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La nostalgia del consenso

La era de los consensos es cosa del pasado y cualquiera sea el resultado electoral de 2018 lo que viene será una gran turbulencia.

Julia Londoño, Julia Londoño
28 de septiembre de 2017

Existe una gran nostalgia en el país acerca de los consensos que caracterizaban la sociedad y la política colombiana. Más nos vale dejar de añorarlos. Los acuerdos del pasado fueron respuesta a la situación de conflicto armado y ahora que la guerra dejó de aglutinar a la sociedad no solo se ha evidenciado la quiebra de los viejos acuerdos sino que no encontramos mecanismos para resolver las nuevas tensiones.

Todavía no lo entendemos bien, porque el fin del conflicto ha sido demasiado reciente, pero durante los años de la confrontación armada la sociedad colombiana y especialmente sus élites, reaccionaron al desafío guerrillero mediante varios consensos o arreglos institucionales que sirvieron como mecanismo de defensa durante todos estos años, pero cuyo agotamiento es evidente.

El primero de ellos fue la entrega del manejo del orden público a las Fuerzas Armadas. Este consenso tiene su expresión más clara en el célebre discurso de Alberto Lleras en el Hotel Tequendama cuando aceptó la candidatura para ser el primer presidente del Frente Nacional. Allí dijo que los militares debían permanecer en los cuarteles alejados de la política y a cambio los políticos se alejarían del manejo del orden público y fuera de los cuarteles.

Esta situación perduró con graves consecuencias en términos de la eficacia de la acción militar y de violaciones de derechos humanos. La renuncia de la clase política a la conducción de los asuntos de seguridad ha sufrido múltiples fracturas, primero, por la intervención de los Estados Unidos, luego por el nombramiento de ministros civiles al frente del Ministerio de Defensa (aunque algunos asumieron su labor como jefes de relaciones públicas de los militares) y finalmente por el liderazgo militar tanto de Uribe como de Santos (el uno para impulsar la guerra y el otro para terminarla). La permanencia de la Policía Nacional en la sede del Ministerio de Defensa muestra que no se trata de un capítulo cerrado, pero sí evidencia el agotamiento de un esquema diseñado para la guerra.

El segundo gran consenso fue la entrega del manejo económico a la tecnocracia. En este caso fue el otro presidente Lleras, quien no solo creó el Departamento Nacional de Planeación sino que sacó a los políticos de las decisiones de gasto público a cambio de beneficiarlos mediante la creación de los auxilios parlamentarios. También este modelo persiste, pese a que la Constitución de 1991 intentó eliminar los auxilios y descentralizar el gasto público. Los auxilios fueron revividos en varias formas y aún siguen produciendo estragos en forma de mermelada con una gran afectación a la competencia política, mientras que la descentralización fue reversada desde el gobierno de Andrés Pastrana justo por ser una amenaza a la estabilidad macroeconómica.

Los consensos fueron útiles. Hubiese sido difícil resistir los años de guerra en medio de crisis económicas o con debates sobre el manejo del conflicto con los niveles de pugnacidad que hoy tenemos sobre el manejo de la paz. El problema con estos consensos es que funcionaron bien para mantener la estabilidad y asegurar la gobernabilidad entre quienes estaban adentro del sistema pero represaron el trámite de muchas otras demandas de la sociedad.

La era de los consensos es cosa del pasado y cualquiera sea el resultado electoral de 2018 lo que viene será una gran turbulencia.

Exviceministro del Interior
@JuanFdoLondono

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