del Estado en comunidades y territorios en los que guerrillas o paramilitares ejercieron su poder, o donde aún se disputa a tiros el control territorial con armados de todos los pelambres.

En realidad, este propósito ha sido tarea de todos los gobiernos desde el inicio de la república sin que lo hayamos logrado, pues esto es mucho más que enviar tropas a un lugar u otro. Además del necesario control territorial, necesitamos construir un proyecto de nación con los mayores consensos, cosa que se olvida con frecuencia en el gobierno, en los grupos de alternativa política y en la ciudadanía misma.

Construir y consolidar consensos siempre nos ha quedado grande. Por ello, nuestra historia puede resumirse en la búsqueda de superar la violencia y consolidar el Estado.

Desde luego no es lo único que hemos hecho, en los dos siglos de existencia republicana. También hemos construido comercio, desarrollo industrial, economía financiera, infraestructura urbana y rural, desarrollos educativos, culturales y todo ello sumado es el país que somos.

Nuestros procesos, han sido segmentados, insuficientes, pero deben reconocerse como, en desarrollo.

El gobierno Duque parece estar improvisando en materia estratégica, lo que puede ser visto como una mala señal. Pero podría ser un buen síntoma.

Durante el mes de agosto, el nuevo presidente era para un importante número de colombianos la representación de alguien y no él mismo.

Su agenda de campaña hizo temer, -por sus propias afirmaciones, las de su partido y sus liderazgos-, que el acuerdo de paz que dio fin a la guerra con las Farc estaba en riesgo desde el día 1 en que asumiera el gobierno; que la guerra con Venezuela estaba a la vuelta de la esquina y que nuevamente el país entraría en los círculos de violencia que desde fines de los ochenta, los colombianos estamos dispuestos a abandonar como lo hemos manifestado una y otra vez.

No estamos en el escenario de la ruptura.

Su gobierno no ha significado eso. A pesar de las dificultades que tenemos en el control territorial de grandes regiones, el continúo asesinato de liderazgos políticos y sociales, especialmente de opositores al modelo socioeconómico, al gobierno y a poderes regionales que corrompen funcionarios, comerciantes, contratistas, empresas y políticos, no podemos equivocarnos achacando estos males a este gobierno.

Es parte del lastre histórico de nuestra sociedad. Esta precisión es importante para no ver la parte vacía del vaso como la totalidad.

Debe reconocerse que el acuerdo de paz firmado abre una suerte de posibilidades a la institucionalidad para mostrar su capacidad, para fortalecerse.

El acuerdo no debilitó la institucionalidad como obsesiva e impensadamente sostienen algunos. La reta.

La pone de bulto frente a las incapacidades que hemos tenido para construir estado durante la historia republicana del país.

Confronta la institucionalidad consigo misma.

El gobierno Duque parece estar comprendiendo este hecho.

Las formulaciones que se anuncian por parte de Emilio Archila para desarrollar su tarea al frente de la anterior Alta Consejería para el Posconflicto, parecen ir en la dirección adecuada.

Estabilización es el nombre que le da a su objetivo y estabilización es la prioridad del Estado.

Sin ello, no hay 4G ni “parafernalias discursivas” que valgan.

El reto es considerable, porque exige un alto nivel de coordinación intrainstitucional.

¿Quién es el líder para conseguir al interior del gobierno una sola voluntad en la implementación de los propósitos?

Nominalmente debe ser el presidente. Pero salvo muy contadas excepciones, hemos visto cómo en diferentes gobiernos esa autoridad nominal se va diluyendo debido a la influencia de jugadores externos.

¿Podrá Iván Duque convertirse en el líder que logre articulación y trabajo en equipo, como norma de acción para sus ministerios y agencias de gobierno?

Ese es el mayor reto para cualquier gobernante al asumir su mandato.

En el caso del actual presidente, el reto es doble dada su falta de experiencia previa en tareas de gobierno y la compleja coyuntura tanto nacional como regional que enfrenta Colombia.

De que Iván Duque logre ese liderazgo depende la implementación del acuerdo de paz firmado y la construcción de Estado e institucionalidad en zonas atrapadas por la guerra durante décadas.

Solo así será posible, poner fin a los ciclos descritos por la periodista María Teresa Ronderos en su libro Guerras Recicladas.  

Hacerlo, exige trabajo conjunto en medio de las diferencias políticas.

¿Seremos capaces?

Adenda 1 Los pobres que avanzan desde Honduras hacia la frontera sur de Estados Unidos son un reto de seguridad, humanismo y equidad. Ante la falta de liderazgo de la OEA y Naciones Unidas en el tema, todo indica que podemos ser testigos de una masacre.

Adenda 2 Parece que el Consejo Nacional Electoral reconocerá como patrimonio familiar de los Galán la personería del Nuevo Liberalismo, siendo así, Gloria Gaitán podría reclamar el suyo, así cualquiera.

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com    

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