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Licencia para matar

En Colombia están corriendo ríos de sangre. Lo que nos está pasando no es menor. Se trata de una tragedia de inconmensurables magnitudes y, lo peor, es que tal vez estemos tan solo en la antesala de lo que aún está por venir.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
10 de julio de 2018

Las cifras más recientes muestran que en el país están matando a un líder social cada tres días. Cada tres días un entierro, cada tres días unos niños que pierden a su mamá o a su papá, cada tres días una vida más que se apaga, cada tres días una comunidad que se queda sin esperanza y se sabe condenada a vivir a merced del crimen. 

Las causas de esta andanada de violencia, que inevitablemente hace recordar a aquella que se vivió en las años ochenta y llevó al exterminio de la Unión Patriótica, son diversas, complejas y, en muchos casos, desconocidas. No se puede hablar del origen de estos crímenes sin mencionar cosas como la nueva y peligrosa dinámica del narcotráfico, el aumento del área sembrada en coca, la salida de las Farc de los territorios que antes estaban bajo su mando, la inoperancia del Estado y sus instituciones, la falta de compromiso y valentía del ministro de Defensa, la incapacidad de aceptar a quien piensa diferente, los intereses en la sombra de los poderosos, la eterna disputa por la tierra, los paramilitares que nunca se desmovilizaron, o las disidencias de los unos y de los otros. 

Si bien es cierto que todos los factores citados han sido determinantes en la gestación y desarrollo de esta tragedia, tampoco puede negarse que la frecuencia de estos crímenes se ha disparado desde que supimos el resultado de las elecciones. No quiero con esto afirmar que la matanza sea culpa de Iván Duque, quien por estos días anda pensando en cosas que para él son prioritarias como hacer ventiunas en el Santiago Bernabéu o reunirse con el Rey para mandarle saludos de Uribe y de Pastrana. Acusarlo sería irresponsable pues el presidente electo está todavía a un mes de posesionarse. 

Sin embargo, sí quiero tratar un tema del que poco se habla en el marco de esta crisis y en el que el uribismo puede hacer modificaciones de fondo para que no se siga derramando la sangre de quienes deberían ser vistos como los héroes de Colombia, y no como ciudadanos de segunda. Me refiero al lenguaje, a los calificativos, a las palabras…

Para esos efectos se me viene a la mente esa frase de Alberto Lleras que cobra hoy más relevancia que nunca: Un discurso en el parlamento equivale a 20.000 muertos en las veredas. Cuanta razón tenía el expresidente liberal. Me explico. Sin importar la orientación política que se tenga, negar los vínculos, o por lo menos la cercanía de la familia Uribe Vélez con el paramilitarismo, es tratar de tapar el sol con un dedo. Es normal que los poderosos acumulen enemigos a lo largo de su vida, pero es simplemente imposible que exista una conspiración de tal magnitud en contra de un hombre honorable. 

Es que si Uribe hubiera hecho las cosas bien, no sería hoy el objeto de casi 300 investigaciones; no estaría señalado por decenas de periodistas; no tendría abogados que apoderan narcotraficantes visitando presos para manipular sus testimonios; no aparecería su nombre por todas partes en los archivos de la DEA; no habría artículos de periódicos tan serios como The New York Times narrando los asesinatos ordenados por su hermano en sus haciendas; no existirían los audios de sus conversaciones con personas del bajo mundo; no tendría a buena parte de su círculo cercano en la cárcel por todo tipo de delitos, de prófugos de la justicia, o investigados por promoción y fundación de grupos paramilitares, ni tampoco le inspiraría miedo a un personaje tan oscuro como Popeye.

Tan solo esta semana, varios medios gringos, que no son propiamente castrochavistas, han publicado investigaciones que dejan a la familia del expresidente muy mal parada y con mucho qué explicarle al país sobre su pasado. Yo no puedo decir que Álvaro Uribe haya mandado a matar a alguien por que sería una calumnia. No tengo las pruebas ni me consta que algo así haya sucedido. Lo que sí puedo decir, es que en este país hay pocas cosas más peligrosas que ser un obstáculo para los intereses del expresidente. Por alguna razón, una buena parte de las personas, especialmente los testigos, que puedan poner en aprietos al hoy senador, aparecen muertos como por arte de magia. Es como si una palabra o declaración del líder del Centro Democrático, fuese entendida por ciertos sectores del crimen como una licencia para matar. Para sacar del camino a quien estorbe. 

Recuerdo que al día siguiente de que Uribe acusara a Daniel Samper Ospina de ser un violador de niños, me fui al teatro a ver su Stand Up Comedy. Al llegar, me sorprendió el operativo de seguridad que se había desplegado. Parecía que Obama fuera a asistir esa noche a la función. Había policías en cada rincón del teatro que estaban ahí para proteger la vida del periodista. Si cualquier otro colombiano hubiera emitido esa calumnia contra Daniel Samper, el hecho sería igual de reprochable, pero estoy seguro de que su vida entonces no hubiera corrido peligro. 

Por eso hoy, mientras seguimos en medio de la tragedia y de las muertes de nuestros líderes, quiero hacerle un llamado al uribismo, y a Álvaro Uribe en particular, para que entienda que su lengua se ha convertido en un arma letal. El país necesita que usted cuide sus palabras y las de su gente, expresidente. No permita que José Obdulio diga cosas como que “hay que neutralizar a Daniel Coronell”; ni tilde de guerrilleros, catrochavistas a quienes no están de acuerdo con usted; ni deje que Thania Vega califique estos crímenes como una cortina de humo.  

A la gente la están matando. Aquí no hay distracciones. Ahí están los cadáveres y los ataúdes. Usted volvió al poder con la promesa de no permitir que nos convirtiéramos en Venezuela. Pero, expresidente, con lo mal que está ese país en medio de la dictadura, allá matan menos gente que en Colombia. Toda esa energía que gasta en criticar a Maduro debería emplearla en poner a toda su gente a condenar estos asesinatos. Póngalos a marchar por eso; vuelva ese su nuevo caballito de batalla; mande trinos todos los días condenando a los paras, implorando que se haga justicia, denunciando este fenómeno con la fuerza que le inspira lo que pasa en Venezuela. Y verá que solo con eso, empezará a morirse menos gente en Colombia…

En Twitter: @federicogomezla

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