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Alcalde: de las carreras, solo queda el cansancio

La Empresa Metro de Bogotá anunció que pospondría hasta el 28 de junio la publicación de los pliegos definitivos para la licitación de la primera línea del metro de Bogotá. A pesar de ello, el alcalde Enrique Peñalosa pretende adjudicar el multimillonario proyecto a más tardar, el 21 de octubre de 2019, una semana antes de las elecciones.

Clara López Obregón, Clara López Obregón
4 de junio de 2019

Andrés Escobar, gerente de la Empresa Metro ha insistido en la supuesta necesidad de adelantar la adjudicación para asegurar que la licitación no pueda ser revocada, revisada o notificada por el próximo alcalde, como debiera ser, ya que la concesión “llave en mano” incluye hasta el diseño de ingeniería de detalle que todavía no ha podido completar la administración Peñalosa.

En principio, nada tiene de malo que un alcalde realice esfuerzos con miras a adjudicar un importante proyecto de infraestructura dentro de su periodo de mandato. De haber construido sobre los construido, el alcalde Peñalosa estaría próximo a inaugurar y no a licitar el Metro. Lo que preocupa es que la administración Peñalosa, que se demoró cuatro años en llevar el proyecto al estado en que lo encontró en 2016, ahora apresure de manera irresponsable el cronograma de la licitación, con el propósito de a toda costa y costo, imponer su cuestionada visión de ciudad, en desmedro tanto de la imparcialidad y la transparencia del proceso, como de la calidad de las ofertas.

Es inaceptable en una licitación de esta magnitud que los proponentes cuenten con menos de dos meses para preparar sus propuestas. Este plazo no es acorde con la práctica de mercado para proyectos semejantes donde los proponentes cuentan con seis meses o mas para analizar la documentación, participar en reuniones de retroalimentación y elaborar sus ofertas.

La estrechez del plazo es sumamente grave, particularmente porque en escasos dos meses, los proponentes debe elaborar una oferta sumamente compleja y costosa y, adicionalmente, estructurar la consecución y aporte de recursos por valor superior a 3 billones de pesos para la financiación del proyecto. Más extraño aún es que al momento de presentar la oferta, como se desprende de los borradores de los pliegos, no se exija comprobación alguna de la obtención de esos recursos. Como consecuencia, la ciudad adjudicaría el proyecto mas grande de toda su historia sin siquiera verificar que el ganador cuente con los recursos financieros para su cabal ejecución.  

Por si fuera poco, durante el escaso tiempo -apenas un mes– que han tenido los proponentes para revisar y hacer preguntas al borrador de la minuta de contrato y a los 43 apéndices técnicos, ya se ciernen sombras alrededor de la imparcialidad del proceso y se evidencia un posible direccionamiento hacia algunos oferentes. La Empresa Metro prometió diseñar una licitación con especificaciones técnicas funcionales, es decir, indicando la necesidad de satisfacer parámetros como número de pasajeros, intervalo entre trenes y número de estaciones.

A pesar de ello, parece ser que la Empresa Metro estaría exigiendo que la obra y el equipamiento electrónico cumplan con ciertas características técnicas –sin estudios que las respalden– que podrían dar una ventaja competitiva a determinados fabricantes, tema que no es menor en razón a que el consorcio ganador se decidirá por la oferta más barata.

A esta posible falta de imparcialidad, también se suma una muy probable falta de integración de este proyecto con el denominado, Regiotram de Occidente, otro enorme proyecto de infraestructura que, por motivos similares a los del alcalde Peñalosa, pretende adjudicar, también a las carreras, el gobernador de Cundinamarca, Jorge Rey, antes de que culmine su periodo en la gobernación.

De las carreras, solo queda el cansancio. Eso debería saber el alcalde Peñalosa que pretendió abrir la licitación del TransMilenio de la Séptima, sin los estudios necesarios. Lo que corresponde es hacer las cosas bien, con los tiempos normales en estos asuntos y, desde luego, dejando abierta la puerta para que el nuevo alcalde o alcaldesa pueda enderezar el metro de Bogotá.