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Colombia le da la razón a Donald Trump

La emigración exige una política clara de la Cancillería y del Estado. Más allá que expulsarlos, se requiere un liderazgo hemisférico para construir una política migratoria de las Américas.

Semana.Com
15 de marzo de 2016

La estampida de ciudadanos que huyen de las guerras, de la violación de los derechos humanos, de la ausencia de oportunidades en sus países, es un drama que tuvo su momento de oro en la aceptación por parte de Ángela Merkel de los un millón cien mil personas, que llegaron a Alemania el año pasado. El gobierno alemán estima que hasta el 2020 llegarán tres millones seiscientos mil en total.

Son mayoritariamente de Siria, Irak, Afganistán, y de varios países africanos en los que la supervivencia es un lujo y el no futuro es pan de cada día.

Los que llegan a Europa son afortunados porque poseen algo de dinero para salir a buscar un país diferente, donde la vida de ellos y su familia sea respetada.

Emigrantes es un nombre genérico y odioso que esconde historias de seres humanos con inteligencia y potencial para desarrollarse como pares con cualquiera de nosotros. Los emigrantes son los amenazados por quienes en Europa y en Estados Unidos rechazan y sienten odio hacia los extranjeros.

Xenófobos se llaman. Nosotros también somos xenófobos.

Mientras los medios nacionales nos mostraban el flujo de migrantes hacia Europa durante el 2015. En silencio, en Colombia, y delante de las narices de todos, hay un tren de migrantes que pasa en cifras indeterminadas pero constante en dirección a los Estados Unidos.

Y hay de todo: asiáticos venidos desde China, Africanos desde Ghana, Eritrea, Mali. Sirios, afganos, todos venidos desde la mismísima porra. También hay cubanos que salen  desde Venezuela. Desertores como les dicen algunos. A todos ellos, los explota la ilegalidad del país. Con todos ellos se lucra alguna de las cadenas violentas que controlan rutas de nuestra geografía.

Cadenas que como bien sabemos los colombianos, incluyen miembros de fuerzas militares y de policía que en zonas del Urabá y del Pacifico miran para otro lado; corruptos que en Cúcuta, Ipiales o en Leticia se hacen los locos mientras la vida de los migrantes continua en la zozobra.

Muchos pasan por Bogotá, Medellín, Bucaramanga y no los vemos. Luego de que autoridades y gobiernos les han quitado la dignidad en sus propios países, al pasar por Colombia les quitan su dinero y en ocasiones la vida.

La migración exige una política clara por parte de la Cancillería y del Estado. Más allá que expulsarlos una vez los detectan, se requiere un liderazgo  hemisférico para construir una política migratoria de las Américas.

Expulsar y repatriar emigrantes es la peor forma de tratar un hecho que exige políticas regionales acordes con los mayores estándares sobre derechos humanos y solidaridad entre los pueblos. De lo contrario le damos la razón a Donald Trump y su mentalidad de terror y muros cada vez más extensos y elevados.

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com

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