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Anestesiados

Lo que sucede en el país no es producto del azar, tiene que formar parte de un libreto perfectamente elaborado.

Por: David René Moreno Moreno

El país se enfrenta a lo que se puede considerar como el clima perfecto de crisis, situación en la cual se observa incapacidad para lograr gobernabilidad, mientras que de otra parte se percibe falta de gobernanza, alianza especialmente necesaria entre el Gobierno y la sociedad para impulsar la prosperidad y por una tercera arista aflora el creciente descontento de la población frente a las ejecutorias del Gobierno, especialmente motivado por la incertidumbre que él mismo sigue generando.

No se crean nuevas fuentes de trabajo, sino por el contrario, se observa con preocupación cómo crece el trabajo informal, asombra el costo de los productos de la canasta familiar, desconcierta la forma en que sube el costo de los combustibles y su impacto en la economía, atemorizan las acciones delictivas y los desafíos a la sociedad por parte de los grupos al margen de la ley, y espanta la actitud de representantes del Gobierno frente al crimen, pues en lugar de proscribirlo tratan de honrar a los delincuentes, como es el caso del comisionado de Paz, justificando a los criminales que acaban de asesinar a sangre fría a dos héroes de la Policía Nacional y a una tercera persona, heroína que también ha sido sacrificada por los enemigos de la paz.

El pueblo colombiano parece anestesiado frente a estos crímenes y a desafortunadas pretensiones del Gobierno. Lo que está sucediendo es aberrante y no se escuchan las voces de protesta de toda la sociedad ante las violaciones a los derechos humanos, así como tampoco los pronunciamientos de las ONG que desde hace muchos años se han dado a la tarea de defenderlos, pero parece que sólo les ha funcionado cuando se trata de atacar a los gobiernos y especialmente para hacer denuncias ante organizaciones judiciales internacionales, buscando lucrativos resultados.

El Gobierno insiste en darles una visión de legalidad a las guardias campesinas, indígenas y cimarronas para posiblemente crear al estilo cubano-chavista los colectivos y las milicias, huestes de bolsillo al servicio de gobiernos totalitarios, para que con el tiempo se proponga que estas sustituyan a la fuerza pública; con frecuencia inusitada el jefe de gobierno insiste en la plaza pública en aumentar la cantidad y calidad de la organización popular, posiblemente para convertirlos en su ejército privado. Qué peligro para la democracia.

No es de extrañar que se puedan producir estas absurdas propuestas, pues desde el mismo seno del Gobierno se hacen otras sugerencias descabelladas como enseñar Suajili en los colegios, cuando más bien se debe enseñar a respetar a la sociedad y a amar a su país, enseñar que el trabajo dignifica, enseñar a no odiar a los congéneres, enseñar a ser hombres y mujeres de bien y a mantenerse alejados de actividades ilegales como el cultivo de la coca y de los crímenes que rodean al narcotráfico.

Señora Márquez, es más importante enseñar en los centros educativos del país temas fundamentales como cívica y urbanidad, así como recalcar los principios y valores que fortalecen a una sociedad, pero también es vital instruir a los alumnos sobre no salir a las tribunas a elogiar a los delincuentes, porque eso contribuye a generar anarquía y a propiciar el delito; me parece que estas motivaciones convierten en cómplice a quien lo promueve.

Lo que sucede en el país no es producto del azar, tiene que formar parte de un libreto perfectamente elaborado. Hay que sumar lo que ocurre a cada instante en todos los puntos de nuestra geografía para entender realmente lo que están buscando. La izquierda insiste en acabar a las Fuerzas Armadas, su principal enemigo; por diversos caminos tratan de que estas se encuentren mal entrenadas, mal dotadas y, en especial, tratan de afectar la moral para que puedan ser fácilmente neutralizadas o que sean transformadas para que se conviertan en el brazo armado de la traqueteada revolución del proletariado. Pero se han equivocado, porque la convicción democrática y el respeto a las leyes son la principal fortaleza de nuestras Fuerzas Armadas; más bien, debemos agradecer y valorar la loable labor que desarrollan los hombres y mujeres que hasta entregan su vida por mantener la paz y la seguridad de todos los colombianos.

Parece que las reformas propuestas por el Gobierno en temas como salud, pensión, trabajo y otras están perfectamente diseñadas para afectar particularmente a la clase media buscando desaparecerla, pero también tratan de generar pobreza para que el estado socialista magnánimo salga en ayuda de los necesitados con el mercado semanal, para de esta forma condicionar la voluntad del pueblo a favor del gobierno que los apoya y con el cual quedan en permanente deuda.

La población debe salir del aletargamiento producido por la ilusión del cambio propuesto con la dialéctica hábilmente manejada por la izquierda y sus bodegas, pues les prometieron colocar el cielo en sus manos; la realidad es totalmente contraria, porque lo que se está observando es tristeza, pobreza y un negro futuro.

Las herramientas de la democracia permitirán darle una nueva dirección al país y el voto responsable derrotará a la opresión que nos está ahogando. Respetemos a Colombia.

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