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Agárrese de la brocha

Semana
14 de octubre de 1996

Esta semana es crucial para el futuro del gobierno del presidente Samper, pues por razones diferentes va a presentarse un sacudón en el seno de los dos únicos sectores que lo apoyan en forma abierta: el Congreso y los militares. Poco a poco la premisa de que el Parlamento, en su mayoría de conservadores y liberales oficialistas, respalda cualquier iniciativa del Presidente, va perdiendo su validez. Los roces entre congresistas y gobierno por los distintos temas, y la sensación de ingratitud que en forma proverbial invade a los parlamentarios que sienten que sus afectos no han sido correspondidos a cabalidad, acaban por minar al Congreso como el principal soporte de cualquier administración. El caso de Samper no podía ser la excepción, y más aún si se tiene en cuenta que el Congreso le tendió la malla bajo sus pies cuando caminaba por la cuerda floja. Muchos parlamentarios que se sienten con el derecho a exigir un pago por tan generoso beneficio, han expresado su descontento por la manera en que el gobierno les ha correspondido. Ese sentimiento, cuya fuerza es prematuro calibrar hoy, se presenta en el momento en que el Presidente más necesita del Congreso. De la aprobación de las leyes que endurecen las penas a los narcotraficantes y permiten quitarles sus bienes, depende que Samper pueda atajar la ira de Estados Unidos y la andanada de medidas que tienen listas contra Colombia. Pero en el Congreso no se siente un ambiente muy propicio para la aprobación de esas medidas. La permanencia de Horacio Serpa en el gabinete, mucho más allá de lo que el propio Ministro del Interior hubiera querido, se debe en forma exclusiva a que él es la única persona capaz de mover los hilos parlamentarios para lograr la aprobación de esas leyes. Los senadores ponentes de esos proyectos, Claudia Blum y Germán Vargas, no se ven muy optimistas acerca del futuro de sus gestiones, pues a la relativa frialdad parlamentaria con el gobierno se suma el temor a meterle la mano a los temas que significan golpear a los narcos donde les duele. Además de eso, buena parte de la bancada liberal esperaba poder meter a algún representante del Congreso o al menos una figura regional en el puesto de vicepresidente, pero Samper les daño la fiesta al postular a Carlos Lemos para ese cargo, más que con un guiño, casi con una orden. Pero el tema más delicado está por el lado de los militares. Es muy posible que esta semana se haga efectiva la orden de detención al general Harold Bedoya, emitida por un juez que consideró que los militares no pueden impedirle el paso a las turbas. Esa decisión tiene a las Fuerzas Armadas mordiéndose los labios de la rabia. Es seguro que el general Bedoya acatará la orden judicial. Pero es muy probable que nadie se atreva a suspenderlo de su cargo y que ninguno de sus colegas militares acepte ocupar el puesto que abandonaría el comandante del Ejército en forma temporal. A pesar de ser el resultado de la decisión de un juez, ese vacío de poder pone contra la pared al gobierno. Los militares no están dispuestos a aceptar el precedente de que pueden terminar en la cárcel por ejercer el más elemental de sus deberes cuando hay dificultades de orden público, y queda en manos del gobierno central la tarea de desactivar esa bomba. La llegada de Carlos Lemos a la Vicepresidencia (si no hay rebelión parlamentaria) puede ser la única fuente de oxígeno en estos instantes de sofoco. El embajador en Londres ha recibido el apoyo de muchos sectores pro y antisamperistas, y eso se puede convertir en el único punto de acuerdo más o menos nacional sobre algún tema de gobierno. Ya se está oyendo la sugerencia de que Lemos ocupe también el Ministerio del Interior para darle, en cabeza suya, carácter de consenso a la lucha por el restablecimiento del orden público. Pero mientras eso ocurre si es que ocurre, hay síntomas de gorgojo en dos de las patas que sostienen al gobierno. Por eso alguien le debe estar diciendo al oído al Presidente, como los albañiles en su jerga, "¡Agárrese de la brocha que van a quitar la escalera!".

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