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¿Alvaro Uribe, Presidente?

Conclusión: no es que las encuestas se hayan vuelto inciertas. Es que el electorado se ha vuelto incierto

Semana
1 de octubre de 2001

En la calle se viene comentando como un hecho que Alvaro Uribe va a ser el próximo Presidente de Colombia. Y a juzgar por las encuestas, si las elecciones fueran en dos meses, así sería. Exitosamente ha venido construyendo su posibilidad presidencial: Uribe ha pasado de ser un presidente imposible, a uno factible. Pero el lector se sorprendería si hacemos una lista rápida de la cantidad

de candidatos que han sido dados como presidentes en encuestas que finalmente dieron un vuelco total.

Alfonso Valdivieso, Horacio Serpa, Noemí Sanín, Antanas Mockus, Rosso José Serrano, Antonio Navarro, Harold Bedoya y hasta Gustavo de Greiff, todos ellos han mojado en alguna época primeros puestos en las encuestas, como ahora lo hace Alvaro Uribe. ¿Será que las encuestas mienten?

Un brillantísimo análisis del encuestador Napoleón Franco me ayudó a entender el asunto. Uno de los interrogantes consistía en por qué, a pesar de que una encuesta como el opinómetro que contratan El Tiempo y La FM es metodológicamente controvertible, fue la primera en detectar la tendencia que en este momento lo favorece frente a sus contendores. (Previamente había acertado en el triunfo de Mockus).

La última encuesta ‘fija’ que no cambió durante toda la campaña y que permitió predecir con toda seguridad quién iba a ser el próximo Presidente fue la que dio como favorito a César Gaviria. De ahí en adelante la incertidumbre sobre el próximo mandatario no se ha venido a definir sino a última hora, hasta el punto de que un ‘confidencial’ de SEMANA revelaba que exactamente hace cuatro años, una encuesta daba como ganador de las elecciones a Horacio Serpa, seguido por Harold Bedoya, y como perdedor absoluto a Andrés Pastrana.

Conclusión: no es que las encuestas sean inciertas: es que el electorado se ha vuelto incierto. Por eso, a pesar de la tendencia favorable de Alvaro Uribe, nadie puede predecir a estas horas quién va a ser el próximo presidente de Colombia, porque puede ser cualquiera de los que en este momento miden las encuestas o ninguno en absoluto.

El electorado colombiano es cada vez más volátil. Pero es una tendencia mundial, como acaba de ser evidente en las elecciones peruanas, por cuenta de una inestabilidad política total y en Estados Unidos, por culpa de la inestabilidad aparente que creó el comportamiento de la bolsa.

Esta volatilidad indica que las últimas elecciones en nuestro país han sido determinadas, no por el raciocinio del electorado, sino por sus emociones.

Tres ejemplos recientes lo confirman: Pastrana iba perdiendo las elecciones hasta que prendió las emociones de los colombianos mediante la foto en la que apareció con ‘Tirofijo’. Mockus iba empatado con María Emma hasta que, en una decisión muy audaz por lo impopular, habló en televisión de subir los impuestos, despertando las emociones de los colombianos sobre su imagen de hombre auténtico. Noemí no habría sacado sus tres millones de votos si no hubiera despertado las emociones de los colombianos con su cuña en televisión de “no más de lo mismo”. Y en este momento el que sin duda alguna está despertando los impulsos emocionales de los colombianos es Alvaro Uribe. El ‘emocionómetro’ con el que se le está midiendo tiene disparada la capacidad de atención de los colombianos hacia cualquier cosa que el candidato diga. Pero en cambio, esa capacidad Noemí la tiene agotada y Serpa muy maltrecha. Ella, por una razón todavía inexplicable, dice muchas cosas pero no la oyen los colombianos. Mientras que la cifra que consistentemente muestra Serpa en las encuestas tampoco viene de que los colombianos lo estén oyendo, sino de un electorado sentimental que lo apoya, que es el voto de partido.

¿Qué diferencias hay entre el voto emocional que ha logrado recoger Uribe y el voto sentimental que acompaña a Serpa? Que el primero obedece a estímulos afectivos pasajeros, como la foto de Pastrana, los impuestos de Mockus y la cuña de Noemí; a emociones que aparecen en forma brusca e intuitiva y con mucha más intensidad que los sentimientos, que son duraderos y de moderada intensidad, y por consiguiente, fácilmente predecibles.

Pero claro: las emociones son pasajeras, y los sentimientos tienden a ser estables. Por eso es muy probable que Serpa conserve a lo largo de su campaña su mismo ‘ventipucho’ por ciento como mínimo, mientras que con el electorado emocional de Uribe puede pasar cualquier cosa: desde que la gente se canse, hasta que aumente al punto de llevarlo a la Presidencia de la República.

No es que las encuestan mientan. Sino que el electorado colombiano es, hoy por hoy, una masa gigantesca de indecisos al garete de los acontecimientos. Si un colombiano no sabe qué le va a pasar a su situación económica, si va a poder educar a los hijos, si le van a quitar el puesto, si lo van a secuestrar ese día o a matar esa noche, ¿le pueden exigir los encuestadores que sepa quién nos va a gobernar?

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