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Ahí gozándola

Pastrana viajó en su avión a Antioquia, teatro de la tragedia de los niños. Pero no para el sepelio. Sino para no perderse Colombiamoda

Antonio Caballero
25 de septiembre de 2000

Todo el mundo habla del abandono del Estado, incluyendo a los funcionarios del propio Estado, como justificación y excusa para todo lo malo que sucede en Colombia, desde la guerra hasta la droga, pasando por las excesos que el Estado mismo comete contra los ciudadanos. Pero rara vez se explica en qué consiste ese tal abandono del Estado. Nos acaban de mostrar de manera ostentosa en qué consiste, con motivo del entierro de los niños muertos en una aldea de Antioquia por los disparos de los soldados del Estado. Los disparos del miedo.

Fue un entierro de pobres. ¿No eran acaso niños pobres, aunque su pueblo se llame Pueblo Rico? No fue nadie. El Estado que los mató por error no estaba con ellos ni siquiera para sepultarlos. No asistió ni el Presidente de la República, ni el Ministro de Defensa, ni el comandante de la Brigada cuyos hombres accidentalmente los mataron. No había nadie. El tan cacareado abandono del Estado es eso.

Es verdad que el presidente Andrés Pastrana viajó en su avión presidencial a Antioquia, teatro de la tragedia. Pero no para el sepelio. Sino para no perderse el certamen de ‘Colombiamoda’ y poder mirar los culos de las bellas modelos y ver si, como se dice en una entrevista que acaba de publicar la revista Diners, ellas lo llamaban “papito”. Porque, como el propio Presidente explica en esa entrevista, el poder es para eso: “Lo disfruto plenamente, lo vivo y lo gozo minuto a minuto”. Siendo así, ¿para qué va a acudir a entierros de pobres, en los que ni siquiera le van a ofrecer trago? “Güeeepa”. (Pastrana es de los que, cuando bailan, gritan “güeeepa”.

Qué vergüenza. ¿Suya? No: nuestra. De quienes lo elegimos Presidente o no pudimos evitar que saliera elegido. El está en lo suyo: ahí gozándola. ¿Y los demás? Bien por lo conformes. En cuanto a las guerrillas, que contribuyeron a elegirlo, están ahora tan de “güeeepa” como él mismo: no son ellas las únicas que matan niños.

Y clausurada Colombiamoda —“adiós, papito, que vuelva”— voló Pastrana en su avión presidencial a Cartagena a recibir la visita fugaz del emperador Bill Clinton y de su comitiva de 500 personas. A gozarla. Un fiestón. Y como Clinton, según informa la prensa, quería “palpar la cotidianeidad de Cartagena”, ha habido que improvisarle una cotidianeidad a juego con la sonrisa servil de Pastrana, limpiando las playas de palenqueras de frutas y los muelles de vendedores de jugos y las calles de niñitos descalzos y pedigüeños, no va y sea que, por equivocación, los maten a tiros los 5.000 soldados del Ejército que custodian la rumba. Rumbonón. Pastrana, que la gozará plenamente, intercambiará entre risas procaces historias de “papitos” con el emperador, bailará mapalé —¡güüeeepa!— con la señora Madeleine Albright, comerá su langosta, se meterá sus tragos y se arrodillará: las cosas con las cuales él disfruta. Y así, feliz y arrodillado, barriendo el suelo una de las infinitas corbatas que según la entrevista de Diners le han regalado sus admiradoras, recibirá del emperador que se retira su herencia envenenada: el Plan Colombia. Ese plan de destrucción para esta ‘Empresa Colombia’ de la cual según él “todos somos accionistas”, así a algunos les toque la seda de las corbatas y a otros sólo el plomo de las balas.

Tiene razón el presidente Andrés Pastrana: esta rumba hay que gozarla, porque no va a durar. Así que ¡güüüüüeeeeepaaa!

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