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La responsabilidad es de las FARC

El fin del conflicto depende de que la guerrilla acepte las reglas de la democracia.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
14 de octubre de 2016

Difícil encontrar un político con mejores razones para quejarse que Al Gore en 2000. Obtuvo 300.000 más votos que su contrincante George W. Bush. En el estado clave de la Florida, hubo serias irregularidades que afectaron a miles de sus votantes. Con argumentos cuestionables, la Corte Suprema negó su solicitud para un reconteo. Le sobraban motivaciones para seguir en la lucha. Escogió el otro camino.

Aceptó sin titubeos la decisión de la Corte: "si bien aun mantenemos nuestras posiciones opuestas, hay un deber mayor que el que profesamos a nuestro partido. Esta es América (Estados Unidos) y ponemos los intereses del país antes que un partido". Nunca es fácil reconocer una derrota. Y menos cuando hay tanto en juego.

Es fácil caer en recriminaciones o buscar culpables externos. Justificar el revés en las trampas del otro. Incluso sirve de aliciente para los perdedores. Las excusas son contraproducentes; alimentan la negación. No ayudan a avanzar ni tampoco a la reconciliación.

A quienes apoyamos el Sí al acuerdo entre el gobierno y las FARC, nos sería útil aprender del ejemplo de Gore. Algunos piden que se vuelva a votar en la Costa Caribe para que acudan a las urnas los que no fueron por el huracán Matthew. ¿Y por qué sólo ellos? Si en otras partes se puede alegar cualquier cosa. Ese oportunismo es un insulto para quienes apoyamos el Sí.

Hay indignación porque la campaña del No confesó que utilizó la indignación y la exageración como los pilares de su estrategia de comunicaciones. Alegan incluso que ese hecho sería suficiente para anular el resultado del plebiscito. No es serio. Nos demerita. Se llama libertad de expresión. En toda campaña reina la hipérbole y la desinformación. Los del Brexit, por ejemplo, prometieron invertir los presuntos 350 millones de libras que le enviaban semanalmente a la Unión Europea en el sistema de salud. Era puro cuento. Pero no hay nadie denunciado penalmente.

Sería preferible que los del Sí se preguntaran si fue tan buena idea darle tanta pantalla a las FARC en vísperas de las elecciones. ¿No habrá sido más la arrogancia de Romaña, Santrich y Timochenko la que movió a la gente a decir mejor no?

Veo con preocupación que aún no se asumen las lecciones de la derrota. Se sigue pensando que el problema es el expresidente Álvaro Uribe. Que es atacándolo a él como se llega a la paz. Hubo casi júbilo cuando el New York Times compró la misma tesis en su editorial del viernes 14 de octubre. Olvidan que la opinión del Wall Street Journal es exactamente la contraria. Para ese diario Uribe debería ser el Nobel de paz y no el presidente Santos. Con todo respeto, ambos diarios se equivocan.

El tema no es Uribe. Son las FARC. Son ellas quienes deben demostrar que entienden las reglas democráticas. Son ellas quienes deben acceder a cambiar el texto del acuerdo, que fue rechazado por la mayoría de los colombianos que ejercieron su derecho al voto.

Y es hacia ellas en quienes hay que poner los ojos y la presión de las manifestaciones. Deben comprender que en la democracia se gana y se pierde. Y eso produce consecuencias. Flaco favor hacemos dándoles excusas para que evadan su responsabilidad en la derrota.

Al mismo tiempo, con unos gestos políticos se podría salir del atolladero; más aún dadas las propuestas públicas de los diferentes grupos del No.

Es evidente -y las encuestas han sido consistentes en este campo- que los colombianos esperan que el castigo a los jefes de las FARC sea mayor de lo estipulado en el acuerdo. Con tantas ellas y ellos, nosotros y nosotras, se diluyó la parte punitiva. Planteada de otra manera -colonias agrícolas y restricción efectiva- se supliría esa preocupación.

Los colombianos tampoco quieren ver al secretariado de congresistas. Pero eso no significa que no puedan participar en política como lo demostró Piedad Córdoba todos estos años.

Si bien es explicable el Frankestein de la jurisdicción de la paz, hay alternativas dentro de la institucionalidad actual que permiten implementar la justicia transicional y mantener el enfoque en la verdad.

Todo lo anterior es posible si nos presentamos unidos ante las FARC y dejemos de dividirnos entre los del Sí y los del No.

* En Twitter: Fonzi65

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