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La “buena” fe de las FARC

Es ingenuo pensar que la guerrilla tenga palabra. No está en su ADN.

Semana.Com
26 de febrero de 2016

“Doveryai, no proveryai”, dijo el presidente de Estados Unidos. Hubo risas en el auditorio. Escuchar a Ronald Reagan, el mismo que describió a la Unión Soviética como el imperio del mal, pronunciar palabras en ruso no era usual. Tampoco el escenario. Era el 8 de diciembre de 1987. Las dos superpotencias anunciaban en Washington DC la firma del tratado donde acordaban remover sus misiles nucleares intermedios de Europa. Era un hito. Reagan y Mijaíl Gorbachov daban el primer paso para poner fin a la guerra fría.

Desde que asumió las riendas de la URSS en marzo de 1985, Gorbachov había deslumbrado a Occidente con su nuevo estilo. Un analista en la época decía que no era tan difícil: con sólo caminar sin ayuda se distinguía de sus antecesores septuagenarios (Chernenko, Andropov y Brezhnev).

La "gorby manía"  había infectado a casi todo al mundo. Reagan estuvo en la minoría. Si bien estableció una relación personal con el líder soviético, nunca olvidó con quién estaba tratando: un adversario ideológico, cuyo objetivo estratégico era propagar el comunismo por todo el mundo. Un enemigo declarado al “American Way of Life”. Por eso, en medio de la algarabía por el acuerdo nuclear, Reagan dijo en ruso “confíe, pero verifique”.  Esa consigna, que según Gorbachov la repetía en cada reunión, garantizó el eficaz cumplimiento a la  letra de lo negociado. Sería útil aplicarle la misma incredulidad a las FARC, que desde que comenzaron los diálogos han demostrado -una y otra vez- que su palabra vale poco.

Al día siguiente de iniciarse las negociaciones formales en noviembre de 2012, las FARC convocaron una rueda de prensa; violando de un tajo el compromiso entre las partes que toda declaración pública sería conjunta. Esa práctica -quizás la que más ha deteriorado el apoyo de los colombianos al proceso- la  mantienen al día de hoy.

En mayo 2014, el gobierno y la guerrilla anunciaron el acuerdo sobre drogas ilícitas. En ella, las FARC se comprometieron a “contribuir… con la solución definitiva al problema de las drogas ilícitas… y poner fin a cualquier relación… con este fenómeno”.  A mediados de 2015, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, denunció un incremento del 44 por ciento en los cultivos de coca, particularmente en zonas de influencia de las FARC como Putumayo, Cauca y Caquetá. Éste se dio particularmente en el segundo semestre. Especialistas estiman que el incremento fue incluso mayor el año pasado, tras la decisión del gobierno de suspender la aspersión aérea.

Si bien los compromisos de la guerrilla en La Habana sólo aplicarían cuando se firme la paz definitiva, dice mucho sobre su verdadero interés de salir del negocio el hecho que estén aprovechado estos meses para aumentar sus ingresos ilegales. El Secretariado quiere llegar al posconflicto con las arcas llenas.

Hace dos semanas las FARC anunciaron el fin del reclutamiento a menores de 18 años. El año pasado, en febrero también, habían dicho lo mismo sobre los menores de 17 años. No creo que sea coincidencia. Más que un gesto humanitario, es una decisión pragmática. Ya completaron la cuota que necesitaban. Según informes de inteligencia, en los últimos años hubo un auge de reclutamiento con un solo fin: incrementar el número de guerrilleros a desmovilizar. En esto también le aprendieron a los paramilitares. El ministro del Interior dice que el gobierno buscará evitar a los colados; la realidad es que ya la trampa se consumió.

La última burla fue el conejo de la semana pasada. Entrar a un corregimiento con 200 hombres armados y  a una escuela es mostrar el cobre. Hay que ser muy ingenuos para aceptarle a las FARC su explicación que las jornadas de pedagogía con su tropa incluía reuniones con la población civil. Es evidente que se aprovecharon de la buena fe del gobierno y de los garantes. Alargaron la pita. Preocupa, así mismo, que la orden presidencial de regresar de inmediato a La Habana sólo se implementó una semana después.

A las FARC hay que tenerlas con la rienda corta. En el posconflicto, habrá que aplicar la máxima de “doveryai, no proveryai”.

En Twitter  Fonzi65

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