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Asalto al mecenazgo

Dentro de las críticas a la gestión del Banco de la República, hubo congresistas que mostraron su inconformismo con los gastos del emisor destinados a entidades y actividades culturales. Juan Carlos Flórez, ex concejal y periodista, escribe sobre la importancia del apoyo "para construir una ruca vida cultural".

Semana
1 de junio de 2003

Dentro de las críticas a la gestión del Banco de la República, hubo congresistas que mostraron su inconformismo con los gastos del emisor destinados a entidades y actividades culturales. Juan Carlos Flórez, ex concejal y periodista, escribe sobre la importancia del apoyo "para construir una ruca vida cultural".

Cayo Cilnio Mecenas el ciudadano romano de los tiempos de Augusto, jamás imaginó que su actitud de apoyar a los escritores convertiría su nombre en sinónimo de protector de los artistas y de las personas que realizan trabajos intelectuales. En Colombia el mecenazgo ha sido escaso. Nuestras grandes fortunas no se han distinguido por su respaldo a los artistas, a diferencia de otros países donde tal actitud le confiere incluso a las riquezas habidas de forma non sancta, un considerable reconocimiento público. El mecenas más importante y acaudalado en el país es el Banco de la República. Su actividad abarca las más diversas formas de cultura y se expande por los distintos rincones de nuestra geografía. En Leticia, la biblioteca del Banco es uno de los escasos símbolos de positiva presencia estatal. En Cartagena la sede de la biblioteca es un punto de referencia cultural insoslayable en la vida de la ciudad. En Bogotá, la Luis Angel Arango es uno de los íconos urbanos más importantes. La Luis Angel recogió la tradición de las bibliotecas privadas bogotanas encerradas lejos del gran público en viejas casonas y la transformó en una tradición democratizadora. Millones de lectores acuden cada día al centro de la capital para consultar el valioso acervo bibliográfico que convierte a esta biblioteca en una de las más importantes de América Latina.

Hay actividades culturales del Banco que tienen tal reconocimiento que apenas se requiere ahondar en ellas. Tal es el caso del Museo del Oro, único en su genero y cuya fama hace ya tiempo que salió de nuestras fronteras. Las actividades musicales del Banco no son despreciables. Para cientos de jóvenes intérpretes las presentaciones de los domingos en la sala de conciertos de la Luis Angel han significado el espaldarazo indispensable en una naciente carrera musical. Los conciertos de los miércoles les permiten a los melómanos bogotanos estar en contacto con lo mejor que el mundo tiene en música de cámara y géneros musicales desde el jazz hasta la música contemporánea más audaz. La colección de pintura del Banco ha servido para crear una memoria pictórica del país que nadie había cultivado con tanto celo en muchísimos años. Y ni hablar de los eventos culturales de talla internacional como la reciente exposición 500 años de íconos rusos.

Con todo ese palmarés sorprende entonces la propuesta del senador Camilo Sánchez que pretende acabar con el papel cultural del Banco, lo que equivaldría a un auténtico ataque al mecenazgo desde el Congreso. Los dineros que el Banco de la República invierte en cultura, como todo recurso público, deben ser sujetos de un debate ciudadano. Pero acabar con el papel cultural del Banco Central sería un terrible desatino. ¿Acaso hay alguien en Colombia con los recursos, la experiencia y la voluntad de desarrollar esa tarea? Las pocas instituciones privadas que contra viento y marea respaldan las artes viven hoy momentos muy adversos. Los recursos públicos para la cultura son cada vez más escasos. La propuesta del senador Sánchez le haría un daño incalculable a la vida cultural del país.

No obstante, la sociedad no se debe privar de su derecho a evaluar el papel del Emisor en nuestra vida cultural. El poder del Banco como mecenas está caracterizado por una gran discrecionalidad y ausencia de amplia información acerca de cuáles son los parámetros que definen el trabajo de la subgerencia cultural. A diferencia de los gerentes y miembros de la junta directiva, los subgerentes culturales no tienen un período fijo ni responden ante la opinión. Es claro que un artista que no pertenezca al universo de la subgerencia cultural o que disienta de ésta, podría recibir el veto sutil de tan poderoso y rico aparato cultural, el cual puede convertirse en una suerte de satrapía en cuanto que no está sujeto al escrutinio público. Un cierto tufillo elitista tampoco es ajeno a la intervención cultural del Banco. Eso no es bueno ni malo en sí, pero debería ser discutido con seriedad en cuanto que el Banco resulta un instrumento cultural tan poderoso como el Ministerio de Cultura. El año pasado su presupuesto cultural rondó los 45.000 millones de pesos de los cuales cerca de 30.000 millones fueron a las actividades de la Biblioteca y al Museo del Oro. El silencio casi sacramental que rodea las actuaciones de la subgerencia cultural debería transformarse en un informado y serio debate público acerca de los considerables logros como también de las fallas de esa dependencia. La subgerencia del Banco no debe ser solamente un instrumento cultural en manos de la Junta Directiva del Emisor. Debe entenderse como una poderosa herramienta de nuestro Estado Nación para construir una rica vida cultural. La autonomía constitucional que posee la banca central como autoridad monetaria, cambiaria y crediticia no se debe aplicar de la misma manera a su rol como institución de fomento cultural. El Congreso debería contribuir a airear de manera responsable la discusión sobre el papel cultural del Banco y no ha destruir lo que se ha edificado durante tantos años.

*Historiador y analista de La FM

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