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El carácter de los Obama

Barack y Michelle Obama volvieron común lo extraordinario, gracias a su coraje e integridad.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
29 de julio de 2016

Jackie Robinson fue un gran beisbolista, pero es recordado cada 15 de abril por otra razón. Ese día, en 1947, vistió el uniforme de los Dodgers de Brooklyn convirtiéndose en el primer afroamericano en jugar en las grandes ligas del béisbol. Hasta ese entonces había un acuerdo implícito entre todos los dueños de los equipos de sólo contratar a blancos. Branch Rickey, el gerente general de los Dodgers, rompió ese pacto con Robinson. La escogencia no fue al azar; Rickey necesitaba un hombre con un temperamento muy particular. Alguien que aceptara no responder a insultos por horribles que fueran. Alguien que pusiera la otra mejilla.

A Robinson le dijeron todo tipo de improperios; desde los hinchas hasta sus rivales e incluso algunos de sus compañeros de equipo. En Cincinnati recibió amenazas de muerte. Múltiples veces esquivó pelotas de lanzadores que iban rumbo a su cabeza. Mantuvo su compostura, no se dejó provocar. Sabía que de hacerlo, confirmaría el estereotipo racista de que los negros eran explosivos, incapaces de autocontrolarse.  Gracias a su coraje, cambió una faceta fundamental de la cultura general estadounidense: sus  venerados deportes. Con Robinson, los negros incursionaron en el “American Way of Life”.

O como lo dijo el reverendo Jesse Jackson, el defensor de los derechos civiles, en el entierro del beisbolista, “cuando Jackie salió al campo, algo nos recordó de nuestro derecho de nacimiento de ser libres”.

El miércoles 27 de julio de 2016, otro pionero pronunció su último discurso  en calidad de presidente de Estados Unidos en la convención de su partido. Como Robinson, Barack Obama debió jugar con cartas diferentes a las de sus predecesores anglosajones. Intuía que cualquier error sería magnificado, que millones estarían al acecho para cobrárselo. Michelle Obama en su alocución del lunes reconoció esa carga, esa responsabilidad que enfrentan cada día de ser ciudadanos ejemplares. “Sabemos – declaró - que nuestras palabras y acciones importan, no sólo para nuestras hijas, sino para los niños de este país”.

Tampoco ha sido fácil para los Obama. Desde los primeros días, algunos cuestionaron la legitimidad de su mandato. El mismo Donald Trump saltó a la prominencia nacional en 2011 exigiendo ver el certificado de nacimiento del presidente, un requerimiento que nunca le hicieron a los Clinton, Bush, Reagan, Roosevelt o Nixon. Han puesto en duda su nacionalismo - en la radio  y en la televisión lo han descrito como un bicho raro, diferente, lo han tachado de poco americano-. Los Obama han soportado afrenta tras afrenta, insulto tras insulto. Los han irrespetado. Y nada. Parafraseando a Michelle Obama, ante las bajezas, respondieron con altura.

Al igual que Jackie Robinson, Barack y Michelle Obama debían combatir el prejuicio y la ignorancia, y también el miedo. El temor infundado de muchos blancos del hombre negro iracundo, del que quemaría sus casas y violaría a sus mujeres en un dos por tres. O la percepción de la mujer negra enfadada y radicalizada. En fin, eran conscientes de que su vara era más alta. Igualmente, era inevitable que Barack Obama buscara la reelección en 2012; el legado del primer presidente afroamericano no podría terminar en una derrota.

Es prematuro aventurar si la historia lo considerará uno de los más grandes y destacados mandatarios de Estados Unidos. Muchas de sus políticas tanto internas como externas son polémicas y sus consecuencias sólo se podrán medir en décadas. Pero, sólo la franja lunática no reconoce que la familia Obama ha sido ejemplar y su administración, la de los menores escándalos en la historia contemporánea. Nada de travesuras sexuales (Lewinsky), canje de armas por rehenes (Irán-contras), “chuzadas” y encubrimiento (Watergate).

Tal vez su mayor legado, es que hoy sea normal para toda una generación de estadounidenses que “unas jóvenes afroamericanas jueguen con sus perros en el jardín de la Casa Blanca”. O, como lo destacó el periodista Charles Pierce, que en los Estados Unidos de 2016, no genere rechazo alguno el abrazo de un hombre negro con una mujer blanca (hace unas décadas era un delito y podría ser incluso linchado). Y que el primero sea Presidente y la segunda, Hillary Clinton, candidata a sucederlo.

*En Twitter Fonzi65

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