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Bolaño

La noticia ayer tomó a muchos por sorpresa: “Antes del 31 de diciembre las librerías deberán devolver los libros de Bolaño de Anagrama que tengan en depósito”. El tema viene de atrás.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
28 de noviembre de 2016

Estas últimas semanas el mundo editorial ha asistido, en vivo y en directo, a una polémica que podría restar puntos, más que sumar, a la obra de uno de los escritores que, luego de su muerte, se ha convertido en uno de los más influyentes en lengua castellana.

La polémica comenzó desde antes de salir al mercado su novela inédita, El espíritu de la ciencia-ficción. Winston Manrique preguntó en Babelia, “¿Es lícito o ético publicar algo sin la voluntad expresa del autor?”. Uno de los entrevistados sostuvo, “Todo depende de si se sabe o no la voluntad del autor, o de si no queda clara. Es el albacea literario o el heredero quien decide, al fin y al cabo, ha sido la persona de confianza designada por el autor”. Otro entrevistado, un académico, afirmó por su parte, “una obra abandonada nunca será mejor que una obra publicada, salvo, quizá Kafka. (…) Bolaño escribió muchísimo y no le habría alcanzado la vida para ver todo impreso”. Alguien más escribió una columna sobre El espíritu de la ciencia-ficción, “la historia de la literatura no se habría perdido nada especial si hubiera seguido en el cajón. Adoramos a Roberto Bolaño: pero lo preferimos cuando ya fue Bolaño”. 

El debate era un asunto literario que iba por buen camino, pero de repente el aire se enturbió. El vodevil comenzó cuando se supo que la obra completa “del autor fetiche de Anagrama” sería publicada en adelante por Alfaguara. El editor y amigo personal de Bolaño, Ignacio Echevarría, escribió una extensa nota en la que ponía en duda los intereses reales de la viuda del escritor, Carolina López. “Todo lo que rodea a Bolaño es un acontecimiento. Ningún escritor latinoamericano goza actualmente de su eco mediático y del aplauso de la crítica”, escribió La Vanguardia en un texto en el que cuenta que la viuda no era tan viuda: “Roberto y Carolina no estaban separados, pero su pareja era Carmen Pérez”.

Carolina López rompió su silencio. Dijo que a Echevarría nunca lo nombraron albacea, que la tal amante nunca lo fue, que todos los demás actuaban por despecho, que no confía en el editor Jorge Herralde, a quien acusó de unos porcentajes de pago que no eran tales y de una millonaria cifra límite de impresión que ella nunca autorizó. Echevarría volvió al ruedo. Que sí, que tú, que fue que yo. Como si fuera Laura en América, “Y ahora, que pase la hermana de Bolaño”. Y la hermana entró al ruedo: “Carolina López nunca le volvió a enviar a mi mamá sus 200 euros mensuales”. La semana pasada no hubo un solo día en el que la prensa española no se ocupara del tema.

Bolaño ya no es Bolaño. Ahora es solo un asunto comercial. Es lo más triste de este espectáculo. Hijo de un camionero, hizo de todo para sobrevivir. Fue portero de un bar, lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador. Comenzaba a gozar de reconocimiento cuando la muerte se lo llevó. Hoy su legado vive un momento complicado por algo tan vulgar como el dinero, que todo lo destruye.

@sanchezbaute

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