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Alas de esperanza

Semana
11 de junio de 2001

Las circunstancias de la vida me han enseñado a enfrentar muchas dificultades y obstáculos, convirtiéndolos en retos, abriendo así mis ojos a realidades que hasta entonces eran ocultas o sólo afectaban a otros y que hoy son el sustento para apoyarme como una audaz luchadora que no tiene más armas sino sus propias palabras, siendo éstas íconos de los más atroces sucesos, consciente de las consecuencias pero sin un deseo imperioso de que persuadan e iluminen los pensamientos, demostrando que la verdadera fuerza no se encuentra en las armas, pudiéndose canalizar el entusiasmo militante de un país inteligente y responsable.



Por eso hoy escribo mi sentir con una actitud de enseñanza de un ejemplo más valeroso que los preceptos y donde es difícil discernir cuáles cosas se encuentran bajo nuestro control y cuáles no.



Las circunstancias con acontecimientos imprevistos me han llevado a vivir una conmovedora historia que sacudió mis raíces más profundas, convirtiéndome en una mujer ruda, permitiéndome conocer mi fortaleza e iniciando una lucha y búsqueda incansable de la verdad, poniéndose a prueba mi tenacidad ante un gobierno y una guerrilla, ambos fríos e impersonales, dejándome una sensación de vacío en mis manos.



He tocado muchas puertas, he hablado con personas prudentes, celosas, cordiales, aun con ruines y mezquinos, y de todos he recibido palabras triviales, pero no un compromiso o una frase que de verdad refleje un profundo sentido humano; actitud negativa que no me abruma ni mengua el deseo de encontrar la salida a este conflicto en que se encuentra mi esposo.



En aras de hallar auxilio y ante el afán de hacer valer el simple derecho a la vida me han transportado como en una montaña rusa donde el poder político que maneja el país se ha convertido en el principal objetivo de manipulación, siendo mi esposo ese talón de Aquiles de muchos. Esta explosión de contradicción y frente a una cascada de evidencias y, más triste aún, ante un sopor de pasividad donde se ha llegado a fallar por omisión de los actores del conflicto, otorgándole así un estatus de burlesco a mis actitudes, mis llamadas de auxilio y a mis peticiones de ayuda.



Es el momento de decidir con benevolencia y sofocar las voces de los opositores a que un hombre del común y corriente tenga el derecho a la vida. Mi lucha siempre ha sido por su vida, por su salud, y aunque a veces mi alma se llena tristeza invadiéndome el desánimo y la desesperanza, surge en mí la imagen de un hombre que se reconforta con el sufrimiento, recorriéndome un sentimiento de perseverancia por todas las fibras de mi ser.



La incredulidad, la indiferencia y el presagio de un fracaso por la insensibilidad de un gobierno y la neurosis de poder de una guerrilla me fortalecen de la manera más insólita y menos esperada para enarbolar la bandera de la batalla en busca de la verdad y la justicia con el anhelo de romper los barrotes de aquellos corazones insensibles y fríos que convierten al país en una quimera.



Pido al país actos de perdón, solidaridad y tolerancia, alejando la violencia. El mal no desaparece con las críticas, sólo las aumenta. Todos podemos comprometernos con decisión, no claudiquemos, es el momento de hablar.



Y aunque hasta ahora los resultados no son esperanzadores no me dejaré arrastrar vencida por el desaliento sino que volaré con las alas de la esperanza hasta surcar los cielos del triunfo en vista del crepúsculo de la libertad de un héroe agonizante.

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