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¿Liberales?

Es una vergüenza que Viviane Morales insista en presentarse bajo el rótulo de liberal, cuando ella sabe perfectamente que no corresponde a sus ideas ni a sus proyectos.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
23 de septiembre de 2017

Hace unos días el exfiscal y exministro Alfonso Gómez Méndez se salió del Partido Liberal dando un portazo, y no tuvo ningún eco: fue como dar un portazo con la puerta de una casa que carece de fondo, que es solo una fachada de cartón. El Partido Liberal colombiano no es hoy más que eso: un decorado de teatro. Y todo lo que pase en relación con él es una farsa.

Un ejemplo: la bufonada que representaron esta semana los precandidatos presidenciales llamados liberales Juan Manuel Galán y Juan Fernando Cristo para cerrarle el paso a otra que quería serlo, Viviane Morales, con el pretexto de que no es liberal. Por supuesto que no lo es. Ni en el sentido filosófico del término, porque no cabe ser a la vez partidario del libre pensamiento y creer en la verdad revelada de una secta religiosa. Ni en el sentido histórico: más bien sería “servil”, como llamaban a los absolutistas los liberales inventores originales de la palabra, los ilustrados españoles de las Cortes de Cádiz de 1810. Ni en el sentido ético, predicando como lo hacen las más reaccionarias doctrinas en relación con la moral y las costumbres. Y ni siquiera en el sentido más estrechamente partidista, habiéndose iniciado en la política por una organización llamada Unión Cristiana y no habiendo saltado al Partido Liberal sino en sorprendente y oportunista fórmula con el ya mencionado Gómez Méndez, en la que este ponía el aval del Partido Liberal y ella los votos de los cristianos. Por supuesto que Viviane Morales no es liberal, aunque le haya sacado a esa pretensión ocho años de dietas parlamentarias y un efímero cargo de fiscal general.

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Y es una vergüenza que ella insista en presentarse bajo ese rótulo, cuando sabe perfectamente que no corresponde a sus ideas ni a sus proyectos. Ahora la echan. O se va. Y en un espasmo de megalomanía de comedia musical peronista le dice a Colombia que no llore por ella:

“Le digo al pueblo colombiano, les digo a mis seguidores: no sufran, que no hay por qué. Por otros medios democráticos avanzaremos”.

Y, presumiblemente, también con otros principios.

Los dos partidos tradicionales, Liberal y Conservador, o como se llamaban en su origen, retrógrados y progresistas, han hecho la historia de Colombia de los últimos dos siglos, desde la Independencia (y en buena parte la han deshecho). Y hasta hace muy pocos años: perdieron su protagonismo con la Constituyente de 1991, la primera que no fue resultado de la victoria militar de un bando. Hicieron y deshicieron nuestra historia con sus guerras civiles y sus reconciliaciones consiguientes bajo fugaces gobiernos compartidos, incluido el último y de más largo aliento, el Frente Nacional que con sus llamadas “posdatas” duró en la práctica más de 30 años y no los 16 originalmente pactados, desde el final de la Violencia bipartidista en l958 hasta la Constitución de l991. Un Frente Nacional excluyentemente bipartidista, que en buena parte por eso no logró una verdadera pacificación: dejó por fuera a mucha gente, que es la que los recientes pactos de La Habana y los que se negocian en Quito pretenden finalmente incluir.

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En forcejeo con los sectores más reaccionarios, a los cuales pertenece precisamente la senadora Viviane Morales, a imitación del también exliberal senador Álvaro Uribe: otro que le sacó mucho jugo a su pertenencia a ese partido, desde su precoz dirección de la Aeronáutica Civil. Porque como efecto de la larga colaboración forzosa entre conservadores y liberales se diluyeron no solo los enfrentamientos sino también las diferencias entre los dos. Más que todo, se conservatizó el Partido Liberal, sin que se liberalizara el otro (varias veces he citado la frase de la madre de un amigo mío: “Conozco muchos liberales que son godos, pero ningún godo que sea liberal”). Porque además cesaron de ser partidos, y se redujeron exclusivamente a su función de meras maquinarias electorales y bolsas burocráticas repartidoras de puestos y de avales.

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Eso es lo que explica que una mujer tan retrógrada como Viviane Morales haya podido militar en el liberalismo y querido ser su candidata presidencial.

Ahora bien: ¿puede decirse que los precandidatos Cristo y Galán, porteros del partido que expulsa a Morales, son, ellos sí, liberales de verdad? n

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