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Agrocombustibles: ¿bendición o catástrofe?

Al polarizado debate sobre el impacto de producción de los combustibles a base de cultivos le hace falta una buena dosis de información sobre cómo, dónde se ha desarrollado de esta agroindustria en Colombia y quiénes se benefician de ella.

Semana
17 de abril de 2008

Los cultivos de materia prima para agrocombustibles, a diferencia de los hidorcarburos, son renovables, absorben gases de efecto invernadero y producen oxígeno. Sus emisiones son menos nocivas que las de los combustibles fósiles. Generan también miles de empleos en el campo, estimulan la construcción de infraestructura y la ampliación de la cobertura de servicios públicos, nutren las exportaciones; son motor del desarrollo y de independencia energética.

Pero también es cierto que los cultivos de agrocombustibles prosperan sobre grandes extensiones de tierra, las mismas extensiones en donde durante millones de años evolucionaron selvas, sabanas, humedales, los últimos relictos de ecosistemas tropicales irremplazables. Los mismos territorios y las mismas especies de los que depende la seguridad alimentaria de sociedades agrarias, comunidades campesinas, negras, indígenas.

Con el alza del precio de la tierra aumenta la especulación, con el aumento del precio del maíz y de la caña sube el precio de las arepas y de la panela. Se crea empleo, sí, pero los grandes capitales de empresas agroindustriales son los capaces de hacer rentable el negocio. Y muchas veces estas empresas están estructuradas sobre la explotación laboral y la apropiación de tierras, que en este país está con demasiada frecuencia ligada a las formas más aterradoras de violencia. El impacto ambiental de los cultivos de agrocombustibles no compensa su contribución al ambiente por la capacidad que tienen de absorción de carbono. Consumen grandes volúmenes de agua, fertilizantes y plaguicidas, cuya producción a su vez requiere de considerables cantidades de energía, quizás más de la que generan.
 
Los agrocombustibles están garantizando la sostenibilidad del modelo de desarrollo en el que los países del sur proveen la materia prima y asumen los costos ambientales y sociales, para que los países del norte continúen con sus ritmos de consumo.

Las dos posiciones frente al tema vienen manifestándose en los medios de comunicación con una frecuencia que ha aumentado en los últimos meses, con argumentos más o menos rigurosos, discursos más o menos bien informados, arengas más o menos bien intencionadas. La polarización va creciendo, pero no así la capacidad que tenemos los ciudadanos de entender el problema, formar nuestro criterio y presionar la toma de decisiones sobre temas cruciales que van a afectar nuestra cotidianidad.

Necesitamos conocer mejor en qué han consistido las experiencias exitosas de producción de agrocombustibles, en lo social y lo ambiental; a qué escala y en qué condiciones se han dado estas experiencias. También, cuál ha sido la relación histórica entre producción de agrocombustibles y seguridad alimentaria de poblaciones vulnerables y en qué condiciones se pueden armonizar las dos.

Tampoco sabemos de qué magnitud ha sido el papel del desplazamiento forzado en las grandes plantaciones que son la base de la industria nacional de los agrocombustibles, ni si es posible pensar en monocultivos de esas dimensiones, sin violencia, en este país; ni siquiera cuánta tierra sería apta para el cultivo de agrocombustibles.

Son preguntas que probablemente no se puedan responder con certidumbre. Llevan a cuestas una carga política enorme, y las respuestas están bajo la presión de la urgencia; Escuchar a personas que conocen el tema, por estudio o experiencia, desde diferentes ángulos geográficos, disciplinarios e ideológicos podría ser un buen comienzo para hacer un debate más informado. Por iniciativa de Colciencias, la Universidad Nacional y la Comisión Quinta de la Cámara de Representantes, tendremos una buena oportunidad para conocer mejor el tema. El próximo jueves 24 de abril de 9 de la mañana a 1 de la tarde, ocho expertos nacionales e internacionales, y un público atento y preocupado, pondrán sobre la mesa las principales cuestiones (agrícola - productiva, ambiental, social y energética) acerca de los agrocombustibles, en transmisión en directo por el Canal del Congreso.

Es una oportunidad que tenemos los ciudadanos, los tomadores de decisiones, la prensa, de dejar de decir sí o no sorda y
absolutamente, y reunir evidencias para encontrar respuestas sobre cómo, cuándo y en dónde la industria de los agrocombustibles es un
monstruo que nos devora trágicamente o, por el contrario un negocio que le trae bienestar social y ambiental a los colombianos.


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