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Julio Londoño Paredes Columna Semana

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Algunos “amigos incómodos”

La presencia de ciertos personajes a veces complica los panoramas.

3 de febrero de 2023

Medios internacionales han dado cuenta de la situación en que se encuentra el expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, firme aliado de los Estados Unidos durante su mandato, por la condición de su visa en ese país.

Hay muchos capítulos de la historia en los que las visas, especialmente las norteamericanas, para algunos personajes, han sido fundamentales. En ciertos casos la diferencia entre la vida y la muerte. Pero eso depende del solicitante, no importa qué tan amigo haya sido de los Estados Unidos.

El caso del último sha de Irán fue dramático. Mohammad Reza Pahlevi se constituyó durante muchos años en el sostén fundamental de la política norteamericana y de occidente en el medio oriente. Fue derrocado en 1979 por los ayatolas, que se consideraron con gran bombo en los nuevos árbitros de la región.

El sha y su esposa, Farah Diba, trataron de exiliarse en Francia, donde fueron rechazados. Acudieron entonces a su gran antiguo aliado, los Estados Unidos, que preocupados por eventuales represalias de Irán, hicieron lo mismo.

Comenzaron a peregrinar por muchos países, entre ellos Bahamas, México, Ecuador y Panamá. Por presión norteamericana, ninguno los aceptó. Finalmente, los acogieron en Egipto, en donde el sha murió de cáncer en julio de 1980.

El amigo incondicional de los Estados Unidos durante muchos años, el general Anastasio Somoza, dictador de Nicaragua, casado con norteamericana y egresado de la prestigiosa academia militar de West Point de los Estados Unidos, fue derrocado por los sandinistas dirigidos por Daniel Ortega, también en 1979. Como los sandinistas estaban de moda, Washington, no le dio asilo a Somoza. Tuvo que acudir al dictador Stroessner en Paraguay, en donde fue asesinado.

El caso del general Gustavo Rojas Pinilla fue diferente. Había asumido el poder el 13 de junio de 1953 por un golpe militar, calificado como “golpe de opinión”. Como comandante de las Fuerzas Militares apoyó la presencia del Batallón Colombia en Corea y lo siguió haciendo cuando asumió el poder.

En junio de 1954 un grupo de soldados, llegados de Corea, pésimamente entrenados y peor dirigidos, mataron a unos muchachos que se movilizaban en una pacífica manifestación por la carrera séptima con avenida Jiménez en el centro de Bogotá. Fue el principio del fin de la breve presidencia de Rojas.

El 10 de mayo de 1957 se encargó del gobierno una Junta Militar y Rojas Pinilla, hábilmente, en lugar de buscar refugio en los Estados Unidos, donde además había estudiado, prefirió ir a República Dominicana, que estaba regentada por el dictador Rafael Leonidas Trujillo que se consideraba “el guardián del Caribe”.

Trujillo increpó duramente a Rojas Pinilla por su debilidad al no haberse mantenido en el poder y accedió a comprarle su casa en Bogotá, ubicada en la carrera 30 con calle 45, que fue destinada como residencia del embajador dominicano. En 1979, el M-19 se tomó la embajada. Los autores salieron para Cuba.

El dictador venezolano Pérez Jiménez, después de haber sido derrocado en 1958, pasó también por República Dominicana y luego se radicó en los Estados Unidos. Durante su mandato y con el petróleo a borbotones y el hierro del Cerro Bolívar, había sido el consentido de los presidentes norteamericanos y considerado como el personaje del año por la revista “Time”. Sin embargo, el presidente Kennedy acordó secretamente con el presidente de Venezuela, Rómulo Betancur, la extradición de Pérez Jiménez, que logró huir a España, donde estaba Francisco Franco.

Ahora la situación ha cambiado. Varios países se disputan el privilegio de recibir en su territorio a miembros de grupos armados colombianos.

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