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Jorge Enrique Vélez, columnista invitado

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Alocución, “alococión”

Un verdadero líder, especialmente un presidente, debe ser claro y efectivo en sus mensajes. Para lograr una comunicación exitosa, es esencial que sus discursos posean ciertas características clave: claridad y concisión.

Jorge Enrique Vélez
11 de septiembre de 2024

Seguramente, estimado lector, has pensado lo mismo que yo al titular esta columna. Está mal escrita, lo correcto es “alocución”, y tienes toda la razón. Empecemos por la definición: la palabra “alocución” se refiere a un discurso o charla formal, generalmente dirigida a un público específico, y suele implicar un contenido serio o solemne. Es común en contextos en los que un líder u orador expone un mensaje importante o aborda un tema relevante.

Ahora bien, la razón detrás del título de esta columna es precisamente la falta de alocuciones en el sentido estricto de parte de nuestro presidente Gustavo Petro. En sus intervenciones, a menudo muestra actitudes que llevan a muchos ciudadanos a pensar que son casi demenciales. De ahí el juego de palabras: en lugar de alocuciones, Petro parece ofrecernos “alocociones”.

Un verdadero líder, especialmente un presidente, debe ser claro y efectivo en sus mensajes. Para lograr una comunicación exitosa, es esencial que sus discursos posean ciertas características clave: claridad y concisión. Un mensaje debe ser claro y directo, pero nuestro presidente opta por un enfoque narrativo y poco estructurado, lo que complica la comprensión y vuelve su comunicación extensa y confusa.

El estilo comunicativo de Petro tiende a ser más directo e incluso crítico, lo que a veces puede interpretarse como una falta de empatía. Frecuentemente, aborda temas complejos y controvertidos, como la pobreza, la desigualdad y el conflicto armado, pero lo hace de tal forma que parece desconectado emocionalmente de su audiencia. Además, sus intervenciones suelen resultar insultantes para aquellos que no comparten su visión, y es ahí cuando surgen sus reacciones defensivas y acusaciones de “golpes blandos”, lo que incrementa la sensación de desconexión con quienes no lo siguen a ciegas.

Las alocuciones (o “alocociones”) del presidente Gustavo Petro a menudo pueden parecer, para algunos, “sesgadas hacia la locura”, aunque para sus aliados representan una panacea. Sin embargo, para sus opositores, su retórica es poco convencional e incluso provocadora. Frecuentemente emplea un lenguaje que puede dar la impresión de falta de coherencia o lógica.

Algunas de sus declaraciones son percibidas como radicales o fuera de lo común, lo que lleva a interpretarlas como carentes de racionalidad, especialmente cuando se dirige a públicos a los que le gusta desafiar con sus propuestas de cambios sociales y económicos que, en la opinión general, parecen imposibles de cumplir para un mandatario en funciones.

Sus interacciones con críticos y opositores son en su mayoría intensas y apasionadas, generando en muchos colombianos la sensación de que no toma en serio a quienes no comparten sus puntos de vista. Esto lleva a la percepción de que, como presidente, su comportamiento refleja una profunda inestabilidad.

La polarización que ha generado el gobierno de Petro es tal que sus palabras, en cualquier intervención o foro, son a menudo sacadas de contexto o malinterpretadas por sus opositores, lo que incrementa la falta de credibilidad y alimenta aun más la polarización en el país. Aquellos que aún creen en él ven sus intervenciones como perfectamente lógicas, mientras que sus críticos las consideran una “locura” absoluta.

Los medios de comunicación, las redes sociales y las llamadas “bodegas” han jugado un papel clave en amplificar esta percepción, enfocándose únicamente en los aspectos más controvertidos o excéntricos de sus discursos. Esto ha contribuido a la idea de que sus alocuciones son, para algunos, “locas” o “demenciales”.

Permítanme ofrecer algunos ejemplos que respaldan lo mencionado anteriormente en esta columna y que refuerzan la idea de que las alocuciones (o “alocociones”) del presidente son altamente susceptibles a interpretaciones de incoherencia. Tomemos como referencia su intervención más reciente en el municipio de Nuquí:

  • “Las periodistas del poder, las muñecas de la mafia, construyeron la tesis del terrorismo en la protesta y la criminalización del derecho genuino a protestar y a decir ‘basta’”.
  • “Aún no hace mucho, un fiscal dio la orden a todos sus fiscales de recoger en las cárceles a los miles de jóvenes que se habían levantado, tal como lo hizo el Libertador Bolívar, para exigir nuevamente dignidad en sus barrios, en sus ciudades, en sus pueblos”.
  • “Los colombianos nos hemos dividido entre Quijotes que aún cabalgamos y aquellos que quieren matar a los Quijotes, silenciarlos”.
  • “Por la presidencia de un hombre negro que hoy lidera esa corporación. Magistrado Chaverra, conservador él, poco afín a mis ideas, creo. No entiendo bien por qué los hombres negros pueden ser conservadores, no lo comprendo del todo, pero son negros que se liberan y hoy están conduciendo la justicia”.

Estos extractos ilustran claramente el estilo retórico del presidente, que a menudo suscita debates y polémicas, siendo visto por algunos como brillante y por otros como confuso y provocador.

Para concluir, la razón por la que utilicé el término “alococión” en el título es evidente: las intervenciones del presidente Gustavo Petro a menudo contienen elementos que muchos consideran “demenciales”, producto de su estilo provocador y apasionado. Su manera de expresar ideas desafía con frecuencia las normas convencionales, utilizando metáforas inusuales y mostrando una falta de conexión emocional que lo hacen parecer errático o extremo, tanto para los colombianos como para los extranjeros que lo escuchan en otros países.

Petro parece disfrutar generando polarización política en Colombia, lo que contribuye a su percepción negativa. Sin embargo, esto parece no preocuparle, ya que su interés radica únicamente en contar con el apoyo de aquellos que comparten sus pensamientos, a menudo caracterizados por un marcado egocentrismo.

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