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Del pacto de bancadas al Acuerdo nacional

Buscar un pacto para garantizar la gobernabilidad en el Congreso es algo distinto a lograr un verdadero acuerdo nacional para avanzar en las reformas que el país necesita. El presidente Duque tiene el talante para lograr lo segundo. Pero por ahora lo están enredando en lo primero.

Camilo Granada, Camilo Granada
22 de mayo de 2019

El 7 de agosto del 2018 al momento de posesionarse, el presidente Duque reafirmó su voluntad de no quedarse anclado en el pasado, y sobre todo, de buscar ponerle un punto final a la debate agrio y descalificador de la política nacional. Su propósito, a mi parecer genuino y sincero, era poner la mirada en el futuro y como representante de una nueva generación, convocar y reunir al país en torno a proyectos de futuro.

Desgraciadamente ese objetivo no se ha logrado. Las razones son múltiples y creo que no vale la pena hacer juicios de responsabilidad sobre quien tuvo la culpa. Eso nos lleva a la trampa que nos impide mirar hacia delante.

Lo que es cierto es que hoy el país está más dividido aún que antes. Pareciera que es imposible no solo buscar consensos alrededor de grandes temas, sino incluso acordar cuáles son esos temas y alinderarlos para avanzar en una conversación donde las visiones y concepciones distintas puedan escucharse y reconocerse.  

A raíz de la nueva exacerbación de ánimos generada alrededor de la Justicia Especial de Paz, en buena hora el presidente Duque retomó su idea de buscar y alcanzar un gran acuerdo nacional. Pero su puesta en marcha ha sido tortuosa y limitada. No puede pensarse en un acuerdo nacional sobre la base de excluir a una buena parte de las fuerzas políticas del país, con el argumento de que son la oposición. Precisamente es con ellos con quien se debe lograr acuerdos para superar la polarización y la parálisis. Reunirse únicamente con los partidos de gobierno y los independientes parece más orientado a buscar un acuerdo de bancada y una gobernabilidad estrecha en el congreso. Puede ser un esfuerzo válido, pero que no sienta las bases de un acuerdo nacional.

Por otro lado, no puede buscarse, y menos en la actual coyuntura política, un acuerdo basado en la aceptación de los términos de una de las partes. Eso se parece más a una imposición que a un acuerdo. Así trataron de presentar las objeciones a la ley estatutaria de la JEP. El gran argumento de muchos sus defensores era decir “acepten nuestras posiciones y así se logra el consenso sobre la paz”. Eso no es buscar consenso. Es imponer bajo el ropaje de un acuerdo. Y por eso fracasó el intento.

El presidente Duque puede cambiar esa dinámica que no ha dado resultados. Puede hacer una verdadera convocatoria abierta y generosa a todos los partidos políticos, pero también a los empresarios y sectores sociales para buscar verdaderos puntos de consenso, basados en una agenda de futuro, no de pasado ni de revancha. En ese proceso, como Jefe de Estado de todos los colombianos, debe situarse por encima de los intereses partidistas de corto plazo, lo que no significa renunciar a sus convicciones. Significa asumir un liderazgo nacional, reconociendo las diferencias, para superarlas, no para profundizarlas.

El punto de partida de la búsqueda de un acuerdo es que las posiciones son disímiles. Por lo tanto, todas las partes tienen que ceder en unas cosas, de lo contrario el acuerdo es imposible. Este principio básico de la negociación es el que algunos áulicos del gobierno y portavoces de la revancha no han entendido. Se alimentan de una visión absolutista en la que toda cesión es traición. Ese liderazgo basado en la disciplina para perros y la descalificación de la diferencia ya no funciona. Ni convoca ni legitima.

Álvaro Gómez insistió durante varios años en la necesidad de llegar a un “acuerdo sobre lo fundamental”. Él, quien había sido protagonista de los años más duros de la confrontación liberal-conservadora, entendió que era necesario encontrar terrenos de entendimiento con los adversarios y trabajó armónicamente con Horacio Serpa y Antonio Navarro en la constituyente. Eso no implicó que ninguno de ellos renunciara a sus ideales políticos. No los convirtió en traidores a sus causas.

Si en Colombia queremos, como nos propuso el presidente Duque hace menos de un año, superar las divisiones, mirar para adelante y construir sobre lo construido, deberíamos seguir ese ejemplo. El acuerdo nacional puede ser el camino. Hay que evitar que se convierta en un pacto de bancada parlamentaria. Hay temas fundamentales, esenciales para el progreso del país que lo ameritan. Todavía es posible. Muchos lo estamos esperando.  

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